Capítulo 4. "Convencerse"

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Justin intentaba concentrarse en un libro que estaba leyendo pero la voz de Nadine lo distraía. Le era imposible despejar su mente cuando ella estaba presente.

No paraba de hablar de la boda, los preparativos y la susodicha cena de compromiso.

—¿Qué dices si compro la tela del vestido? ¿O mejor lo compro ya hecho? —volvió a preguntar mientras revisaba su cuaderno de notas—. No sé cuál sería la mejor opción.

—Lo que quieras, cariño.

—Bueno, chequearé ambas opciones —asintió con la cabeza—. Mejor hablemos de la cena de compromiso. ¿Ya tienes a tus invitados?

—Sí.

—Perfecto —sonrió entusiasta—. Será una cena maravillosa. Toda nuestra familia y amigos estarán presentes, ¿no estás emocionado?

Pero él no respondió. Dejó de escucharla y se concentró en leer. Claro, Nadine no pudo ignorar el hecho de que no le estaba prestando ni la más mínima atención.

—¡Justin! —exclamó algo molesta. Colocó sus manos en ambos lados de su cintura y lo miró con los ojos entrecerrados—. Te estoy hablando, ¿acaso no me escuchas?

El ojimiel suspiró, cerrando el libro.

—No tienes que gritar —bufó, mirándola un tanto aburrido—. Ya te he dicho que tú eres quien toma las decisiones. Lo que elijas está bien para mí.

—Pero eres mi prometido, Justin —apretó los labios—. Tu opinión también importa.

—Cariño, yo...

Lo interrumpió abruptamente.

—Algo te pasa, ¿cierto? —enarcó una ceja, mirándolo interrogante—. Llegaste muy tarde ayer por la noche. ¿Dónde estabas?

«Otra vez con las mismas preguntas», pensó él.

—Ya te dije. Salí a tomar un trago con mis amigos.

—Últimamente estás saliendo demasiado a tomar tragos con tus amigos —dijo con recelo.

—Bueno, tengo el derecho, ¿no? Trabajo demasiado y necesito relajarme un rato de vez en cuando.

Nadie sonrió de costado y se le acercó despacio para luego sentarse en sus piernas.

—Siempre que quieras quitarte el estrés, puedes venir y follarme, bebé —habló con voz sensual. Nadine depositó pequeños besos en su cuello y mandíbula, bajando sus manos por su abdomen y pecho—. Yo nunca me negaré.

Justin esbozó una media sonrisa y acarició su mejilla.

—Lo sé, cariño.

—¿Te parece si hoy salimos a comer algo? El día está lindo y hace mucho no salimos juntos.

—Salimos a comer juntos el miércoles —rió entre dientes.

—Pero hoy es sábado. Es un día nuevo.

—Tienes razón —concordó—. Bien, ¿a dónde quieres ir? O bien podríamos quedarnos aquí y preparar algo de comer.

—Sabes que no sé cocinar nada.

A veces olvidaba por completo que su novia y futura esposa no sabía hacer nada. O mejor dicho, no sabía las cosas básicas para sobrevivir. Nadine no sabía ni cocinar ni fregar ni limpiar. Únicamente conocía de modas, dinero y maquillaje. Sus padres siempre la mimaron. Al ser hija única tuvo todos los privilegios para ella sola. No la juzgaba pues ella no tenía la culpa de haber sido criada con todas las comodidades de una niña rica pero tampoco se preocupaba por aprender a hacer cosas más útiles. No obstante, las cosas cambiaron para la familia Holden desde que Zak Holden quedó en bancarrota. Bueno, casi en bancarrota.

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