Capítulo 14

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Las chicas le dicen Sarna Uruguaya. Y no porque produzca picor, ni mucho menos.

Como es mi costumbre laboral, aquella vez me tocó cruzar el rio y desembarcar en Montevideo. Debia construir una nota sobre el fenómeno oriental, la Berlín del Rio de la Plata, y como siempre, cuando me subo a medios que me trasladan en el espacio, soy feliz.

Adoro Uruguay y no está de más confesar que sus nativos me desesperan; de amor y atracción. Los veo sueves, sensibles y bellos, como ningún otro en el Cono Sur. Ganara el certamen, decididamente.

A la noche, y luego de una jornada agotadora de trabajo, mi amigo Walter --qué otro nombre podia tener si habia nacido en el territorio de Artigas-- me invitó a comer afueray me llevó al lugar de moda. Pero antes me avisó que ibaa conocer a alguien. Él juró que me gustaría...

Algo arengada por mi amigo y los efectosde la noche, Sarna me sedujo. Y yo a él. El chico preguntaba cosas y yo contestaba lo que él queria escuchar. Y aunque dijera pavadas, yo le hacia creer que era brillante, casi como almas gemelas, como esas quese buscan toda la vida y un día tiene la buena fortuna de ponerse frente a frente. Nada nuevo en el arte de la hipnosis.

Cada vez nos acercabamos mas con la excusa delruido constante del lugar. Los mozos espiaban sin miramientos, hasta que Sarna me llevo me levantó  de la mesa y me subió a su auto. Y aquí empezó el maratón oriental que continuaría en varias oportunidades en tierras palermitanas.

El problema era que yo debía tomar el avión de regreso a mis obligaciones a las 8 de la mañana. Asi que hubo qje apurar e intensificar; mas de seis horas de sexo, ese no fue el problema, por supuesto. El error de Sarna fue prometer amor eterno, matrimonio e hijitos varios.

Ahora, yo me pregunto, ¿que le habría encendido semejante propuesta indecente? Apenas entré a su departamento le pregunte dónde se encontraba el baño. Me llevó de la mano como en una visita guiada. Entré y él  se quedó mirándome. Me bajé la bombacha, me sente en el inodoro y así, casi sin conocerlo, hice pis delante de sus narices. Tal vez eso haya sido lo que termino de desesperarlo.

Los ronroneos siguieron en mi cuarto de hotel. Entre jadeos y mas jadeos, Sarna me preguntaba si yo era capaz de dejar todo por él. A lo que yo contestaba afirmativamente, sin saber de que me estaba hablando, mis ocupaciones era otras. ¿Se habran enterado los varones que nosotras no necesitamos promesas de amor eterno para ir a la cama de ellos? La intimidad llevada a su maxima expresión es un arma absolutamente eficaz con algunos exponentes de la testosterona. ¿Tan fuerte le habia pegado el baño y los cuerpos compartidos que necesitó llevarme al altar en su cabeza?

Por supuesto, Sarna tenia novia uruguaya. Haciendo puchero me preguntó por qué  no habia aparecido antes en su vida, y me suplicó que lo aguantara un mes para dejar a la novia en cuestión. Error, nunca hay que creerles, pero yo caí como una imbécil.

A las 7 de la mañana y con la camisa arrugada por afuera del pantalon, Sarna me despidió con lagrimas en los ojos. Y asi empezó el intercambio de email --los míos de erotismo bestial-- y telefónico. Él seguia pidiendo tiempo, pero  cada tanto hacia vuelos rasantes en mi casa. Lógicamente, por la corta duración de sus estadias, la cama quedaba destrozada --y ni hablar de mi estado físico y mental en el trabajo-- de tanto ajetreo sexual.

Pero de amor ni hablar, él decía que sufría más que nadie. ¡Pero qué tupé! Yo llegaba a la redacción en un estado lamentable. Koko me estaba, me decía que lo único que Sarna quería era una cama gratis --con una gran actividad asegurada-- en Buenos Aires. Yo atacaba la cabeza y le prometía que no iba a caer más en la tentación. Pero lo que Koko no sabía, era que el uruguayo tenía la llave de mi casa. La hormona me pierde, sí.

Mi amiga Puni lo conocía de otros tiempos. Ella habia vivido una temporada en Montevideo y había hecho una amistad con Sarna. Y como mis amigas son de esas que hacen culto a la relación entre chicas, ella siempre lo delataba y sonar mi telefono y le dije que no podía hospedarlo, tenía demasiadas cosas que hacer a la mañana siguiente. De sólo pensar que tenía que volver a tocarlo, me daba náuseas. Las cosas con así: cuando yo quise Sarna fue el más lindo del universo; ahora se transformó en la dormidera más desopilante del Uruguay.  La picazon se acabó y los bostezos se multiplicaron.

BABY TRASH confesiones de una chica deliciosamente cruel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora