Capítulo 25

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El viernes por la tarde en el parque de Forest Heights escuchaban la canción de Marilyn Manson: “Sweet Dreams”, un canción que amaba Henry, pero este día era diferente, la ignoraba; ya sabe la verdad de toda su vida, lo que pasó y quién estuvo implicado; escuchar música no era su plan. Traían a la pequeña Maya con ellos, ésta agitaba feliz la cola.

Descubrir que toda tu vida fue una mentira y que eso llegó al futuro para destruir todo lo que amabas es inaudito, es un golpe enorme en la cara. Jordan y Henry caminaban pensando cómo hacer hablar a Nicholas, cómo poder lograr que soltara la lengua, Henry quería confrontarlo pero si Nicholas era capaz de hacerle eso a los padres de Henry, no había forma de estar a salvo.

Las hojas de Arce en sus tonalidades naranjas, verdes, cafés y amarillas crujían bajo las botas de Jordan. Montones de niños corrían jugando y tirándose sobre montones de hojas. Había calabazas adornando el parque que estaba listo para recibir a sus habitantes mañana por la tarde hasta caer en la noche.

La ira de Henry había estado al máximo, la fotografía rayada y esas amenazas venían de Nicholas. Y, Jordan estaba aterrada de haber dormido todos esos años bajo el mismo techo con un asesino.

–No sé qué hacer, ni que pensar. Son demasiadas cosas que procesar–. Jordan lloraba.
–Hay que mantenernos concentrados, Jordan–. Hizo que se sentará en una pequeña banca despintada.
–Mañana es Halloween, Henry –Jordan se secó las lágrimas–. El tiempo no está presionando, hoy no ocurre nada, nada en lo absoluto y sabes porqué.
–Es por eso que mañana haremos todo a nuestro alcance –Henry golpeaba su pie contra la acera–. Mañana es el juego final, lo sé. Pero debemos estar atentos a todo nuestro alrededor, no sabemos que hará Nicholas, no sabemos hasta dónde puede llegar, y no sabemos que tiene planeado, sus amenazas no eran en broma.
–Me siento mal con todo eso–. Jordan tapaba su boca evitando el vomito. Finalmente dejó caer su desayuno dentro del cesto de basura al lado de la banca.
–¿Qué piensas hacer?–. Dijo Jordan limpiando su boca.
–Debes regresar a casa, descansar un poco y actuar completamente normal. Necesitamos fuerzas para el día de mañana, hablaré con Cox, no lo sé. Esto no me deja pensar en nada.
–No puedo ir a casa.
–Debes hacerlo si no sabrá que algo anda mal.
–No, Henry.
–Estarás bien –Tomó su mano–. Hazlo.
Jordan se levantó sintiendo mareos, pero tenía que irse. –Nos vemos luego.
–Descansa.

El viento levantó algunas hojas, Jordan había desaparecido entre el camino, Henry miraba las hojas chocando contra sus pies. Tenía una oportunidad para enfrentar a Nicholas, no sabía cómo, no tenía pruebas fundamentales para llevar a la policía, no tenía nada más que ese ritual. Tenía que “atacar” con un golpe rápido para que Nicholas lo diga todo; para que Nicholas no pueda hacer un daño; para hacerlo pagar.

–¿Pensando un poco?

Henry levantó la mirada, vió a esa mujer; mayor, su cabello corto con canas, con esa descendencia mexicana y esa mirada dulce y un tanto imponente. Esa mujer tan amable y humilde que haya conocido, -si deja atrás los intentos de atropello-. Jamie sonreía de manera amable.

–Descubrí más de lo que quería–. Dijo Henry con un mueca en su rostro.
–Te diré un dicho que se dice en México, Henry –Se sentó a su lado. Acarició a Maya–. “La verdad no peca, pero incomoda”.
–Qué sabio.
Jamie sonrió. –Sí, Henry. Marcus jamás habló conmigo de ti, en manera profesional jamás pude saber mucho. Lamentablemente hay cosas que aún te faltan por vivir de todo lo que dije el sábado.
–No quiero ni imaginar lo que está por pasar, no estoy listo –Lagrimas caían por sus mejillas–. Sé que me dijiste que los debo afrontar con la frente en alto, pero no sé si puedo lograrlo.
–Escúchame –Sacó un pañuelo y limpió su rostro melancólico–. Debes hacer esto por ti, dejar todo atrás y obtener esa segunda oportunidad. 
–No debí de haber venido aquí en primer lugar.
–No se puede escapar del destino, Henry. Solo puedes retrasar lo que te espera. Mira, tengo algo para ti. Jamie sacó de su abrigo una pequeña cruz blanca.
–Gracias.
–Llévala contigo –Miró la cara desgastada de Henry–. Lograrás pasar esto, lograrás superarlo. Pero debes sobrevivir a esta tormenta, estarás bien sin importar lo que pase. Te pido que el día de mañana tengas mucho cuidado.

Henry asintió agradecido. Jamie le frotó dulcemente la espalda. La madre de Marcus sonrió una última vez, se levantó de esa banca y siguió caminando tranquilamente.

Henry recorrió su casa, el piso de arriba, pasando cada habitación como si fuera a dejarla, simplemente él quería estar preparado para cualquier golpe que viniera, no estaba seguro si iba a sobrevivir pero haría justicia.

Después de haber estado yendo de un lado a otro encendió la televisión, las noticias pasaban por asuntos de suicidio en Camryl Lane en agosto de ese año, el carnaval de Halloween que era un completo éxito en Hillcrest Hells y cómo mañana harían la enorme fiesta en ése pueblo. Kashmor era anunciado por el suicidio de Molyca, etc…

Maya tomaba agua de su platón de plástico morado y comía croquetas en uno de metal. En la calle anochecía, había niños jugando con sus disfraces y presumiendo lo que serían a sus amigos. Henry se acercó al teléfono en la pared de la cocina, marcaba el número de la casa de los White; pasaron segundos en los que el tono sonaba en espera de ser contestado.

–¿Henry?
–Sí, Jordan. ¿Cómo está tu papá? ¿Qué hace ahora?
–Está enojado conmigo, dice que actúo raro con él. No puedo evitarlo. Apenas pude dormir por una hora.
–Mantén una imagen, Jordan.
–Es difícil, me incomoda mucho estar a su lado.
–Necesitamos que no sospeche. ¿Y tu madre?
–Ella está cocinando, no puedo imaginar su expresión cuando le digamos que mi padre es un asesino.
–¿Escuchas eso?
Ambos guardaron silencio, había una tercera respiración en la línea.
–Me tengo que ir–. Dijo Jordan.
–¡No, espera!
Jordan colgó.
Henry volvió a marcar, nada. Ocho llamadas y Jordan ni contestaba. Henry estaba asustado, ¿Nicholas los habría escuchado?

Henry corrió escaleras arriba, iría por su chaqueta y después saldría a buscar a Jordan. Había una parte del enorme espejo que seguía ahí; Henry observó su rostro con ligeras ojeras, su mirada era cansada, tenía rasguños, no la tenía así hace un instante.

Trató de subir las escaleras faltantes, pero cayó del cansancio golpeándose la cabeza. Maya lamía la mano de Henry pero éste no se movía.

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