CAPÍTUlO 12

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Si mi memoria no me fallaba, aquel día había llegado temprano a casa, y tan pronto cuando di paso al comedor me encontré a mi madre con el celular en mano, llorando y maldiciendo a los cuatro vientos. Esa imagen me dejó estático, escuchando sus sollozos y no poder hacer nada para evitarlo más que acercarme a su lado con cuidado y posar mi mano en su hombro en señal de apoyo.

Quizá mi día no fue de los mejores pero me gustaría alegar, un poco al menos, a mi madre. Alegrarla por un instante, un pequeño momento para que olvidase todo lo malo y se concentrara simplemente en mí.

Ella dejó lo que estaba haciendo, tirando el celular en el suelo y abrazándome con fuerza, tal vez temiendo que me fuera de su lado. Nos quedamos callados hasta que decidió hablar.

—Era tu padre —me había dicho, queriendo contener sus lágrimas—, dice que no va a volver. Nunca, jamás.

Sentí un nudo en mi garganta y un dolor pequeño en mi pecho.

—¿Por qué? —pregunté sin saber cómo sentirme exactamente.

Mi madre negó repetidamente y después de un rato, sonrió.

—No importa, mi niño —susurró, secando con su pulgar mis lágrimas que no sabía que tenía, para luego besar mi frente con cuidado—, lo único que importa es que nos tenemos. 

Asentí abrazándola, hundiendo mi rostro en su cuello. No entendía nada, no en aquel tiempo. No entendía nada y, a pesar de ello, sentía que las cosas no iban a ser iguales a partir de ahora.

Ya no teníamos el dinero de mi padre para sustentarnos, supuse. Mi madre tendría que conseguir, por primera vez en su vida, un trabajo. Y yo tendría que apoyarla como siempre lo había hecho. Como siempre lo he hecho.

Y ahora, cada vez que recuerdo aquella escena. De mi madre. De mí.

¿Acaso no sabes cómo me siento desde tu ausencia todas estas semanas?

No, no como mi madre. Me he sentido vacío, solo.

Sin saber qué hacer. Extrañando tu rostro. Extrañándote cada momento, Harry Potter. Cada momento.

Una serie de cartas brevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora