Capítulo 7

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Ya había transitado por el territorio De la minoridad: lindo pero de corto alcance. Además, empezaba a temer amenazas de alguna madre de chicos de esa edad, aterrada de que pusiera mi ojo en su vástago. No señoras, no teman, ya está. A diferencia de ustedes, yo me dedico a practicar el arte del ensayo y error. Mejor es probar que morir en el intento, ¿no? Mientras ustedes acumulaban fracasos y furias, yo me quito intrigas del cuerpo y mente. Pruebo y descarto, o no.

Pero la fama no es lo mío, es una de las tantas cosas que descarto. Y los famosos, menos. Sin embargo, cuando conocí a Rock Star, las cosas fueron diferentes.

Viernes y final de jornada laboral. ¿Qué hacemos? Salida de chicas y partimos a Soul, a comer. Estaba repleto de gente pero logramos una mesa. Nos acomodamos y pedimos. Cuando estaba por masticar la milanesa, hizo su entrada triunfal Rock Star y sis acompañantes de rigor. Como no podia ser de otro modos, el destino los sentó en la mesa pegada en la nuestra y al lado mío se ubicó su esclavo personal Claudio, a quien conocía de las noches de hip hop. Me hablaba como un loco mientras Rock Star no me sacaba los ojos de encima. Yo, en cambio, miraba la pantalla gigante donde Madonna se sacudía como una contorsionista, y repetía la letra haciéndole coros. Rock Star no aguantaba semejante desprecio y, caprichoso, me miraba fijo. Quienes no dejaban de acribillarlo con la mirada era Tere, María Susana y Ana, enamoradas de su imagen de chico malo y sensible. Yo, al revés que ellas, detestaba su música, no me conmovía ni un milímetro de su arte y nunca había quedado prendada de su belleza.

Comimos nuestros platos de fonda cool y Rock Star intentaba cautivar mi alma: hacía comentarios inteligentes, me miraba... yo bufaba y ponía ojos de joven aburrida.

Terminamos de comer y nos despedimos de la mesa famosa. Cuando fui a saludar a Rock Star, me retuvo fuerte del brazo y me preguntó: "¿Qué tengo que hacer para que me mires? Quiero que vengas conmigo ya". Me reí y le dije que no era el fin del mundo, que habia tiempo, pero ni lerda ni perezosa, le informe nuestro próximo destino. Llegamos a nuestro lugar, donde obviamente no entraba ni un alfiler. Al rato cayó Rock Star y si séquito. Raro el él porque no frecuentaba estos lugares lis fines de semana, cuando la horda frenética los invade; él prefería transitar la noche durante los dias de semana, cuandi podia resguardar un poco más su figura pública.

Pero en ese cruce de espacio y tiempo, empezó la cacería. Mientras intentaba seducirme, tambien le conversaba a Ana. Me bailaba --lanzado s todo porque no baila-- y me susurraba que lo hacía mejor de forma horizontal. Se me acercaba mucho; yo, nada; y Ana, muerta, porqie él seguia con el doblete.

En busca de un momento de tranquilidad y aire reparador, me senté en los primeros escalones que conducían a un mini escenario. Veloz, Rock Star se puso en cuclillas para decirme más. Vámonos juntos, me volvés loco, escapémonos de todos; mientras sus dos manos subían despacio por mis piernas. Yo las detenía a mirad de camino y le decía que fuera con Ana. Él insistía: era conmigo. Mientras, el lugar todo miraba la escena. No me voy a ir de este lugar con vos, está todo el mundo atento a tus movimientos, yo respondía al mismo tiempo que continuaba con la lucha sorda de detención de manos. Sos todo, repetía él, hasta que se dio cuenta de que no iba a cumplir su capricho. Por lo menos hasta ese momento. Y se le ocurrió la mejor forma de seducir a una chica sensible pero exigente: me invitó a tomar el desayuno a la mañana siguiente. Era original, nunca habia recibido una invitación semejante. No creí que pudiera despertarse, pero le di mi número telefónico igual  cuando salía con las chicas del lugar, no podían creer lo que había pasado. Me gritaban como enardecidas que lo viera, que fuera, que lo hiciera por ellas por lo menos. Y me fui a dormir cono un ángel.

A las once se la mañana sonó el teléfono con un Rock Star impecable. Me invitaba como un señorito a tomar el desayuno a su cuarto de hotel. Tuve que camuflarme ante tanta fan embravecida que me hubiera matado si se enteraban de que yo era la elegida para subir al piso de sus sueños.

Toqué la puerta y ahí estaba él, bañadito, con olor a rico. Lo mejor de Rock Star no fue el sexo --standard, no podía ser de otra manera-- sino su cabeza. Lo que decia mientras, lo que dijo después. Si los varones supieran que la palabra bien dicha y bien puesta gana cualquier batalla, se esmerarian más. Lástima, de esos hay pocos, casi nada. No fue el caso de Rock Star que fue un rey: inteligente, con un ego feroz pero conmovedor. Después me pidió que le ayudara a elegir el vestuario para si concierto. Puso sis cositas sobre la cama y elegimos juntos un saco Prada, divino. Mucho rock, pero más glam.

Y nos dio hambre, obvio. Bajamos semi camuflados: él, con gorra para tapar su pelo, yo mirando siempre hacia abajo, temerosa de que se me notara su cuerpo impreso en el mío. Y nos fuimos a almorzar con sus músicos a La Rambla, un bar escindido. Después se comer, nos despedimos y se fue a su show.

Al dia siguiente volvia a su cada en el exterior. Sonó ek teléfono y era él:  se despedía, me dijo que era divina, una muñeca, que me portara bien. Un caballero, de esos que no quedan.

Pense que no lo iba a volver a ver pero la vida nunca sigue el camino del prejuicio. Al tiempo, nuestra amiga en común, Analia, se casaba. Fuimos juntos en remis a la boda. Tocó el timbre y bajé. Era el mismo, genial, corriente y su ego... Durante el viaje hasta la provincia hojeamos el diario. Drexler acababa de ganar el Oscar y Rock Star estaba indignado. Me confesó que le tenia mucha envidia y lo amé, más que nunca.

A la vuelta me invito a tomar mate a su casa. Detesto esa infusión, me recuerda a mi infancia, y además tenia un final al dia siguiente. Nunca más lo vi, pero lo quiero. Para toda la vida.

BABY TRASH confesiones de una chica deliciosamente cruel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora