CAPÍTULO 4

842 162 116
                                    

Continuamos viéndonos en la biblioteca: yo estudiando, tu perdiendo el tiempo conmigo. El dúo perfecto, ¿no crees?

Se podría decir que lo nuestro era un tipo acuerdo silencioso, ninguno molestaba al otro y ninguno hablaba con el otro, excepto en raras ocasiones. Pero de un día a otro comenzaste a retar mi paciencia, haciendo que llegase al limite, algo que pocos han hecho.

—¡Déjame en paz, idiota!

—Pero Draco, te verías lindo con el cabello largo.

—Cállate —me tapo los oídos sin querer escuchar más—, ¿qué no tienes vergüenza?

—Claro que la tengo, pero una cosa es mostrarlo y otra es esconderlo —comentas—. Ademas, te ves adorable sonrojado —tus ojos verdes se habían oscurecido— muy adorable.

Había agarrado el libro del que estaba estudiando, aventándolo a tu cara.

—Estoy hablando en serio, San Potter —me levanté de mi asiento y recogí todo lo que necesitaba—. Si continuas así, me veré a la necesidad de reportarte por acoso y eso no seria favorable para tu adorada reputación, ¿o sí? —sonreí.

Tus ojos vuelven al color del que tanto me gustaba pero no admitia, te veias preocupado.

—No... pero —te interrumpo.

—Entonces —te dije notablemente irritado— déjame en paz. No me vuelvas a dirigirme la palabra, ¿entiendes? Seria una pena que mi padre escuchara todas las barbaridades que me dijiste.

—No te atreverías —dijste incrédulo, y era la verdad.  No me atrevería porque todo lo que había estado saliendo en mi boca eran excusas de un chico confundido y nervioso.

—¿Quieres apostar? —hablé, y decidiste quedarte callado.

—Esta bien —aceptaste a regadientes.

—Adiós, Potter —dije yéndome de la biblioteca, pero mientras más caminaba mis pasos se hacían más rápidos y más rápidos y, después de unos segundos, me encontraba corriendo a ningún lugar en particular.

No entendía cuál era ese sentimiento de tristeza que inundaba mi cuerpo y, sin más, lloré. Lloré. Y lloré. Creo que era en ese momento en que me di cuenta que había algo malo conmigo pues no podía descifrar lo que sentía. Simplemente no podía.

Y eso hacía que me doliera el pecho y que mi mente se llenara con un sin fin de pensamientos que me confundían aun más. Harry, cuando nos volvamos a ver, ¿prometes abrazarme cuando esté confundido? Extraño tus abrazos y tus "Todo estará bien". No, eso no era lo que queria decir.

Harry, regresa, por favor.

Te extraño.

Una serie de cartas brevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora