Ocho: Día responsable

95 10 19
                                    

Estuvieron estudiando cerca de una hora completa sin casi interrupciones. Los alumnos lo agradecieron, y adelantaron mucho los estudios como para sacar de media en el examen un siete.

—Si sacamos una medianamente buena nota todos, —Preguntó Masami—. ¿Tendremos una recompensa?

—Bueno. Solo si no hay ni un solo suspenso en toda la clase. —Miró a Gumball de una forma amenazadora.

Él se sintió ofendido.

—Os prometo que mañana no suspenderé. —Agregó, orgulloso.

—¿Seguro? Eso espero. Sacar una buena nota te subiría a un seis la evaluación. Espero que aproveches está oportunidad que te... Ofrezco en bandeja.

—Lo haré.

Afirmó con la cabeza, como queriendo convencerse más a sí mismo que a su profesora simia.

El resto del día pasó relajado. No les pusieron deberes (extraño al estar en primero de E.S.O.) y tenían tiempo suficiente como para estudiar un tema entero.

Pasó el primer almuerzo a las diez y el segundo a las doce, y a las dos y cuarto salieron de clase para ir a casa a comer.

Los dos hermanos cogieron el autobús escolar y se bajaron en la tercera parada. Llegaron a casa a las dos y media.

Allí estaba su padre durmiendo en el sofá.

—Hola papá. —Saludó el gato azul.

—Ehh, ¿Qué? —Se despertó este, desorientado.

—Nos habrás puesto la mesa, ¿verdad señor papá? —Darwin le preguntó.

—Uy, pues se me ha olvidado. Qué pena.

—Si, la pena es que lleguemos a casa a las dos y media después de un duro día de cole, y tú que no has hecho nada en todo el día no nos ayudes, y que ahora tengamos que hacerlo todo nosotros mientras estamos hambrientos. —Gruñó Gumball.

—Pero almorzais dos veces.

—¿Sí, y?

—Pues que debéis de tener mucha hambre... Yo desayuno cinco veces y almuerzo siete y tengo hambre a la una y media.

—¿Y después de eso comes a la una?

—Claro que no, no soy un niño de primaria que va al comedor. —Luego añadió—. Ellos comen tarde a la una y media, yo como a las doce y media.

—¡Pero es casi mediodía! ¿Y luego encima dices que tienes hambre?

—Si, a la una y media ya tengo hambre de nuevo.

—Yo no entiendo a este hombre...

—Gumball, —Interrumpió Darwin—. ¿Podemos dejar de hablar de comida? Creo que me suenan tanto las tripas que igual lo oyen desde Asia.

—Si acaso comenzar a comer.

—Exactamente.

Prepararon la mesa, calentaron la comida y empezaron a devorar sus platos a las tres.

Terminaron cerca de las tres y media, estuvieron con el ordenador media hora y a las cuatro Darwin preguntó:

—Eh, Gumball, ¿No crees que debemos estudiar?

Este quería decir que no, que aún era pronto, pero notó un sentimiento profundo que le decía que debía hacerlo. "Igual es la promesa que le he hecho a Simian." Pensó. Pero no era eso.

—Yo... Si, quizá debamos estudiar. —Le salieron las palabras sin pensar, y se quedó anonadado por lo que acababa de decir.

Pero Darwin sí que estaba impresionado.

—¿Me estás diciendo que vas a estudiar para subir tu media en Lengua?

—Eso he dicho, ya me has oído.

Anaís les oyó hablar.

—Vaya, hermanito. —Opinó—. Eso me parece algo fantástico.

—Sí, pues ya estás tardando. —Darwin señaló hacia el libro de Lengua.

Gumball lo cogió, lo abrió por la página correspondiente e intentó recordar mentalmente lo que ponía después de leerlo.

Para concentrarse más cerró los ojos, y algo sorprendente fue que no oía nada que le pudiese distraer. Cuando se quedó satisfecho con lo que había memorizado, fue cuando abrió los ojos.

El juego (El asombroso mundo de Gumball) -Portada En Proceso-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora