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El neófito de vida volvió, era radiante, brillante, él emanaba un aura refulgente sin igual.

Pero seguían siendo mortales, mortales convertidos que aunque gozaban de el amor de su ama, de su saliva y sangre para crear poder, seguían siendo hijos del hombre.

Con deseos, metas, salvajes escondidos en conductas medianamente buenas.

Se casaron, tuvieron descendencia y se alejaron de su ama hasta llegar al otro punto de la vida.

Pero así cómo ellos se fueron, llegaron más, nuevos novicios, adoptados, legítimos y bastardos.
Siempre era luz, robando un beso o oscuro, tomando su sangre.
Siempre había un precio.
Los hijos de la luz bebían de su boca, los hijos de la noche disfrutaban de su linaje.

El ángel no lo entendía,
¿De que le van a proteger?
¿Qué podría dañarle?

Todos le servían a ella, se les enseñaba cariño, se les demostraba amor.

Poco a poco, en ese curso, sus alas que creía blancas volvieron a su forma de origen.
Volvieron a recordarle su triste verdad, manchadas.

¿Acaso ser feliz es un pecado...?

Estaba sucia, dañada, pobre mente perturbada...

AsfixiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora