Capítulo 8

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Dar la cara, práctica que respeto pero encuentro poco, en general, en ek dominio masculino. Porque chicos, ¿a ver si creen que yo me quiero casar?  Tengo las mismas ansias que ustedes y algunas desmesuras más. Y a veces sólo quiero divertirme y pasar un rato de enjambre psíquico, nada más. Entonces, que mejor que el muchacho en cuestión a la hora de cerrar la puerta, haga entrega de beso, abrazo y hasta la vista, baby. No pido más.

Soy una chica afortunada porque no gasto pólvora en chimangos. Si veo que el panorama es desolador, me ajusto la chaqueta y camino con la frente en alto, total, soy una fan de ka hiper actividad. Mi trabajo no me permite otra cosa en los tiempos que corren. Asi fue como me entrevere en unos meses de estructura maníaca: del escritorio de la redacción a mi casa y de mi casa a la facultad, sin solución de continuidad. No me daba respiro y así me funcionaba.

Una noche, mi hermana organiza un asado en si casa. "Veni que va a haber alguien para vos". Instantáneamente me dio un ataque de fobia, no me quieran presentar a nadie por favor. Además, de solo pensar que iban a estar todos mirándome y especulando, me daba taquicardia. No es para mí, pero bueno, voy. Entre y ahí estaba Jota. De entrada no me gustó, para nada, y miré para abajo toda la noche, pensando en mis cosas. Y nadie amago a acompañarme. Solita y sola.

Lo seguí viendo en diferentes oportunidades, comidas, reuniones y demás. Uno de esos tantos encuentros sirvió para que me llevara a mi casa. Cuando me debia bajar, me invito a almorzar al dia siguiente, pero yo rechace el pedido. Tenía exámenes en breve y me transformo en ermitaña cuando se avecinan esos dias. Bueno, hasta la próxima.

Di mi examen y esa misma noche nos  cruzamos en una fiesta. Yo estaba sentada sobre un parlante y Jota se acercó decidido, me dijo que tenia rico olor, que queria que estuviera con él para toda la vida. Yo me reía, me reía, me reía. Sacó su maquina de fotos, me abrazo y disparó. Nunca me vi tan contenta y asombrada en una foto. Quiso darme un beso y los esquivé, no queria testigos. Toda la fiesta estaba pendiente del cuerpo a cuerpo nuestro. Jota insistía, no aguante más y le pase la lengua por toda la cara. Se le cortó la respiración, me agarró de la mano y me saco de la fiesta. Me paró en medio de la calle y no dejó de besarme. ¿A tu casa o a la mia? Y fuimos a mi cama. No sé muy bien por qué, tuve la extraña sensación de que Jota era algo más, y no me equivoqué. Fue la cúspide y el infierno, como las cosas que me gustan. No tengo términos medios, no puedo ir de a poco como hace la gente bienpensante. El gris me aburre una enormidad, soy la hija de la desmesura.

Esa semana no hacia otra cosa que pensar en él, deambulaba por la redaccion como un fantasma. Las chicas compartían el culebrón con ansiedad. Cuando llegue a casa el viernes a la noche algo decepcionada por su desaparición, en el momento que abría la puerta, sonó el ring mágico: era él. Y fuimos a comer la noche siguiente y a dormir a su casa. Yo pestañeaba sin cesar, estaba contenta.

Todavia no le habia dicho qur rn pocos dias debía viajar por cuestiones laborales a Turín y Lago Maggiore. Cuando se lo comunique se hizo el silencio.nos despedimos amorosos y lo llame desde Ezeiza con una declaración casi amorosa, ayudaba por la distancia inminente.

Bada mad impresionante que el territorio italiano. Recorría las calles otoñales envuelta en trapos para evitar el frio, sin embargo, lo unico que hacía era pensar en Jota. Voy a tener que volver a Italia en cuanto pueda porque borre de un plumazo los palazzos, los empedrados y la comida. Ese hombre habia dominado mis pensamientos.

A la vuelta, prácticamente me mudé a su casa. De cualquier manera, mantuve mi bunker. Jamás hay que cerrar la puerta y apagar la luz de todo, hay que mantener una lamparita propia. Siempre.

Fueron los meses mas intensos de mi vida. Me cocinaba, me traía flores cuando volvía, nos reiamos hasta tumbarnos sobre el piso, conversabamos hasta el amanecer como sucede en las películas y uni cree que es mentira. Con Jota todo era verdad, y el sexo...

Él me buscaba con una mirada oscura y yo me empapaba. En el baño, en la cocina, en el living; a la mañana, en la mitad del sueño, sin parar. Y yo llegue a pensar que era para siempre...

Hasta que me calce los guantes de goma rosa. Cuando empece a fregar la casa, me fregue. Lavaba los platos, hacia la cama, limpiaba los vidrios. ¿Pero con que virus me habia contaminado? ¿Me había vuelto loca? Si hay algo que detesto en la vida, es la ocupación ama de casa. Me da náuseas, no puedo tolerarlo. Pero el rol femenino me contaminó y por supuesto, terminó con el amor de Jota.

Una noche, mientras me llevaba a mi casa, me dijo que no la estaba pasando bien. Intenté convencerlo de que yo era la única que podia hacerlo feliz, sólo yo para entender sus negruras. Sólo yo para que te quedes conmigo. Fue imposible, me baje del auto y de su vida. Lloré, lloré y lloré hasta cansarme; pero el liquido de la tristeza volvía y yo seguía.

Las chicas y Standard Oil se ocupaban del zombi. Ponían la oreja y yo daba clases de desamor. Un día, me di cuenta de que habia olvidado unos apuntes -- imprescindibles, de vida o muerte como todo lo que rodea a la facultad-- en su residencia. Tenia un examen. Trague y lo llame para recuperarlos. Resoplo y me dijo que estaba en una quinta, que fuera a buscarlos. Yo todavia mantenia las llaves de su casa. Pero que fuera la ultima vez. Con taquicardia, llame a Standard Oil y le pedi que fuera mi escolta, no podia ir sola. Y juntos partimos rumbo a Parque Patricios, el terruño de Jota.

Por supuesto, en un instante apareció el texto de la Roma clásica, un verdadero sopor. Ya está, habia que partir, pero las ansias de peligro me impedían el éxodo. Le comunique a Standard Oil que debiamos arrancar todo vestigio de mi persona de esa casa. Con cara de entrega, aceptó la orden y le desvalije --de mis pertenencias-- el departamento: unas cortinas viejas, unas cacerolas abolladas, un shampoo usado, una tristeza. Y unos libros, eso era como mi propia sangre. Podia entregar a mi madre pero jamas un libro. Standard Oil apuraba la marcha. Mientras yo buscaba alguna bombacha usada por otra --que nunca aparecio, logico-- que confirmara la angustia por el abandono, Standard Oil espiaba por la mirilla. Estaba aterrado por la inminencia de la posible llegada de Jota. Ensayaba todas las repuesta que debia dar a la policia, si llegaba a acusarlo de violación de domicilio; y preparaba los puños, aterrorizado.  Yo seguia buscando, como loca,  mi edicion anotada de Edipo Rey. Standard Oil intentaba sacarme de ahi. Yo daba vueltas por la casa, llorando a los gritos, me había vuelto griega en un instante. Edipo no apareció. Deformada por tanta lagrima, accedi a los ruegos de Standard. Salimos con varios bolsos llenos de bártulos insignificantes a los 40 grados de una calle desierta de Parque Patricios. Fuego en el pueblo fantasma. Los taxis, bien gracias. Standard Oil y casi metro noventa, lleno de bolsos como una colla, intentaba consolarme y buscaba la manera de salir de ahí.

Repatriar mis cositas no me tranquilizó para nada. Jota fue el amor de mi vida y a medida que pasa el tiempo, confirmo que no va a haber ninguno como él. Nadie me miró nunca como Jota. Nada fue como lo vivido junto a él. Pero todo tiene fecha de vencimiento. Como el yogur. El tiempo logro calmarme. Y seguir buscando un hombre con esa misma mirada oscura.

BABY TRASH confesiones de una chica deliciosamente cruel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora