Quince: Extraño

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—Bien, hermanos —Rió Kail—. No sé cómo o qué hacéis, pero estáis aprendiendo buenos trucos.

—¿De qué hablas, inepto?

—Esa... Magia que desprendéis, que haría estar bajo vuestro poder a cualquier otra persona, algo así como yo puedo hacerlo. Podríais controlar a la gente.

Los dos se quedaron escandalizados con la idea.

—¿Veis? No somos tan diferentes, al fin y al cabo.

—¡Eso no es cierto! ¡Jamás seremos como tú!

—Eres malo, nosotros buenos. ¡Nunca nos pasaremos a tu bando!

—Os recuerdo que aún puedo controlar a la gente, y aunque los dos juntos podáis, no lo haréis si sois... Solo uno.

—¿¡Qué!? —Gumball sabía demasiado bien lo que venía ahora.

—Eso es, enfurécete. No lograrás nada. —Rió Kail, y acto seguido se dirigió hacia Darwin—. Ey pececito, ¿Vienes conmigo?

Llamas púrpuras aparecieron en los ojos de un sorprendido y asustado Darwin, que simplemente se le quedó mirando con terror.

—¡Ah! —Sollozó—. ¡No pienso hacerte caso! ¡ERES MALVADO, Y YO JAMÁS LO SERÍA! ¡NO TE DEJARÉ QUE ME UTILICES COMO UNA DE TUS MARIONETAS PARA HACER EL MAL!

Una especie de electricidad extraña apareció a su alrededor, a la vez de Kail endurecía su rostro, y las llamas aumentaban su potencia.

—¡Darwin! ¡Ya ha pasado esto antes y no acabó bien! ¡POR FAVOR SIGUE CONMIGO! —Le gritó su desesperado hermano.

—M-me hace daño... si n-no le hago caso...

Kail sonrió.

—H-haz algo... P-porfavor... N-no puedo verle así... —Gumball miraba aterrado como su hermano flotaba y se retorcía por la ira del conejo.

—Ahora sí, ¿Eh? —Rugió este—. Solo cuando ves que tu hermano está en peligro te rindes... La verdad es que es razonable, debería haberlo probado antes.

Darwin cerró los ojos fuertemente y dejó de forcejear. Poco a poco bajó del aire, y se posó sobre el suelo tranquilamente. Abrió unos ojos escalofriantemente negros y violetas. Mucho más de lo que jamás había contemplado Gumball. Y a este le entró miedo. Estaba atemorizado, viendo como su hermano y mejor amigo estaba a punto de abandonarle.

—¿Qué, gatito? ¿Ahora vas a hacer lo que yo diga? —Kail le miró con superioridad.

—S-siempre que no le hagas d-daño a Darwin... —Se rindió.

—Ja, buena idea —Se rió de nuevo—. La verdad, no puedo matar a una persona así. Soy malo, pero no tonto.

—¿Q-qué quieres decir?

—Bueno... —Sonrió mirando a Darwin, que seguía con la electricidad en torno a él—. Si lo matara, no sería disfrutable. A él no le dolería y tú no sufrirías mucho. O por lo menos, menos de lo que podrías hacerlo de otra manera.

—P-pero has dicho que no le ibas a hacer daño...

—Oh, sí. A cambio de que tú hagas lo que yo te pida.

—Lo haré.

—De acuerdo. Ahora, vámonos de este sucio cobertizo a empezar un trabajillo que tengo pensado...

Kail soltó a Darwin, quién cayó al suelo con un golpe seco.

—D-DARWIN! —Exclamó Gumball.

Iba a correr hacia su hermano, pero Kail le interrumpió.

—Che che —Negó con el dedo—, como primera orden, te mando que no le ayudes, no le toques ni le hables siquiera.

—¿¡Cómo!?

—Es tu parte del trato, o si no...

—¡Vale, vale! No haré nada... —Luego dirigió la mirada hacia su hermano—. Pero... ¿Estará bien? Quiero decir... Lo acabas de electrocutar, en parte...

—Oh tonto, no es verdad. Es solo una pequeña descarga, para que aprenda que debe tenerme respeto. Ese pequeño pez es realmente irritante.

Kail sujetó a un perturbado Gumball de la espalda y se marcharon del cobertizo. Este pudo ver a su pobre hermano con algún rasguño mágico justo antes de que su enemigo diera un portazo.

El juego (El asombroso mundo de Gumball) -Portada En Proceso-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora