CAPITULO 5

743 138 27
                                    

Después de aquello, no me volviste hablar.

Me gustaría decir que no me importaba estar solo mientras estudiaba, que ya debería de estar acostumbrado.

Pero estaría mintiendo.

Lamentablemente o no, el orgullo me impedía decirlo en voz alta, me impedía admitirlo a mi mismo con temor a que mi burbuja explotará, desapareciera. Tenía miedo a que, si lo aceptaba, estaría en un ciclo vicioso sin final donde yo terminaría roto, confundido y mal, muy mal.

Odiaba admitir que extrañaba aquellas platicas simples que, solo a veces, manteníamos sobre el clima, las clases y uno que otro chiste que soltabas por la boca; odiaba admitir que te necesitaba para hacerme sentir que alguien estaba a mi lado, solo por momentos, y dolía saber que yo mismo te había alejado de mi lado. Necesitaba mi espacio, necesitaba alejarme de ti.

Porque temía de lo que estaba sintiendo, después de todo, estaba tan lleno de confusión en ese entonces que prefería alejarme e intentar entender lo que sentía. Estaba tan cegado por la venda de mis ojos que me había convencido que eso era lo correcto y que era lo mejor, para mí y para ti.

Para mí y para ti.

Una serie de cartas brevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora