PRIMER DÍA

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Las niñas se fueron a la escuela. Alexander solo se encerró en su oficina con Paula, la que ahora me presentaron como la secretaria. A simple vista puedo decir que no le agrado demasiado y eso que aún no me ha visto desarreglada, así cualquiera me evitaría.

Andrés me acompañó a mi habitación, me señalo la habitación principal, es decir la de Alexander, la habitación de las niñas y la mía. También contaban con otra extra.

Mi habitación era hermosa, había una cama matrimonial y esa era una de mis metas en la vida:

Meta de la vida número seis: Tener una cama matrimonial.

Era más triste porque no estaba la número siete:

Meta de la vida número siete: Y tener con quien compartirla.

Tenía un buró al lado de la cama y un tocador.

—Se ve un poco triste —entré.

—Es solo una habitación para visitas.

—Podré decorarla ¿no?

—Nunca se irá ¿cierto?— puso ambas maletas en la cama.

—¿Cómo supiste eso?— me sorprendió que adivinara mis planes de no regresar a mi casa. Mi plan era convencer a Michelle que me necesitaba las 24 horas del día y que ella convenciera a su padre.

—Nadie trae dos maletas repletas de ropa para quedarse dos semanas.

—No traje dos maletas de ropa. —me acerqué y abrí una, explotó de toda la ropa perfectamente acomodada para que cupiera toda. —La otra es de maquillaje y revistas —Abrí la otra y explotó de todas mis revistas y maquillaje.

—¿Leerá todas esas revistas? —Comenzó a hurgar entre ellas.

—¡Claro que no! Ya las leí. Pero en la mayoría tienen test que me fascinan y en otras tienen posters de mis artistas favoritos. —Tomé la que Andrés tenía en sus manos. —Como esta que tiene en la página 23 un póster de la película dos policías ardiendo y tiene al protagonista y también en la página 15 tiene el test donde me dice si él me odia o ama. —Expliqué con una sonrisa.

—¿Quién es "él"? —Comenzó a sacar la ropa y se dirigió a una puerta que estaba dentro de ahí, sacando unos ganchos.

—¿Crees que si lo supiera todavía conservaría la revista?—Dije como si fuera lo más obvio del mundo.

Me ayudó a colgar toda mi ropa, acomodar en el tocador mi maquillaje y en el armario también a poner mis revistas.

También me contó que nunca habían tenido una niñera por más de tres días, ya que las niñas le ponían bromas en la comida, ponian cosas raras donde se sentaban o Adela fingía un ataque, que por la gravedad del asunto las niñeras al espantarse demasiado no regresaban al día siguiente, ya que no se sentían capacitadas a tratar con una niña enferma.

—Así que las niñas no tienen ninguna enfermedad.

—Por supuesto que no, son las niñas más sanas que pueda existir en este mundo.

—¿Hay algunos temas que no deba tocar o cosas que no deba hacer? —me senté en la cama mientras seguía acomodando la habitación.

—La madre.

—Eso es entendible ¿A quien rayos le gusta hablar de la madre que las abandonó?

—Eso es exactamente lo último que debe de decir. Las niñas no saben que su madre se fue, ellas creen que su madre murió en un accidente aéreo, por eso nos mudamos aquí desde hace ocho años, así nadie hará juicios sobre la madre de la niñas.

—¿Quieres decir que ellas piensan que esta muerta? —No podía creerlo.

—Sí, cada mes llevan flores a la tumba que el señor mandó a tallar con su nombre.

—¡No puede ser! ¡Esas niñas merecen la verdad!

—Lo sé, pero ¿cómo le dice a unas niñas que su madre las abandonó?

—¿Y cómo les dirán que no está muerta? —No había tenido tanto chisme en un buen rato.

—¿Por qué deberían enterarse? —Decía con tanta naturalidad.

—Porque lo merecen. —Me puse un poco sentimental, tal vez no conocía a esta familia pero me agradaban y me dolía esta revelación. —De acuerdo, no hablaré sobre la no muerta.

—No puede hablar, porque la despedirán a usted y a mi. —Nos reímos.

—¿A qué se dedica Alexander? —Me levanté de la cama y fui al tocador, me retoque el maquillaje.

—Tiene una productora y no creo que deba llamarlo por su nombre, no le gusta que los que trabajan en esta casa le llamen por su nombre

—Paula le llama por su nombre.

—Paula es como de la familia, es como el perro. —Dijo con cierto desagrado.

—¿No te agrada?

—A nadie de esta casa le agrada, más que al señor.

—¿Estas diciendo que ellos tienen algo? —me giré para estar frente a él.

—Pues todos sabemos que no, pero ella cree que sí. Ha sido la mano derecha del señor desde que llegamos a vivir aquí.

—¿A las niñas tampoco les agrada?

—A ellas menos, pero la respetan.

—Y qué es lo que produce “El señor Alexander” —Dije haciendo comillas con mis dedos.

—Comerciales, vídeos musicales,  también graba discos y está muy ocupado últimamente, quiere ampliar el negocio para también hacer series.

—Espera… Eso suena muy importante ¿Qué comerciales ha hecho?

—Recientemente hizo el comercial para el perfume de Silvya Quintanilla.

—¡No es cierto! —grité.—¡Amo a Silvya Quintanilla!

—Val, Val… tranquila. Si trabajas aquí podrás verla algún día.

—¡NO! ¡no es cierto! —me quedé pensando por un momento —Creo que no puedo respirar.

Andrés solo rió ante mi comentario. Después de terminar mi habitación me explicó que las niñas y yo no teníamos baño propio, teníamos que usar el baño que quedaba justo en frente de mi habitación, también me dijo los horarios , a que hora desayunaban, a que hora se iban las niñas, a que hora regresaban y a que hora debían irse a dormir. También dijo que por ningún motivo podía entrar a la oficina si el señor Alexander no me llamaba. También me contó algunas cosas vergonzosas sobre las niñas para que las usara en el futuro.

Cuando el reloj marcó las tres de la tarde las niñas entraron. Michelle me saludó sonriente, mientras Adela solo me evadía. ¿Qué es lo que hace una niñera ahora?

—¿Cómo te fue Michelle?

—Bien, me dieron las calificaciones — me extendió un folder. Al abrirlo lo encontré con excelencia, solamente diez sacaba esta niña. Ya veremos qué pasará cuando ya no sean solo sumas y restas.

—Eres creíble, bonita e inteligente ¿Qué otros talentos ocultas, linda? —Andrés seguía en la cocina, ya casi debíamos sentarnos a comer.

—Basta, Val. — decía sonrojada —Ire a cambiarme.

Subió y detrás de ella iba Ady.

—¿Cómo te fue a ti Ady? —Ella me ignoró por completo. La verdad eso me entristecía mucho más que su niñera, quería ser su amiga. Si Michelle no sabía ni ponerse una toalla, ni tampoco saber escoger su ropa para una señorita de su edad, Ady estaría un poco peor que ella.

Cuando nos sentamos a comer el señor Alexander dijo que debía salir a una comida de negocios, pero que nosotros siguiéramos sin él.

Les conté a Andrés y a las niñas la ultima vez que había ido a un parque acuático con mi familia, les conté cómo me eche un clavado, resultó que la alberca no estaba tan honda y me abrí la cabeza. Recordé esa historia porque estábamos comiendo algo en caldo de tomate.

LA NIÑERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora