Sin perder nada, llegó a la central del saber, miles de conocimientos en un solo lugar, todas las respuestas de la vida, ahí, sin barreras ni obstáculos.
El creador le había llamado, todo un honor, pensar que un ser deshonrado como ella pudiera estar en la misma habitación que el gran amo es imperdonable.
Postrada y pidiendo clemencia decidió servir ante el deseo de su señor pero antes de irse a su merced, presenció un enigma.
–Difícil es mandar un ángel sobre la tierra a cuidar, mi señor –oyó de la boca de un guardián.
Temió que sus alas se tornaran negro por «espiar» pero seguían intactas. Pensó que pecaba solo por oír algo inmerecedor.
Algo que no le concernía.–Bien es cierto que los hijos del hombre ensombrecen los ojos de los puros, ahogandolos en deseo carnal... –mencionó el creador pensante.
Sin darse cuenta explotó muy agobiada:
–¿No cree mi señor que si recortamos la edad de los humanos no habría problema? Los ángeles pueden salir de aquí a sus doscientos años y para llegar a sentir una chispa de deseo toma alrededor de la mitad de ese tiempo. –Cubrió su boca avergonzada después de contestar, temiendo que sus alas se volvieran oscuras por jugar con su suerte. El creador la veía con intriga, asi que se animo a continuar. –S-siendo así, los guardianes no tendrán el tiempo de ser precoces ni de ser encantados por la fragancia tentadora carnal...
Complacido, el creador tomó una decisión.
Había encontrado a la luz que guiará a los hijos del hombre, un angel puro y correcto, que no necesitaba, ni caería por el placer.