Ahora.
Ese viernes llegué después del trabajo directamente al apartamento de Phichit -le había llamado para avisarle y él prometió comida- y, juntos, nos encargamos de montar todo, incluyendo un fondo blanco mate, lo que auguraba una sesión básica, aunque quién era yo para comprender los entresijos de la fotografía y el modelaje.
-así que...- miré todo colocado en su lugar -¿quién viene hoy?
-¡oh!- Phichit dejó lo que estaba preparando en su portátil y me miró, probablemente recordándose que había olvidado dar esa información -bueno, es un joven que está iniciando con trabajos aquí, viene de algún país europeo post Unión Soviética, creo. Ha tenido un par de portadas en revistas italianas, españolas, francesas e inglesas... ahora quiere saltar el charco.
-¿ya tiene agencia?
-oh, sí... una importante- me guiñó un ojo y supuse que era sólo en deferencia a mi escaso conocimiento sobre el mundo del modelaje que no me dijo su nombre -, también tiene ya algunos desfiles programados, ahora su agencia me llamó para ampliar su portafolio
No pude evitar escuchar el tono burlón que utilizó y sentirme cohibido, a pesar de que no había una razón lógica para ello.
-pervertido...- solté, bromeando- supongo que me iré para entonces- después de todo, se suponía que el favor sólo se extendía hasta montar todo su equipo.
-¿me dejarás solo aquí- dramatizó, una mano en su frente con rostro entristecido -, a tu débil y pequeño amigo, para que lo recoja todo?
Me erguí -puesto que había estado terminando de conectar la última extensión a la corriente- y le miró con los ojos entrecerrados ante semejante exageración; porque si era pequeño, pero no tan pequeño.
-nunca se te ha dado bien ser la drama queen- dije, negando con la cabeza -, además, no creo que cierto chico coreano piense que tu tamaño es un problema...
Aunque su tez era aceitunada, logré ver sin problema como sus mejillas se tiñeron de rojo y evadió mi mirada.
-no sé de qué hablas.
-por supuesto que no- murmuré, dejándolo pasar y caminé hasta la barra de su estudio, que no era más que un piso completamente abierto, con muros de ladrillo amarillento expuesto y techos altos con las tuberías al descubierto; lleno de luz gracias a las ventanas que cruzaban de suelo a techo todo el lugar.
El timbre sonó fuerte en el lugar, puesto que nos habíamos quedado callados y sólo se escuchaba a volumen muy bajo uno de los CD de Abba que tanto le gustaban a Phichit. Él se levantó de su sitio frente a su escritorio y abrió la puerta. No presté mucha atención, entretenido viendo una revista que había dejado en una de las mesas adyacentes a su lugar de trabajo, ni cuando lo saludó ni cuando los escuché hablar en voz baja a ambos cruzando todo el espacio hasta el área que tenía definida como una pequeña sala de descanso -con sofás, mesas bajas y un televisor-. No presté atención alguna a sus pasos tranquilos o la ropa que traía puesta...
Hasta que escuché su risa.
El sonido vibró en mi cuerpo, mi piel se erizó -reconociéndola- y cada nervio se crispó ante ella; era baja y profunda -diferente, pero familiar-, y trajo a mis ojos una riada de recuerdos, de todos los momentos en que la había escuchado antes -Cada. Uno. De. Ellos-. Permanecí ahí, pensando...
Paralizado y pensando cómo desaparecer.
-... así que podremos trabajar desde ahí, ¿te parece bien?- oí, vagamente consciente de lo que las palabras de Phichit significaban; sin embargo, no lo retuve, mi cerebro solo estaba centrado en él y en evadir su mirada. Casi como si esperara que al no levantar el rostro de la revista no me vería.
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El tsunami al otro lado del mundo - (Victuuri)
Romance|AU Maestro-alumno| Existe una teoría donde se dice que el simple aleteo de una mariposa puede provocar desastres al otro lado de la Tierra. Yuuri Katsuki, maestro en un internado para los hijos de la crema y nata de Michigan -o mucho más lejos- no...