Prefacio

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    A veces, uno se aleja de las personas que ama no porque dejen de importarnos, sino porque descubrimos que sin nosotros estarán mejor. Intentamos protegerlos de todos aquellos que quieran dañarlos, y en ocasiones, eso también nos incluye a nosotros mismos. Lo hacemos para cuidarlos.

    Cuando le dijeron que tenía que alejarse de ella y olvidarla, lo hizo sin pensar que eso solo podría empeorar las cosas. Él creía fielmente que nada iba a ocurrirle dejándola marchar en solitario. Y ahora, estaba desaparecida, como si la tierra se la hubiese tragado de repente.

    Aquello era como una sombra, escurridiza y veloz, que se movía con destreza entre los tejados de las casas. Audaz y ágil, parecía burlarse de él en la cara cada vez que se le resbalaba de entre los dedos. No podía verle el rostro, pero estaba casi seguro de que sonreía de oreja a oreja como un autentico lunático.

    Él sabía que no podía ganarle así. Era su juego, aquella sombra era el experto. Todo a su alrededor era un caos, y eso no lo ayudaba en nada. ¿Cómo vencer ante un enemigo tan bueno en lo que hace? ¿Cómo triunfar en una trampa tejida por él mismo? ¿Cómo enredarlo en sus propias redes, si él sabe dónde y cómo está hecho cada nudo?

    Descubrir las debilidades de tu enemigo puede hacer la diferencia entre ganar o perder. Él lo sabía, y era justo lo que iba a hacer. Fue entonces cuando se percató del pequeño error.

   Esos ojos. Esa boca. Solo podían ser de alguien. Y descubriendo su rostro confirmó sus temores. Entendió de inmediato que, no importaba ya lo que hiciera, jamás podría ganarle. Debes encontrar el punto débil de tu enemigo, al tiempo en que cuidas el tuyo. Él lo olvidó. Su única debilidad estaba frente a él, mirándolo de frente y a los ojos. Dispuesta a matarlo.

Rise of the Guardians: Pitch's ReturnsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora