Capítulo 3

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Sus ojos parecían reluciente porcelana fina. Es realmente hermosa y había cambiado demasiado. Jordan tenía su cabello perfectamente liso y cuidado, brilloso aún cuando no había sol. Sus ojos eran de un tono café avellana. Su hermosa piel de tono caramelo, realmente única. Sus mejillas se tornaron rosadas de ver a Henry. Ambos eran totalmente diferentes a cuando eran pequeños.
Henry aún conservaba ese cabello chino en la parte superior de su cabeza, siempre cortándose el pelo en degradado de los lados, sus ojos son de una tonalidad azul grisáceo, sus labios eran de un grosor perfecto en un hombre, con esa curvatura que los hacen irresistibles. Henry estaba delgado, pero con un cuerpo con pocos músculos, esa playera holgada verde pantano que traía le favorecía. Más alto que Jordan.

A Jordan le habían crecido los pechos de una forma perfecta en una chica de su edad. La línea de su cara era redonda y tenue, los delgados labios con un poco de brillo labial resaltaban sus ojos. Jordan llevaba puesto un suéter blanco y de su cuello colgaba un pequeño dije de un corazón a la mitad, pues la otra parte, le pertenece a Henry. Ese dije que ambos habían ganado un año después de conocerse en la feria del pueblo.

Ambos comenzaron a caminar entre las calles, sonreían entre sí y hablaban de cómo le había ido a Henry en el viaje de treinta minutos desde una horrenda y solitaria parada de autobús a unos metros de la salida de Kashmor.

Jordan llevó a Henry a una cafetería que había abierto apenas hacía dos años, ambos pidieron un capuchino. La cafetería tenía un estilo de cabaña, era muy cálida, en medio del lugar había un candelabro que jugaba perfecto con la madera barnizada. Los asientos eran sofás de cuero negro y reluciente pegados a la pared, para tener entre ellos, una mesa de mármol. En los estantes habían fotografías de la fundación, y del dueño del lugar, un joven de veinte años de lentes que sonreía mostrando sus hoyuelos. También habían muestras del tipo de cafeína que tenían a disposición.
Henry no dejaba de analizar todo su entorno, era como estar en tu casa, claro, sólo que doce años después.

–Es bueno tenerte de vuelta–. Jordan sonrió mostrando sus dientes tan blancos como una hoja de papel.
–Gracias. Realmente te extrañaba mucho. Me acordaba de ti por esto–. Henry tomó con sus dedos su parte del dije de corazón. Jordan se había sentado frente a él.

Ella no pudo evitarlo soltó una lágrima.

–No soporté estar un solo día sin ti–. Jordan tomó su mano.
El chico llegó con dos capuchinos en la bandeja. Lanzó una mirada a ambos de seriedad y, sin hacer otro gesto, dejó los capuchinos. Jordan tomó el suyo, movió un poco la cucharilla y la dejó sobre el plato debajo de la taza, la cuál procedió a tomar con ambas manos, sopló la orilla del líquido café claro y bebió un poco. Henry la miraba con una sonrisa. El entorno ante ellos no podía ser mejor, dos viejos amigos reuniéndose después de mucho. Jordan se percató de la mirada de Henry y sonrió.

–¿Qué pasa?–. Dijo ella aún sosteniendo la taza. Sus uñas de color vino llamaban la atención de lo hermosas que lucían.
–Simplemente encajo todo en mi cabeza. Estoy de vuelta aquí, contigo–. Henry sonrió y miró una vez más la cafetería.
–¿Durante el tiempo que estuviste ahí…? ¿Hicieron alguna actividad?–. Jordan bajó la taza buscando un tema de conversación.

–Nos daban clases normales, y hacían ferias de ciencias con proyectos aburridos.
–¿Qué hacían en Halloween?
–Pedíamos dulces en las oficinas del orfanato. No nos dejaban salir.
–¿Alguna vez quisieron adoptarte?–.

Henry cambió  el humor de su cara y la bajó vencido. Jordan notó lo que había hecho, esas no eran sus intenciones, incomodarlo.
–Perdón, eso fue muy grosero…
–No–. Dijo Henry interrumpiéndola. –No te preocupes. Trataban, pero mi personalidad no les “cautivaba”, todo empeoró al crecer, querían niños pequeños–.
–Eso es muy malo.
Henry se alzó de hombros cómo si no importara. Pero él sabía que le dolía el no haber sido adoptado. Veía niños saliendo de ese horrendo lugar mientras él no le caía bien a nadie. Las navidades eran un tortura, ahora entendía porque los suicidios aumentaban en esas fechas. La señora Campbell, encargada de  todas y cada una de las secciones de Kashmor, se le había acercado y con una mirada de pena y le dijo: “Te adoptarán, ya verás”. Los ánimos de Henry subieron, pero tan pronto llegó arriba de su seguridad, cayó en picada por los años que venían después.
–Mejor hablemos de lo que tienes en mente–. Henry tomó un sorbo de su capuchino.
–¿Recuerdas lo de los Creepypastas, no?–. Henry asintió. –Pues he indagado un poco en Internet y videos de Youtube… Hay un reto llamado “Fright Nights”–.

Henry dudoso no decía palabra.

–¿No te gusta la idea?
–Suena arriesgado.
–Sólo serían pequeños rituales y tonterías así. Muchos han dicho que no consiguieron nada. Sería divertido y espeluznante intentarlo; además, recuerda que siempre quisimos un Halloween así de terror–. Jordan mostraba su sonrisa de oreja a oreja. Henry también había escuchado sobre ese tipo de rituales y si hay casos en los que dichos juegos han salido bien. Jordan lucia diferente por los años, pero era igual en su forma de ser, tan alegre, segura, perspicaz y muy persuasiva.

–De acuerdo–. Henry suspira. –Los haremos. Aunque aguarda… ¿Tus padres no te medio matarían si nos encontraran haciendo rituales?
–Tienes razón. ¿En tu casa?–. Jordan sonrió.
–Desde luego. Hay que estrenarla de alguna manera. ¿Cómo están tus oadre?s?
Ambos chocaron sus tazas y bebieron de nuevo el capuchino.

–Hablando de ellos–.  Jordan se acomodó su cabellera detrás de sus hombros.. –Creo es hora de irnos. Te hicieron una cena–
–¿Enserio? Eso es muy amable–. Henry tomó la mochila a su lado, lo menos que él podía hacer era pagar. En la mesa deja dejó una generosa propina y ambos salieron de la cafetería.
Jordan tenía en su rostro una sonrisa que no podía borrar. Parecía que para ambos el año les sonreiría.

Alguna que otra persona los miraba, no reconocían al chico que estaba con ella, pero él pertenecía mucho antes aquí que esas personas. Jordan iba saludando, agitando la mano alegremente. Henry se limitaba a sonreír a todo aquel que saludaba a Jordan, o simplemente miraba la hora en su celular.

–¿No hiciste algo por lo que te recordaran en Kashmor?–. Jordan lo tomó de la mano. Ambos jamás se habían enamorado, o dicha idea jamás había pasado por su mente antes, el tomarse de la mano era un símbolo de una amistad extremadamente fuerte entre ambos, así lo demostraban desde niños.
–Ohm... De hecho hice algo de lo que no me siento orgulloso junto con otros chicos… llevará tiempo contártelo. Gracias a esa “broma” cambiaron cosas en el orfanato.
–¿Tan malo fue? –. Jordan se tornó sería.
–Casi me trasladaban a otro orfanato por el daño que hice…
–Tienes que contarme con detalle lo qué pasó–. Los ojos de Jordan se iluminaron. Ella amaba las bromas, no le importaban las consecuencias siempre y cuando fueran geniales e inolvidables.
Henry soltó una pequeña risa. –Claro que lo haré, pero no estoy listo para esa historia por ahora. Realmente hubo complicaciones y no estaban muy felices de dejarme sin castigo. Esa broma… bueno, será mejor que luego te diga.
–Ok. No voy a presionarte, acabas de llegar.
Ambos dieron vuelta y ahí estaba, la calle Harrison tan hermosa como Henry había formado en su memoria, sin nada que haya cambiado.
–¿Los Morgan siguen viviendo aquí?–. Henry miró la casa con una camioneta Toyota, la cuál, tenía dos cuernos rojos sobre el techo y una pequeña cola puntiaguda pegada debajo de la placa trasera.

–Un año después de lo que pasó decidieron irse. Ahora viven un chico y una chica que son padre primerizos.
Henry sintió gotas sobre su cabeza, la lluvia se acercaba como en aquellos tiempos donde Jordan y Henry salían a empaparse completamente sin importar que contrajeron un resfriado. Los porches estaban adornados con fantasmas, calabazas y gatos negros; unos inflables y otros de plástico. Una casa había colocado luces de navidad pero en colores morado y naranja, y, en una de las ventanas del primer piso, habían puesto una bruja de plástico, de enorme nariz verde, estrellándose contra el vidrio. Pero había una casa en particular que llamaba su atención, una casa que parecía vieja y olvidada, sin la más mínima atención por parte de un ser humano, su casa. Afuera de ella estaba el letrero de “se vende” y los vidrios habían comenzado a ensuciarse. Henry se detuvo frente a ella y comenzó a llorar del recuerdo lejano de su familia jugando fútbol en el pasto del patio trasero. Lágrimas calientes caían por sus mejillas, del dolor y el odio nació un sentimiento que golpeó su mente.
–Hey...–. Jordan lo abrazó y limpió sus lágrimas. –No te pongas triste.
Henry aceptó la muestra de afecto. La casa de Jordan estaba enfrente, a dónde se dirigían. Cruzaron la calle y, al estar del otro lado, Henry, aún con nostalgia en su pecho, vio que algo se ocultó detrás de los arbustos que crecían frente a su casa.
– ¿No vas a entrar?–. Jordan había abierto la puerta.
Henry no contestó, sólo dio la vuelta y sostuvo la puerta para entrar a casa de Jordan. No logró distinguir que era lo que les estaba observando, pero él tenía una sensación extraña, el sentimiento que había brotado de dos emociones.
Un odio creció dentro del él, alguien le había arrebatado a su familia, y Henry, juro ante la memoria de sus padres, que encontraría al bastardo que le quitó a su familia, aún así fuera lo último que hiciera.

Fright NightsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora