Antes.
Las cartas se habían terminado por amontonar en el cajón de mi escritorio y necesitaba tomar decisiones duras en... bueno, justo en ese momento. No había forma de seguirlo posponiendo. Pero siempre que lo abría, los logos de cada uno me mareaban y volvía a cerrarlo, esperando...
-¿todo en orden?
Miré sobre mi hombro para encontrar que Yuuri había dejado de ver la película y ahora tenía sus ojos clavados en mí. Había silenciado la televisión y su mano encontró el camino hasta mi hombro para apretarlo suavemente, se veía verdaderamente interesado en lo que pudiese decir.
Ese era el momento...
-no, no realmente- contesté, en lugar de contarle todo; apoyé mi cabeza contra su hombro y escondí mi rostro en su cuello.
Me dejó hacerlo, arropándome con su cuerpo y volviendo a poner la película; lo que era un gesto enorme y agradable, estar medio recostado sobre él, sus piernas a mis costados y mi espalda en su pecho. Podía sentir su respiración tranquila y permitirme relajarme con la caída constante que eso provocaba.
Una parte de mí quería que volviera a preguntar, que insistiera, y otra aún más grande quería que lo dejara así para poder imaginar que todavía tenía tiempo.
-Yuuri...- murmuré levantando la cabeza, después de un rato de ver a Ryan Gosling intentando cambiar por completo al personaje de Steve Carell.
Sus ojos curiosos se volvieron hacia mí.
-¿sí?
Sentí mi lengua congelarse y las palabras quedarse atravesadas en mi garganta, como si tuviesen uñas enormes y se clavaran en mi carne para no salir.
-eh... yo...- debí hacerlo, pero me era imposible; la verdad era que no quería enfrentarme al posible escenario de las consecuencias de mis propias elecciones... o de las elecciones que no tomaba -te quiero.
Yuuri parpadeó, obviamente no era lo que esperaba escuchar -ni lo que yo iba a decir-, pero terminó por sonreír con suavidad.
-yo también, Víctor.
Suspiré y me volví a acomodar en mi sitio. Eso era bueno, saber que me quería era bueno, excelente... porque no sabía cómo reaccionaría y sería bueno recordar que él me quiso. Una vez.
Cerré mi puño sobre la tela de su camisa, negándome a encerrarme en pensamientos tan negativos; era posible que le gustara mi idea, que me quisiera tanto que no importara y podríamos estar juntos y... ser felices. Eso era a lo que me aferraría, cuando me atreviera a decirle, eso sería en lo que pensaría -esa posibilidad-.
Esa misma noche, Chris regresó silencioso y taciturno, supuse que habría peleado con Masumi y, por ello, no le pregunté nada; egoístamente, también agradecí el indulto, Chris insistía en que debía decirle la verdad a Yuuri y yo le prometía que lo haría, jamás lo hacía -pero no quería seguirle mintiendo-.
Me levanté y observé de nuevo cada uno de los sobres de aceptación, era ridículo pensar que la mayoría de las universidades a las que apliqué me habían aceptado y yo no había enviado ni una sola respuesta afirmativa a ninguna; vi el calendario y noté -no por primera vez- que la fecha límite de aceptación de varias estaba llegando, demasiado cerca.
Los logos de la UCL*, Cambridge, la Estatal de Moscú, Stanford... cada uno dándome una bofetada para reaccionar.
Cerré los ojos y pensé cómo decirle mi decisión a Yuuri, sólo tenía poco más de una semana para escribir a alguna de ellas y... bien, ese era el tiempo que tenía para decirle todo a él y a mis padres. No serían charlas bonitas, ni de cerca.
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El tsunami al otro lado del mundo - (Victuuri)
Romance|AU Maestro-alumno| Existe una teoría donde se dice que el simple aleteo de una mariposa puede provocar desastres al otro lado de la Tierra. Yuuri Katsuki, maestro en un internado para los hijos de la crema y nata de Michigan -o mucho más lejos- no...