–Si él es oscuro, debo ser luz, ¡oh dulce madre! ¿Que debería hacer? –Tácita era la respuesta de aquel día, era necesario.
Existía el equilibrio.
Fue arrastrada con muerte, al pecado, nunca lo concibió, nunca lo aceptó. No necesitaba su placer carnal pues era pura, su único deseo, su única ansia, comida, sustento era ser incólume.
El joven aprendiz rubio fue con vida para aprender a sanar, sus verdes ojos llenos de esperanza no imaginarían nunca, los infiernos de su madre.
Que cada noche un ente la acechaba, humillandola en los lagos del deseo, ahogandola en la profundidades del bosque lujurioso, atrapandola en las llamas de la pasión.
Sin ceder ni un poco.
¿Sucumberías a tus oscuras fantasías?
Su puritana sangre, siendo absorbida por el mal. Abasteciendose de sus secretos prohibidos.
En un lejano lugar, en donde el cielo se compartía, un niño oscuro con corazón sano protegía su hogar. Alejando las criaturas con su temible mirada. Sus orbes rojas reflejaban paciencia, sabía que el ángel volvería. Sabía que su hermano lo lograría.
Convencido nunca dudaba.
Porque nunca se pensó, que su madre perdería cada pluma de su orgullo.