Capítulo 25: lazos

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Se había cumplido un mes desde que Gael había regresado a España. Dilan llevaba más de quince días sin saber casi nada de él; la comunicación se fue reduciendo paulatinamente hasta que un día, simplemente dejó de responderle los mensajes.

Al inicio intentó mantener la calma y sostener el pensamiento positivo y la esperanza de que al final, Gael cumpliría con su promesa. Pero los días seguían pasando y el optimismo comenzaba a desaparecer. De pronto la idea de comenzar de nuevo le sonaba tentadora, aunque en el fondo sabía que sería imposible olvidarlo, además de su corazón le había entregado su cuerpo; sus caricias todavía lo perseguían por las noches, a altas horas de la madrugada cuando dormía solo, armándose de paciencia, extrañando como nunca. Después de volver a verlo cayó en cuenta que lo amaba más que a nadie y que jamás volvería a sentir algo igual por otra persona, eso era un hecho con el que debía lidiar. No importaba si Gael no volvía a sus brazos, él se quedaría roto para siempre.

Sus días se habían vuelto una rutina aburrida y tediosa; la compañía de sus amigos conseguía distraerlo durante un rato, pero al regresar a la soledad de su hogar, los recuerdos volvían a sumirlo en ese estado de tristeza y melancolía que acababa en noches de insomnio. Y es que, por más que lo intentara, no conseguía quitárselo de la mente.

"Amor, ¿estás vivo?", fue uno de los tantos mensajes que le escribió por la tarde al quinto día de no recibir ni siquiera una llamada.

Le dolía el estómago de nervios cuando los enviaba, por un lado no quería molestar a Gael porque sabía que tenía mucho trabajo; estaba capacitando a alguien para que tomase su lugar en la empresa y según había dicho, no era una tarea sencilla porque ocupaba un puesto importante. Por otro lado la impaciencia estaba comenzando a transformarse en enojo.

—¿Tanto le va a costar enviarme un mensaje? ¡Un puto mensaje! Antes de acostarse, una llamada, ¿me van a decir que no tiene dos segundos de su apretadísima agenda para escribirle a su puto novio de mierda que está a cientos de kilómetros? —rabió Dilan en la cafetería frente a sus amigos.

—Ay Dilan, respira... —dijo Daniela.

—Espera, pero ¿qué fue lo último que te dijo? —preguntó Pablo.

Dilan sacó su celular de mala gana y revisó el chat con Gael:

—"Buenos días, princesa, recién te escribo ahora y porque mi viejo está haciendo papeleo, la verdad es que estoy hasta el cuello. Resulta que todo mi trabajo quedó sin hacer desde que me fui, esto es un desastre total. Estoy capacitando a la chica que te conté pero mi padre no quiere que la deje en mi puesto hasta que esté totalmente apta; es un poco distraída y le cuesta adaptarse. Yo creo que tiene potencial. Supongo que en un mes y medio se va a adaptar, espero que no mucho más. Me sigue como un fantasma jajaja. Te extraño mucho. La diferencia horaria me jode los tiempos para hablarte. No puedo esperar para volver y que tengamos una vida juntos. Te tengo un par de sorpresitas que te van a encantar". Y listo, eso fue todo, hace una semana.

—No, Dilan, te comportas como un noviecito adolescente idiota —reprochó Daniela—. Te dijo que está ocupado. ¿No lo estás viendo? ¡Ese chico te ama!

Dilan abrió la boca indignado.

—¡Hace una semana que no me puede mandar un mensaje! Está claro que eligió sus obligaciones y su vida en España. Ya lo hizo antes, ¿por qué no iba a hacerlo de nuevo?

—¿Estás retrocediendo o se te quemó la última neurona que te quedaba? Creo que el hombre te dio señales suficientes para hacerte superar toda esa mierda. Ahí en el mensaje te lo deja bien claro, ¿no se te ocurrió que pudo haberle pasado algo?, como habérsele roto el celular o algo así... —dijo Pablo.

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