XIV

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Sus bocas formaron un período de anhelo, de necesidad, rozaron sus pruritos de forma caótica.

Llegaron adentro, en donde el ángel fue inspeccionado, humillado. No hubo parte de su cuerpo humano, que no se sintiera profanado.

Conoció sus debilidades, como ángel, a la más intensa caricia, sensación o sentimiento sus alas saldrían, se liberarían.

¿Era posible que un humano desordenará sus sentidos...?

No aguantó más.

Salgan pequeñas.

Él se sintió cautivado por tal magistral extremidad.

¿Qué eres? ¿Qué somos?

¿Acaso ya no es muy tarde para preguntar eso?

Un ángel , eso soy –pronunció con dificultad.

¿Yo lo soy? respondió el joven, algo curioso.

No, tú te mezclaste conmigo, tu pasión me cegó, mi saliva, mi sangre, todo de mi, deseó que fueras mío.

El joven se sintió extasiado, jugó con su templo, caricias y mas caricias, quería verla rogando por más.

Ruégame ordenó.

El ángel no podía hablar, se lo prohibía, se mordía la lengua para no pronunciar nada.
Un movimiento en falso y su verdad sería revelada.

Si ruego, querré gritar, si grito, todo el cielo sabrá de mi pecado murmuró avergonzada.

El joven sonrió con malicia.

Prepárate entonces cariño, porque esta noche, todo el infierno y esquinas del cielo sabrán mi nombre y nuestro pecado, todos, sin excepción oirán tu canción –susurró él en su oído para después morderlo.

Fue largo, doloroso y placentero; sintió su alma libre, su espíritu bailaba.

Esa noche se sintió libre, sintió asfixia, disnea de amor.

Esa noche el ángel supo, que no se necesitaba cielo para volar.

AsfixiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora