Su mente debía jugarle una mala pasada, no podía, no debería, tenía que ser una falacia, una mentira.
Era imposible.
Él solo se acerco, sus brazos rodearon su silueta, enmarcaron sus curvas como en el pasado.
La joven sentía miedo, después de todo.
¿No era este pecador un simple humano?
El brillo jovial marino de los ojos de él había desaparecido.
–¿Por qué? –Salió de sus labios–. ¿Por qué sigo vivo?
Oh cruel destino.
Él era el duque del mal matrimonio, el hombre que se casó mas de tres veces y todas murieron, misteriosamente, sin causa, casi, como castigo divino.
Él seguía un curso, añorando todo, lo dejaban atrás.
Como a ella.
La persona que violó, tocó a una guardiana, pedía perdón, cara a cara, aprisionando al serafín contra el arbol, contra su realidad, contra su control.
El abrazó que él propicio sólo fue un comienzo.
Fue el inicio que desató el azaroso deseo.