Cuatro: Disco Night

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La gente se le quedó mirando a Gumball, pero luego lo olvidaron y siguieron comiendo y bailando.

—Vaya... —Dijo este decepcionado, no solo por la reacción de sus amigos—. Me esperaba algo más... chulo.

—¿Hablas del local?

—Sí.

—¿Pero qué dices? —A Darwin le brillaron los ojos—. Esto es maravilloso!!!

—Emm, Darwin, ¿estás viendo lo mismo que yo? ¿O por lo menos la realidad?

Darwin veía un local con muchísimas luces, comida y diversión. Gumball uno con un par de lámparas, de chuches y a la gente haciendo el tonto.

—No! —Gritó, y se fue hacia la música, donde estaba Carrie.

—Vale pues, a bailar.

Una hora después:

Gumball había estado con Penny, Tobías, Joe y Leslie. Lo que más había disfrutado era con su novia, con la que había acordado que las canciones lentas bailaría con ella.

—¡Por supuesto! —Se sonrojó ella, y se alejó alegremente.

El gato azul se quedó sin nada que hacer.

—Bueno, una hora bailando y ya la cosa no tiene gracia... ¡Es todo el rato lo mismo! —Protestó en voz alta.

Caminó hacia una silla vacía al lado de la mesa de ponche, y vio como Carmen y Alan cogían un vaso cada uno.

—Por nosotros —Exclamaron a la vez, y después rieron flojamente.

Estos se alejaron. Gumball se sentó con una pierna encima de otra, y cogió su caso de agua. Odiaba la mayoría de bebidas.

—Tengo sed... —Bebió, pero después del primer trago se le puso mal cuerpo—. Buaaj, ¿qué era eso? —Exclamó.

—Ponche. —Respondio Alan solemnemente.

—Eso tiene más sentido... Pero es mi vaso, ¿Quién ha puesto poncho en mi vaso?

Nadie contestó.

—Perfecto...

Se fue caminando al sitio donde estaba el equipo de música, sonando al volumen máximo. Al principio se tapó los oídos, pero luego se acostumbró a la música alta.

Vio a su hermano seguir a Carrie a otro lugar, y el gato azul le paró.

—Espera Darwin, ¿A dónde vas?

—Con Carrie a las máquinas expendedoras.

—Ya veo... Yo me quedo aquí.

Se sentó en uno de los bancos acolchados que había al lado de la música, y cerró los ojos, intentando olvidarla. A la música y a las demás personas.

Ahora en su mente, solo se oían voces lejanas y música casi inaudible. Él estaba solo en su mente, que vagaba por sus últimos recuerdos.

Estaba tan relajado... Nadie parecía molestarse en mirar a Gumball, así que este no se preocupó en parecer un ser con vida. Simplemente estaba tan relajado...

Los párpados le pesaban y las imágenes y sonidos de su mente se hacían más y más reales. Las voces y la música desapareció por completo, igual que cualquier pensamiento suyo.

No entendía nada hasta que una voz suave le hablaba por dentro.

Estás cansado, ¿verdad? No me extraña. Todos los preparativos para esto... Nadie te hace caso. Es horrible. ¿Por qué no te quedas aquí tan tranquilo mientras yo me ocupo?

—Vale, pero... ¿¡Espera, qué!?

No te molestes, me he ocupado yo, y no puedes hacer... nada... Por detenerme ahora...

Gumball no podía salir de su sueño. Se estaba poniendo nervioso.

Esa voz era la primera cosa extraña que ocurrió ese día. La primera de muchas.

El juego (El asombroso mundo de Gumball) -Portada En Proceso-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora