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Aunque Maribel ha quedado en el pasado, hay una cosa que no puede quedar atrás y es que el señor Alexander fue a desempeñar mi abrigo. Resulta que Andrés como es el que acomoda mi armario, notó que antes había un abrigo y de un día a otro ya no estaba, intuyó que lo había empeñado y Lau se lo confirmó diciéndole exactamente a dónde fui. Le dijo de inmediato al señor Alexander, ya que ese abrigo valía más de lo que pudieran darme en cualquier casa de empeño, le dijo que porque él no me regaló dinero yo tuve que pagar mi tarjeta empeñando el abrigo de piel.
El señor Alexander me lo regresó con todo y su funda.

“—Usted ha sido tan generosa conmigo y con las niñas, logró hacer con ellas cosas fabulosas como persona y no creo que tenga que costarle el abrigo, no es justo. Pero es que cuando ví el reloj, me recordó mucho a usted porque es original con un toque especial. Ha ido perfectamente con nuestra familia y pues… ojalá quiera ese reloj como las niñas la quieren a usted.”

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Acaba de pasar el cumpleaños de Adela, fue asombroso. Renté un toro mecánico, un inflable y una botarga de Picco, el ídolo infantil más impactante del momento. Estuvo todo muy bien ahora sí nos coordinamos todos en qué regalarle, el señor Alexander  le regaló una muñeca  de colección  que habla y yo le regalé las pilas, también Andrés le regaló  una aspiradora y una pequeña escoba, le dijo que juntos podían  jugar con eso, Michelle le regaló una cámara instantánea  y yo unos repuestos para la camara.
El señor Alexander comió mucha azúcar ese día. Con la piñata, el pastel, los regalos y la mesa de postres.

Las semanas me pasaron rápidas, el señor Alexander y yo nos entendemos más. Ya no me grita si interrumpo sus juntas o cuando está cerrada su oficina o cuando está a mitad de algún relato aburrido de su trabajo. También acepta a mi madre cada vez que viene, aunque trata de evitarla y eso es algo que tenemos en común.
Es mi día libre y el señor Alexander saldrá con las niñas al museo ya que mandaron a Michelle de la escuela, se pasarán casi todo el día en la calle. Adela se postuló a jefa de la clase y ganó, por eso ella también va al museo: para festejar.  El señor Alexander está muy orgulloso de ella, él le dijo que comenzará a ser una líder desde ahora como él y así en el futuro ella ya estaría acostumbrada.

—Señor Alexander — Me acerqué a él acomodandole la bufanda, estábamos acercándonos a navidad y el frío nos lo recordaba. —Van a haber muchos amigos de Michelle, por favor no la avergüence. Para una adolescente es muy importante no perder los amigos que apenas ha conseguido.

—Señorita Valeria… — Las niñas bajaron interrumpiendo cualquier discusión que se avecina da con el señor Alexander.

—Hola, lindas. Se portan bien y no desesperen a su padre.

—¿Entonces qué motivo tiene que vaya con nosotras? — Adela me preguntó abotonandose su abrigo.

—Para nada —El señor Alexander le desacomodo el cabello a Michelle —Mi jefa de la clase puede hacer y pedir lo que quiera, ¡estoy tan orgulloso de ella!

—Val ¿Qué harás hoy? —Michelle cambió la incómoda alabanza del señor Alexander.

—Voy a decirles lo que no haré. No iré a casa de mi madre porque estará comiendo con mi tío Jack y mi prima Miranda. Los cuales vinieron desde su gran país perfecto, ellos no me agradan pero como es el hermano de mi madre, ella los recibió. Pero una comida con Jack y Miranda es… — Suspiré— no pregunten.

—Nadie preguntó— el señor Alexander se apresuró a abrir la puerta.

—Jack siempre compite con mi madre— el señor Alexander azotó la puerta resignado a escucharme. — Ella se compró un departamento y él compró una casa, mi madre compró un vochito y él un convertible. Mi madre nunca le ha ganado… —Lo pensé un segundo — sólo una vez que le creció el bigote primero que a él — me miraron raro— Ya mejor váyanse hablaré con mi madre, le diré que estoy enferma y que no puedo ir.

LA NIÑERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora