DESILUCIÓN

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Ya estaba todo listo, Michelle me acompañó en todo el proceso de preparación para una cita. También Lau estaba aquí, a mi madre casi le da un infarto y quiso venir. Tuve que inventarle que estaba inundado, ha llovido mucho últimamente. Pero mi madre no es tonta y estaba a punto de descubrirme, me dijo que si estaba inundado ¿Como saldría a una cita? Así que le dije que Joaquín vendría por mi en su helicóptero. Solo así dejó de insistir que vendría.
Laura me ayudó a peinarme y mientras también le enseñaba a Michelle cómo hacerlo, ya que en un buen peinado necesitaba ayuda. Quedé perfecta con el vestido carisimo que compré con la tarjeta del señor Alexander, que quedaban mucho mejor con las zapatillas que también compré, no pensé que estuviera abusando hasta que compré una alfombra, la cual usaré en mi habitación, fue un verdadero placer quitarle las etiquetas, a veces las etiquetas pican o no pueden esconderse bien.

Andrés me avisó que Joaquín había llegado y me puse aún mas nerviosa, aunque no dejaría que él lo notara.
Cuando bajé, Paula, el señor Alexander, Adela y Joaquín me esperaban abajo.
La cara de Joaquín era inolvidable, era esa típica cara de amor que salen en las películas.
—Estas hermosa —Me dijo cuando me saludó.
—Señorita Valeria, recuerde que hay reglas.
—Alex, tranquilo. La traeré a salvo, la trataré como una reina. —Joaquin no me quita a la mirada de encima, Lau y Michelle estaban detrás de mi.
—Oh, Joaquín. Ella es Laura, mi mejor amiga. —La presenté.
—Jo - jo - a - quin  —Apenas Laura pudo articular palabra.
—Laura, un placer.—Todo un caballero.
—Que la pasen muy bien. —Paula nos empujaba a la salida.
—Nos veremos —Joaquín se despidió rápido de todos.

El restaurant era el mejor lugar al que había asistido a comer, me sentía atrapada como en un sueño y Joaquín no dejó que yo me intimidara ante tal lugar, me dijo que no me preocupara, que podía ser yo misma ahí. Lo cual no fue una idea inteligente, mi madre me ha educado a que no siga ese consejo nunca, ya saben el dicho.
“Ser yo misma sería un buen consejo si no fuera yo”
Desde pequeña siempre he tenido problemas por mi extrovertividad y mi madre me enseñó a no serlo en lugares en donde la sopa fuera mas cara que un kilo de carne. Esto mismo se lo conté a Joaquín y me dijo que era una tonteria, ¿Quien no querría estar conmigo? Solo un amargado sin sentido del humor. Como el señor Alexander.
Nos reímos mucho, me contó que en vacaciones ayudaba en los refugios para las personas sin hogar, para que almenos en fechas de frío tengan un refugio, también esta creando una fundación para los niños en situación de calle, para que puedan seguir estudiando y no se desperdicie su vida en malas cosas.
Llegado el momento del postre, Joaquín con el pretexto de limpiarme algo de la cara, se acercó a mí y me besó. Sentí que volaba, si alguien hace un año me hubiera dicho lo que es mi vida ahora no podría creerlo, la vida me llevó a conocer a Joaquín y a estarlo besando en este momento. Nos separamos lentamente y seguimos comiendo el postre, cuando terminamos. Pidió una bebida para seguir platicando.
—¿Joaquín? —Alguien que estaba a dos mesas se levantó y vino hacia nosotros.
—¿Anna? —Él se levantó para saludarla. No sé si vi mal pero cuando se saludaron se dieron un beso en los labios. Tal vez era por lo que estaba bebiendo que tengo alucinaciones.
—No me has llamado. —Anna me miró a mi y me sonrió, se veía muy simpática.
—He estado ocupado, ya sabes. Con los contratos pero te he extrañado una eternidad —Y la besó, esto no era culpa del vino. Lo estaba viendo con mis propios ojos. Mi respiración se aceleró, no podía creer que lo hiciera ¡y en mi cara!
Me sentía la mujer mas idiota del mundo ¿Cómo un hombre famoso iba a fijarse en mi? No hay nada más duro que la realidad y tambien los frijoles que hace mi madre.
—De acuerdo, te perdono. Pero por favor llámame esta semana. —Le dio otro corto beso.
—Te lo prometo. —Por mas que lograba tratar de entender lo que pasaba no podía.
—Vengo con Patty y Vanessa. ¿no quieres saludarlas? —Le preguntó apuntando a su mesa.
—¿Te importa? —Me preguntó.
—No, no, para nada. —Le contesté.
—Vamos. —Anna lo jaló. —Ahorita te lo devuelvo y regresan a su cita, ¿Sí? —Por más que buscaba maldad en el tono de Anna, no encontraba.
Tomé mi bolsa, ni armar un espectáculo me importaba ahora, estaba herida. No debí hacerme tantas ilusiones. Cuando estaba apunto de levantarme pensé en el señor Alexander, no podía hecharle a perder el contrato, debía quedarme ahí.
Voltee a ver lo que estaba haciendo, besaba a una y luego a la otra.
¿Esas mujeres permiten eso? ¿Solo porque es famoso?  Me sorprendí demasiado pensando en que yo definitivamente no podría ser así. Tengo algo que se llama amor propio, aunque también tenia algo llamado amor por mi trabajo y temor de regresar con mi madre, así que me quedaría ahí hasta que él lo quisiera. Se despidió de ellas besandolas una por una con una gran pasión.
—Lo siento, son amigas. —Rió como si solo hubieran hablado del clima.
—Claro, no importa.—Era lo único que podía decir.
—Lo entiendes ¿no?
—¿Qué?
—Soy algo famoso y no puedo darme el lujo de desperdiciar la belleza femenina. —Cada palabra me hacia sentir mas humillada.
—Lo entiendo.
—Tal vez sonó mal pero tengo a tantas fans que no puedo negarme a ninguna y desilusiónarlas.
—¿Saliste conmigo porque soy tu fan? —Pregunté. —Porque si es así, Andrés es mas fan tuyo.—Él soltó una carcajada.
—No, no. Val, tu me gustas. Me haces pasar un rato agradable y me haces olvidar todo lo que me pasa, los problemas de la farándula y personales. Eres genial, una mujer fabulosa. —Me tomó de la mano, pero yo ya no creía en sus palabras.

LA NIÑERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora