CANTA

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Después de la cena y de que las demás mesas estuvieran indignadas porque mis pedazos de cangrejo les caían o en su comida o en sus cabezas, la lluvia se soltó más. Pero eso no fue impedimento para que el señor Alexander y yo fuéramos al bar karaoke de mi tío Aarón.

—No creo que sea buena idea entrar ahí —Decía mientras se estacionaba frente al local.
—¿Por la zona? —Si él no quería estar en mi barrio lo entendía por completo.
—No, solo que será horrible oírla cantar.—Bromeaba... Espero.
—Sé que está acostumbrado a escuchar cantar a grandes artistas, pero hoy será usted la estrella. —Le advertí.

Él bajó del auto, lo rodeó y me cubrió con el paraguas. Entramos y el lugar no estaba tan lleno, pero sí había algo de ambiente. Giré a ver al señor Alexander y él parecía estar dudando.
—¿Qué es lo que tanto le preocupa? —Lo tomé del brazo para jalarlo.
—Hace varios, varios años que no entraba a un lugar con luces de colores.
—¿Y?
—No creo que a mi edad... —Lo interrumpí antes de que siguiera.
—¡Basta! ¡Basta! Hoy viene conmigo y lo mejor de esto es que nadie lo conoce aquí. Puede hacer lo que quiera, ¡puede aventarle cangrejo a los demás sí quiere! —Le recordé las escenas en el restaurant. —Excepto si se ven muy grandes, si los ve imponentes, ni siquiera vuelva a mirarlos. ¿Entendido?
—Creo que me ofende, yo puedo defenderme. —Presumió.
—Eso no es cierto. Esos hombres—Señale a unos chicos que se veían muy musculosos. —Pueden levantar un refrigerador, cada uno y usted no puede ni subir su propia agua a la habitación.— Argumenté.
—Tal vez ellos pueden levantar un refrigerador, pero yo puedo pagarle a alguien que lo haga por mi.
— Eso no se lo puedo discutir— caminamos a una mesa y nos sentamos cerca del escenario.— ¿Qué va a querer beber?
—Nada, yo conduciré.
—¿No puede pagarle a alguien para que lo haga por usted? —Lo reté.
— No.
— Hola, ¿Qué van a querer de beber? —Una chica con bastante maquillaje se nos acercó.
— Dos cervezas por favor. —Le pedí — Y una orden de costillas y una hamburguesa. —Voltee a ver al señor Alexander —¿Va a querer algo? —él negó —Nada mas. — La chica me sonrió y se fue hacia la barra.
—¿Para qué quiere la comida? Aparte ¡Yo le dije que no podía beber, voy a conducir ! —Hablábamos muy fuerte por el sonido de la música.
—La comida, para comerla y una cerveza no es nada. —Le resté importancia.
—Acabamos de comer.
—Eso fue hace una hora —Le recordé.
—¡Pero si pidió tres cangrejos!
—¿ Y no fue hace una hora?
—Sí, pero...
—Ahi está, no me discuta más porque me da más hambre. Y hablando de eso ¿Cuál va a cantar primero? —Me emocioné.
—¡No, no, no! Yo no cantaré.
—¿Entonces a qué vino?
—No lo sé, no tengo ni la más mínima idea —Miraba el lugar mal.
— Pues si usted no canta, yo sí que lo haré.— Me levanté y fui hacia la cabina de audio, de la cual además de pedir la canción que quería, tomé unos lentes con luz, una peluca morada, un sombrero y una boa de plumas rosa. Después fui directo al escenario. El señor Alexander me miró curioso y divertido.
... Si tú me hubieras dicho siempre la verdad
Si hubieras respondido cuando te llamé
Si hubieras amado cuando te amé
Serías en mis sueños el mejor hombre
¡Si no supiste amar, ahora te puedes marchar!...🎶 — cantaba con movimientos exagerados haciendo un verdadero show.
Cuando terminé fui a la mesa, las cervezas y la hamburguesa estaban ahi.
—Le apasiona cantar.
—¡Claro que no! Solo cuando me han roto el corazón.— Le confesé.— Me gusta pasarla bien y reír para no pensar en las cosas que sucedieron.
—¿Joaquín la trató muy mal? — Al preguntar eso se quitó un peso de encima y se le notaba.
—No, lo cual fue lo peor. Hasta el último momento fue amable, servicial, simpático y alegre. Pero eso no impidió que se besara con 3 chicas diferentes delante de mí.
—Lo lamento.
—Ya le he dicho que no es su culpa, no es la culpa de nadie. Tal vez el destino no me quería a su lado, parece que él todavía no se decide, no sabe qué hacer con su vida. Y yo quiero a un hombre que sepa lo que quiere. —La chica regresó a entregarme las costillas.
—Disculpa —El señor Alexander llamó a la chica— Ya sé lo que quiero, ¿Podría traerme algo salado? Tal vez maní. —La chica nos asintió y se fue. —La entiendo perfectamente, es bueno estar con alguien que le guste lo mismo, que compartan algo.
—Sí — Tomé una costilla y al momento de alzarla el señor Alexander tenía la misma costilla tomada. Se la dejé y tome otra. —Y ahora que puede disfrazarse... ¿Cantará alguna conmigo? —él rió nervioso.
—No lo creo señorita Valeria, no es algo que haga.—Miró al chico que estaba cantando.
— Pues yo sí.
Le bebí una gran cantidad a la cerveza y me dirigí a la cabina, pensando en cual podría cantar ahora. Cuando por fin me decidí a una, salí hacia el escenario.
Es nuestro gran problema del siglo XXI no busques más a un hombre que no queda ninguno...
... ¿Dónde están los hombres?
¿Dónde se han metido?
Si no están casados, son medio raros o aburridos.
¿Dónde están los hombres?
Que yo no los veo
Si no son tramposos
Son mentirosos o tienen miedo... 🎶— Canté desde el fondo de mi corazón. ¿Tan difícil era un esposo? No pido gran cosa, no pido que sea millonario, ni famoso, solo que no viva con su madre ni cerca de la mía.

—¿Qué tal? —Me quité los lentes, con tantas luces me estaba mareando.
—Inspirador —comenzó a reír, yo bebí y me comí otra costilla.
—¿No va a cantar conmigo la de con todos menos conmigo? Yo le hago los coros. —Le cerré un ojo.
—De verdad.
—¡Vamos! O tendré que cantar la de virgen de las vírgenes y no le agradaría para nada.
—Con usted no se puede discutir— Me miró con complicidad.
Al final no fue solo una cerveza, cantamos y bailamos hasta las tres y media de la madrugada, no dejó quitarse la corbata pero sí se puso una peluca de afro y unos lentes de luz.
Aunque no dejé que bebiera demasiado, ya que en la calle seguía lloviendo y él tenía que conducir, pero a mí sí se me pasó un poco la mano.

~~~

—Creo ya debemos irnos —Arrastré un poco las palabras.
—¿No se siente bien? —Me tomó entre sus brazos.
—No bebo— le susurré.
—¿No bebé con frecuencia? ¡Oh Dios! ¡Y se las tomaba como agua!
— Me voy a dormir. —cerré los ojos.
—Espere, pago y nos vamos — Me puso en una silla y él se dirigió a la barra, yo me recosté sobre la mesa, me sentía con mucho sueño y no podía enfocar bien. No sé cuánto tiempo pasó.— Listo, vamos — pasó mi mano por sus hombros y se suponía que yo debía caminar, pero no lo hice y me traía arrastrando como trapo. — ¿Podría poner de su parte? —Me preguntó al salir
—¡Oh, señor Alexander! No estoy tan ebria.—Dije guiñándole  un ojo o almenos intentandolo.
—Para abrir el paraguas, señorita Valeria. —Me aclaró.
—Sí —Me puse de pie pero tambaleaba un poco. Él se comenzó a reír —¿Se está riendo de mí? —Dije con indignación.
—Sí —Soltó una carcajada.
-Que bueno que lo divierto, señor Maldonado.
—Hace mucho que no reía tanto.—Miré hacia el auto, de pronto se me bajó la borrachera.
— ¿Y hace mucho que no se divertida tanto? —Me puse nerviosa.
—No.
—¿Y hace mucho que no le robaban las llantas del auto?
—¿¡Qué¡? —Volteó rápido y corrió, sin paraguas. Fui detrás de él pero la lluvia me golpeaba, traspasaba el abrigo negro que tenía y también vestido color mostaza. Me estaba empapando. ¡Ahora no podré devolverlo! —¡No puede ser! —Se quejaba el señor Alexander.
—Señor Alexander. —Traté de llamar su atención. —Hay que irnos, hay que entrar para llamar a un taxi. —Me miraba, no sé de qué humor estaba porque la lluvia y la cerveza se unieron para nublar mi vista.
—Llamaré al seguro. — Se estaba resignando.
—¡Señor, debemos entrar ya!— Aún miraba su auto. —Es una trampa, roban las llantas para que no nos podamos mover de aquí y llegan también a asaltarnos.
— De acuerdo. — Aún y con todo su enojo. Me ayudó a moverme más rápido.
Pero era tarde, estabamos:
En primera mojados.
En segunda sin auto.
En tercera unos tipos se nos acercaban no creo que para saludarnos.
Y en cuarto lugar yo estaba despedida.
—¿Me podría dar su hora? —Dijo uno amenazante, la lluvia ya no se sentía estábamos completamente empapados.
—No creo que quieras solo la hora. — Respondió el señor Alexander resignando. Los tipos comenzaron a acorralarnos.
—¿Val? — Uno de ellos que tenía en frente me llamó.
—¿Sí?
—¿Eres tú? —Decia extrañado.
—Sí ¿Quién eres tú? —No podía ver ni reconocer la voz.
—¡Soy Juanito!
—¿El tunas? —Lo reconocí.
—Pues obvio. ¡Chicos, es la Valeria!
—¿Cómo puede ser? La Valeria ya ni vive aquí.
— Sí, soy yo. ¿Jonny? ¿Eres tú? —me giré para tratar de verlo.
—¿Val? Pensé que desde que saliste de este barrio no frecuentabas los bares.
—¿Cómo voy a olvidar estos lugares? Si son como mi casa. — Nos olvidamos por completo de toda la situación y comenzamos a platicar. Entramos los ocho al bar para ya no mojarnos más.
—No pues, no sabíamos que era tu auto.
—¡Oh, no! No es el mío es de... — pensé un minuto, si decía que no era nada mío iban a robarle de todos modos —Mi novio — el señor Alexander estaba realmente confundido. Parecía estar en shock.
—¿Ya andas con alguien más parado? ¡Esa es mi Val! — Jonny volteó a ver a los demás. — Paguenme. ¡Les dije que la Valeria no se iba a quedar solterona!
—Jonny — Ignoré tales comentarios. —¿podrías regresarnos las llantas?
—¡Claro! Faltaba más. ¡Yo mismo te las pongo! — Contaba el dinero que le habían pagado los demás.

LA NIÑERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora