Escuchó tres toques suaves sobre el vidrio de su ventana y el corazón se le aceleró. Corrió la cortina y cuando deslizó la hoja, Gael se escurrió dentro de la habitación con su típica sonrisa socarrona.
—¿Nunca vas a usar la puerta? —le reprochó, mordiéndose el labio.
—Ya sabes que no... —contestó quitándose la mochila.
Dilan lo tomó de la muñeca, jalándolo. Cuando Gael cayó de espaldas sobre la cama, el rubio aprovechó para subírsele encima y comenzar una batalla de golpes juguetones y cosquillas, que posteriormente acabó en un beso acalorado. Gael enroscó ambas piernas en la cintura de Dilan, y este, envalentonado, decidió atreverse a meter una de sus manos bajo la camiseta de su amigo, quien suspiró dentro del beso, sorprendido ante el contacto.
Disfrutaron del franeleo hasta que la vergüenza los obligó a detenerse. Se miraron durante unos momentos, ambos con los labios enrojecidos, el pelo alborotado y la ropa desarreglada.
Ninguno de los dos cuestionaba el por qué todavía no había sucedido. La química entre ellos estaba implícita. Cuando sus cuerpos entraban en contacto, era como encender una chispa sobre pólvora. Sin embargo, no se atrevían a dar el siguiente paso.
Gael se sentó en la cama luego de acomodarse la camiseta. Se aclaró la garganta, pretendiendo ocultar la vergüenza que ardía en sus mejillas.
—Hoy hablé con Diego —soltó de repente.
—¿Y?
—Nada, le dije que había empezado una relación seria con alguien y que no podíamos seguir viéndonos.
—¿Qué te dijo? —insistió Dilan.
—Nada, lo entendió. Me preguntó quién era y obviamente no le dije nada, aunque sé que aunque él lo supiera no diría nada.
—Wow, creí que iba a ser más complicado.
—Yo te dije que no teníamos nada serio —se encogió de hombros—. Quedamos como amigos, es buena onda. Quizás más adelante, cuando consigas sacarte a Fiona de encima, pueda presentarte formalmente como mi... —sonrió, mordiéndose el labio.
—¿Como tu qué? —lo animó Dilan, dándole un suave empujón.
Gael negó, escondiendo la mirada. Él tenía claro que, desde el día en que confesaron sus sentimientos, habían comenzado "algo": Encuentros furtivos en la casa de alguno de los dos, besos robados en los pasillos del colegio, coqueteo discreto. Sí, tenían algo, pero todavía estaban definiendo qué clase de "algo". Ambos tenían en claro sus sentimientos, pero sabían que no podían concretar nada hasta que no se resolviera el asunto con Carolina. Querían hacer las cosas bien, aunque el deseo de estar juntos les impedía seguir solo como amigos.
—Oye... —A pesar de los nervios y la vergüenza, Dilan se animó a hablar—. ¿Por qué con Diego sí...? O sea, ustedes dos...
—No tuvimos sexo —respondió rápidamente—. No pasó más allá de lo que viste. Fue más sencillo con él porque no tenía... —se detuvo súbitamente. Dilan observó cómo se movía su nuez de Adán cuando tragó saliva y se aclaró la garganta, un gesto que dejaba en evidencia su incomodidad—. No sentía lo que siento por ti.
Los ámbares de Dilan buscaron enfrentar los cafés de su amigo. Este lo miró de soslayo, notablemente avergonzado.
La mirada del rubio lo ponía demasiado nervioso. Gael solía ser el que abordaba, el conquistador, pero cada vez que Dilan estaba cerca, toda la actitud de casanova desaparecía por completo.
—¿A qué le tienes miedo, Gael?
Al escuchar su nombre, se le erizaron los vellos de la nuca.
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Lazos
RomansaCuando una amistad crea cimientos fuertes, no existe nada que la derribe. Dilan y Gael comparten una amistad única, de esas que muchos desean tener, pero que pocos consiguen. Amigos de infancia, confidentes, compañeros en todas sus andanzas. Sin emb...