FIESTA

3.7K 364 11
                                    

—Señor Alexander —Abrí la puerta de su oficina sin tocar. Ya sabía que no estaba haciendo nada importante con Paula.
—¿Por qué no toca? —Me miró mal.
—Tengo que hablar con usted de algo importante.
—¿Ahora? —Miró con ironía todos los papeles que tenía en su escritorio.
—Sí. —Lo pensó un segundo.
—De acuerdo —Suspiró. —¿De qué quiere hablar?
—Del cumpleaños de Michelle.
—¿Por eso viene a interrumpir? ¿Ya decidió que quiere? —Volvió a sus papeles.
—No lo sé pero ¡quiero hablar! —Fui hasta donde está su silla, la giré hacia mi y me senté en el escritorio. — Creo que debemos hacerle una fiesta, ella me dijo que no le han hecho una.
—No me lo ha pedido. —Se recostó en su silla mirándome.
—Pero esas cosas no se piden. ¿Qué es eso de preguntarle qué es lo que quiere? No hay nada más bonito que un regalo que usted crea que le va a gustar y que sea una sorpresa para ella. Un regalo del corazón significa mucho más.
—Pero puede que no le guste, mejor solo que me diga lo que quiere.
—¿Por qué no mejor nos deja trabajar? —Paula me dijo fulminante.
—Un segundo —La ignoré. — ¡Por favor! Un regalo es lo más hermoso, porque eso significa que esa persona pensó en ti.
—Señorita Valeria, no tengo tiempo. Y viajaré ese día.
—¡¿Qué?! —No podía creerlo. —Pero su hija cumple quince años.—Dije con tristeza.
— Lo sé y nadie lo siente más que yo pero así es el negocio.
—Los niños crecen rápido, señor y si usted se pierde de estos pequeños detalles el día de mañana se arrepentirá.
—Ella lo entiende, no es la primera vez.
—¿Entonces me quiere decir que ella ha pasado su cumpleaños con Adela y Andrés solamente?
—Sí y no se ha quejado ni una sola vez.—Trataba de insinuarme algo.
—¿Y qué pasaría si el regalo que quiere su hija es a usted? Que usted se quedara con ella en su cumpleaños.
— Negociaria con ella.
—¡No puedo creer que sea tan insensible! —grité indignada y salí de la oficina, me ponía triste su posición.
Los siguientes días lo ignoré rotundamente, no le dirigía la palabra,deje de hacer las cosas que cotidianamente  le hacía como: arreglarle la corbata, no le limpiaba la cara cuando un poco de salsa le saltaba a la hora de comer, no le arreglaba su cabello cuando algo estaba mal con este.
Pero en cambio organicé una fiesta sorpresa para Michelle, compré una pluma grabada con el nombre de Michelle como carnada y fui a ver a la abuela varias horas al día para poder acabar el suéter que Michelle quería, ella quería uno de marca desde hace mucho pero yo no podría pagarlo ni con dos quincenas de mi sueldo. También le dije a mi mamá que me ayudara a hacer el pastel y ella acepto encantada.
Mi mamá aprecia mucho a las niñas, dice que se engaña a si misma  pensando que son sus nietas. Ya tenía el pastel, el regalo y Andrés haría bocadillos, invite a todos los conocidos de Michelle y solo faltaba algo…
—¿De verdad tenía que ser yo? —Andrés se quejaba.
—¿Que otra persona podría vestirse de payaso? —Le contestaba mientras le ajustaba el traje.
—Bastaba con que invitara a Paula, ella ya usa el maquillaje —Me reí.
El señor Alexander se fue junto con Paula en la mañana, justo después de que las niñas se fueran a la escuela.
En la mañana le dí la pluma a Michelle deseándole feliz cumpleaños, la reunión que hice en la casa es sorpresa, ella no se imaginará nunca esto.
—No puedo creer que al señor Alexander no le haya importado lo que dije.
—Entiendelo, es su trabajo. — Decía poniéndose la peluca.
—Lo sé —Me rendí —Comprendo que debe trabajar para mantener la vida que… me he acostumbrado a tener en estos meses — Andrés rió. —Pero no por encima de su hija.
—¡Vamos! Anímate —Dijo mientras tomaba una charola con bocadillos, los favoritos de Michelle y caminábamos juntos hacia la sala.
—No puedo, yo he pasado cumpleaños sin regalos, sin felicitaciones. —Tomé un bocadillo.
—¡Ya sé! —Andres anunciaba una idea— Si te digo qué es lo que te regalará el señor en tu cumpleaños ¿Te sentirás mejor?
—¿Me regalará algo el día de mi cumpleaños? —Me sorprendí.
—Él sabe que no se lo perdonarias si no te regala nada.
—¡Dímelo! —Comencé a morderme las uñas.
—Dinero.
—¿¡Qué!? ¿Cómo supo que quería eso?— Me asombré.
Tocaron el timbre, mandé a la abuela por las niñas y por como es la abuela, sé que llegarán una hora más tarde.
Los invitados estaban llegando, mi madre llegó con el pastel y los chicos ponían música de su agrado. Andrés atendía a los muchachos vestido de payaso. Y pensaba que no iba a ser divertido.
Cuando ya todo estaba listo, todos nos quedamos en silencio y nos escondimos, aunque era una tontería porque la casa estaba adornada por completo. Michelle, Adela y la abuela entraron y todos saltamos y gritamos ¡sorpresa! Excepto mi madre, mi madre gritó ¡Por fin! Y se aventó a los bocadillos.
Todos sus amigos la felicitaron y le entregaron regalos, perfumes, zapatos, maquillaje. Eso lo sé porque ya les heche un ojo a todas las bolsas. Le di el mío, lo metí en una bolsa de regalo que recicle de navidad y ella me abrazó e inmediatamente lo abrió.
—¡Val, es hermoso! —Dijo cuando sacó el suéter que le tejí.
—Lo tejí yo misma, linda —Nos abrazamos de nuevo. Me encantan estas niñas, son como de mi familia. Michelle se probó el suéter.
—Val, me encantó. — Estaba muy feliz, no sé si era por el regalo, por la fiesta o por ver a Andrés vestido de payaso.
Comenzó a sonar la música y de pronto la puerta se abrió.
El señor Alexander llegó con globos en una mano y una caja de regalo en la otra.
—¿Papá? —Michelle ignoró a todos y se acercó a su padre. Andrés, Adela y yo la seguimos. —¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en el aeropuerto?
—Debería, pero alguien me hizo entrar en razón —Me sonrió— ¿De qué sirve que tengas todos los regalos costosos del mundo si no tienes a tu padre?  —Se abrazaron y el señor Alexander le dió el regalo que llevaba en las manos.
—A mi no me importaría unos regalos costosos. —Adela le insinuó al señor Alexander y después se fue a seguir socializando con los amigos de Michelle.
—¿Qué sucedió?— Pregunté contenta. Mientras Michelle descubría cómo abrir la caja de regalo.
—Pasamos a la productora y le di vueltas a lo que me dijo, me convencí a mí mismo que debía ir. Pero ya cuando estaba en el aeropuerto pensé en todos los cumpleaños que pasé sin mi padre, mi madre intentaba que no pensara en eso pero siempre lo tenía en mente, mi padre siempre estaba en el negocio. Se siente muy mal y no quiero eso para mis hijas.—Volteamos a ver a Michelle batallar con la caja.
—¿Y Paula? — pregunté dudosa después de unos segundos.
—La mandé en mi representación, le firme un documento de poder y la mande sola. —Miró su reloj — En este momento ya ha de estar en el aire.
—Con razón se nubló — Contestó Andrés mirando hacia arriba.
—¡Papá! ¡Es el que quería! —Michelle no podía contener su alegría. Lo abrazó efusivamente. Era el suéter que Michelle quería desde hace semanas. —¡Gracias! ¿Cómo supiste que lo quería?
—Soy tu padre —Le dió un beso en la frente —Siempre pongo atención a lo que dices. —Michelle fue a enseñárselo a sus amigas. Yo estaba contenta pero los ojos me picaban.
— Le dije que era el que quería —Andres le extendió la mano al señor Alexander y este le dió unos cuantos billetes.
Tocaron la puerta.
—Oh, ¡Michelle! — La llamó. —Te tengo una sorpresa — el señor Alexander abrió la puerta dejando pasar un gran pastel, era bonito y se veía delicioso. —Es tu favorito.
—¿De verdad?  ¡Gracias papá! —Michelle admiraba el pastel.
—Y pedí comida de tu restaurant favorito... feliz cumpleaños, Cariño.
—Lo único que yo quería es que tú estuvieras aquí —Michelle abrazó al señor Alexander.
Algo me molestaba, me daba gusto que el señor estuviera ahí, me daba gusto que Michelle estuviera feliz, que tuviera todo lo que quería. Pero me sentía mal, odiaba este sentimiento, me sentía menos. Cómo esa vez que estaba en oferta unos zapatos que yo quería y al arrebatarselos y ganar la batalla con la señora que me los quería quitar, a fin de cuentas resultó que aún así no me alcanzaba.
Mientras todos comían del buffet que el señor Alexander mandó a comprar, yo me fui a mi habitación.
Escuchaba como la gente hablaba, como la música sonaba.

Me recosté sobre mi cama tratando de no pensar, ya que cada vez que me acordaba sentía algo horrible en mi pecho.
Unos minutos después tocaron a mi puerta
—¿Señorita Valeria? —El señor Alexander tocaba, tal vez si no le contesto…
No sirvió de nada, entró.
—¿Por qué entró? —Le pregunté. —No le di permiso de hacerlo.
—Es para que vea lo que se siente.—Fue hasta mi lado y se sentó en la cama — Andrés me lo dijo todo y lo lamento.
—¿Que le dijo?
—Que la hice sentir mal, lo siento yo solo quería que Michelle se la pasará bien.
—Yo también — me senté. —Quiero que Michelle esté feliz y yo no recordaba que ella estaba acostumbrada a todo eso. Pensé que tejiendole un suéter, preparándole un pastel… —Me reí de mi misma.
—Andres me contó todo el esfuerzo que hizo, el bello pastel qué preparo  su madre y ese hermoso suéter  que usted misma tejió.
—No se olvide que él cocinó y usted compró comida. —Lo interrumpí.
— Andrés es fuerte. —Se encogió de hombros.
—Señor, es una tontería lo siento. Pero creo que estoy celosa.
—¿Celosa? —Preguntó algo confundido. — Yo estoy celoso.
—¿Qué? ¿Por qué?  — No podía creerlo.
—Porque aunque Michelle le haya encantado el sueter que yo le regalé y lo presuma con sus amigas… el que está usando es el suyo y no se lo quita.
—¿De verdad? —No podía creerlo.
—¿Por qué no lo comprueba? ¡Vamos! Ella notó su ausencia enseguida, quiere presentarla con sus amigas.
—¿En serio? ¿A mí? —Me ayudó a levantarme de la cama.
—Sí. Y no sabía que tejía usted tan bien.—Dijo al salir.
—Yo tampoco ¿y sabe qué tampoco sabe usted?
—¿Qué?
—Que no volveré a hacerlo en mi vida. —Recordé cuántas veces por una equivocación me costaba horas de trabajo, porque no me daba cuenta hasta que ya avanzaba y veía que había tejido chueco.

LA NIÑERADonde viven las historias. Descúbrelo ahora