Capítulo XV. Movimientos Ondulantes

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Antes.

Las cartas se habían terminado por amontonar en el cajón de mi escritorio y necesitaba tomar decisiones duras en... bueno, justo en ese momento. No había forma de seguirlo posponiendo. Pero siempre que lo abría, los logos de cada uno me mareaban y volvía a cerrarlo, esperando...

-¿todo en orden?

Miré sobre mi hombro para encontrar que Yuuri había dejado de ver la película y ahora tenía sus ojos clavados en mí. Había silenciado la televisión y su mano encontró el camino hasta mi hombro para apretarlo suavemente, se veía verdaderamente interesado en lo que pudiese decir.

Ese era el momento...

-no, no realmente- contesté, en lugar de contarle todo; apoyé mi cabeza contra su hombro y escondí mi rostro en su cuello.

Me dejó hacerlo, arropándome con su cuerpo y volviendo a poner la película; lo que era un gesto enorme y agradable, estar medio recostado sobre él, sus piernas a mis costados y mi espalda en su pecho. Podía sentir su respiración tranquila y permitirme relajarme con la caída constante que eso provocaba.

Una parte de mí quería que volviera a preguntar, que insistiera, y otra aún más grande quería que lo dejara así para poder imaginar que todavía tenía tiempo.

-Yuuri...- murmuré levantando la cabeza, después de un rato de ver a Ryan Gosling intentando cambiar por completo al personaje de Steve Carell.

Sus ojos curiosos se volvieron hacia mí.

-¿sí?

Sentí mi lengua congelarse y las palabras quedarse atravesadas en mi garganta, como si tuviesen uñas enormes y se clavaran en mi carne para no salir.

-eh... yo...- debí hacerlo, pero me era imposible; la verdad era que no quería enfrentarme al posible escenario de las consecuencias de mis propias elecciones... o de las elecciones que no tomaba -te quiero.

Yuuri parpadeó, obviamente no era lo que esperaba escuchar -ni lo que yo iba a decir-, pero terminó por sonreír con suavidad.

-yo también, Víctor.

Suspiré y me volví a acomodar en mi sitio. Eso era bueno, saber que me quería era bueno, excelente... porque no sabía cómo reaccionaría y sería bueno recordar que él me quiso. Una vez.

Cerré mi puño sobre la tela de su camisa, negándome a encerrarme en pensamientos tan negativos; era posible que le gustara mi idea, que me quisiera tanto que no importara y podríamos estar juntos y... ser felices. Eso era a lo que me aferraría, cuando me atreviera a decirle, eso sería en lo que pensaría -esa posibilidad-.

Esa misma noche, Chris regresó silencioso y taciturno, supuse que habría peleado con Masumi y, por ello, no le pregunté nada; egoístamente, también agradecí el indulto, Chris insistía en que debía decirle la verdad a Yuuri y yo le prometía que lo haría, jamás lo hacía -pero no quería seguirle mintiendo-.

Me levanté y observé de nuevo cada uno de los sobres de aceptación, era ridículo pensar que la mayoría de las universidades a las que apliqué me habían aceptado y yo no había enviado ni una sola respuesta afirmativa a ninguna; vi el calendario y noté -no por primera vez- que la fecha límite de aceptación de varias estaba llegando, demasiado cerca.

Los logos de la UCL*, Cambridge, la Estatal de Moscú, Stanford... cada uno dándome una bofetada para reaccionar.

Cerré los ojos y pensé cómo decirle mi decisión a Yuuri, sólo tenía poco más de una semana para escribir a alguna de ellas y... bien, ese era el tiempo que tenía para decirle todo a él y a mis padres. No serían charlas bonitas, ni de cerca.

El tsunami al otro lado del mundo - (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora