Una serie de cartas breves

CAPÍTULO 13

Un día, hace mucho tiempo, Hermione llegó a mi casa como por arte de magia.

Había tocado la puerta principal de la casa, de lo cual mi madre, por obvias razones, le abrió con cara curiosa. La dejó pasar, por supuesto, al comedor en que días antes se dio lugar la tan triste noticia de mi padre.

Misma noticia que mi madre negaba en proporcionarme la suficiente información para saber lo que le había pasado. Aunque no es como si muriera, en ese entonces, por saberlo. Bajé las escaleras igual o más confundido, dejando de lado mi mascara de doble cara por un instante para preguntarle la razón de todo esto.

—Me gustaría quedarme a charlar, pero solo vengo a entregar una carta.

—Oh, ya veo —mi madre miró triste hacia mi dirección—. Una pena, pensé que mi hijo había quedado con una linda chica...

Algo en mi pecho se oprime.

—No, qué va —rie—, la cosa es que-

Como sabes, yo interrumpí a Hermione.

—Sí, madre —hablé con falsa seguridad—, ella es mi cita.

Hermione me miró sin entender.

—¡Qué maravilla! —exclamó Narcissa, mi madre—, y no pregunté por su nombre, discúlpeme.

A pesar de no entender nada, Hermione decidió seguir el juego.

—Hermione Granger —se presentó, mirada nerviosa y rizos rebeldes—, un gusto Señora Malfoy.

El ambiente se volvió tenso, mi madre sonríe triste y niega.

—Llamame Señora Black, si no es mucha molestia.

Hermione asintió.

—No, no hay problema.

—¡Bueno, entonces nos vamos! —dije queriendo romper el incómodo ambiente que se había creado—. Madre, llegaré a las nueve para que te esperes despierta y así podamos pasar un rato más juntos.

—Claro, mi niño —se acercó a besar mi mejilla—, te amo mucho.

—Igual yo —jalé la muñeca de Hermione, yendo hacia la salida, me despedí de ella no sin antes dar un último vistazo a mi madre.

—¡Adios, y suerte! —dijo, notablemente orgullosa y feliz, casi risueña.

Y no había podido dejar de sonreír, contento de haberla hecho, al menos un poco, feliz.