Cuándo todo termina, y eso es inamovible, el pesar acabó y llegaron las vacaciones. Las chicas y yo preparamos las valijas y enfilamos hacia La Pedrera. Nuestra decisión habia sido muy analizada: necesitábamos descansar. Eso significa lectura, playas desiertas y refugios solitarios. Por lo menos, esa era la idea inicial.
Los primeros dias el mandato estoico se cumplio. Éramos casi un cuarteto monacal, aunque de vez en cuando intercambiamos salidas cin algún que otro amigo que habia recalado en el mismo paraíso oriental.
Era enero y hacia calor, mucho calor. Pero cuando me cruce en la puerta del hotel con Ojo Negro, mis piernas se me aflojaron y me senti en el Sahara, del fuego interno. Se me bajo la presión. Era un metro noventa de hormona y mirada furiosa. En ese mismo segundo supe todo.
A los días y gracias a Martín, un bienvenido amigo en común, nos cruzamos en un bar y entablamos algo mas que acribillarnos con lascivia. Charla, seducción y baile cada vez mas cerca, hasta que llego el segundo en que nos acercamos del todo. Yo siempre había pensado que no existía nadie --del sexo masculino-- que pudiera hacerme feliz del todo, en la cama digo. Porque cuando de otros ámbitos se trata,encuentro hombres con quien pasarla bien. Pero encontrar mi propia duplicación --es decir animalidad extrema, deseo al instante y furia asesina-- en un varón, y con continuidad a pesar del paso del tiempo, es algo raro. Porque a los meses yo empiezo a aburrirme, todo comienza a ser parte de una rutina soporífera. Pero esta vez no. ¡Hurra!
Ese verano, Ojo Negro me hizo vibrar como ninguno. Y como no es facil encontrar lugares para desnudarse sin problemas en ese paraíso oriental., habia que tener mucha inventiva. Él la tuvo y yo lo seguía con confianza, a donde fuera. Cuando me llevó, un día acalorado en que la tarde comenzaba a caer, al bosque cercano a una cancha de polo, su actitud me confirmó que yo ya estaba contaminada. Nunca mas iba a poder abandonar ese cuerpo.
Volvíamos de la playa y me acerqué a su cuello, solo respire cerca. Volanteo y atravesó una tranquera. Llegamos a un lugar solitario y me arranco la ropa. Pero el metro noventa de Ojo Negro no entraba conmigo encima adentro del auto. Me arrastró afuera y me tiró sobre el capó. Casi me muero, me quedo todo el cuerpo marcado por sus dedos. Tan desencajada quedé, que cuandi todo termino, salté --asi desnuda como estaba-- y me puse a corretear entre los árboles mientras, de vez en cuando, me daba vuelta oara espiarlo. Ojo Negro me miraba, no hacia otra cosa. Me dijo que queria guardar esa imagen para toda la vida.
Peri siempre hay algún problema: él estaba esperando un bebé y ni me lo avisó. Cuando me enteré --a través de los susurros de las chicas-- se me corto la respiración. Yo creía que este chico podía llegar a ser alguien en mi vida, y no me equivoqué. Sólo había que ponerlo en el casillero correcto. Cuando me di cuenta de que yo no podia dejar de pasarle la lengua por toda su piel, supe que era mi doble. Eso: yo misma con otra genitalidad, y eso sirve solamente para eso, para el sexo. Y qué sexo. El sublime, al que casi nadie llega. Y lo extraordinario de estas experiencias es que pareciera que el tiempo se detiene; pueden pasar meses, años, que todo permanece intacto. Fue lo que me paso con Ojo Negro. Al verano siguiente nos volvimos a ver y era como si el tiempo no hubiera transcurrido, comos si no hubieran pasado los dias. Mismo calor, misma agua salada. Esta vez, fuimos una tarde a Punta del Diablo. Por suerte, no intentábamos largas conversaciones filosóficas. Con Ojo Negro eso era imposible. De hablar, ni hablar. ¿Para qué? Hubiera sido una pérdida de tiempo.
Ojo Negro se había quedado dormido al sol. Y tuvo la --¿mala?-- suerte de despertarse en el mismo instante en que yo ponía brillo sobre mi boca. Soy una profesional, despacio, de a poco, mientras lo miraba fijo; resultado asegurado. Metió mi mando dentro de su traje de baño. Corrimos al auto y arrancó, pero no teniamos adónde ir. La ruta podia ser interminable para nuestro estado. De repente, tomo un atajo y llegamos a un descampado. Me puso contra el alambrado y las vacas fueron testigo ocular y auditivo de semejante instalación.
Nada lograba detener nuestro acaloramiento perenne. El auto tambien nos albergaba cuando la adrenalina era demasiado intensa. Y como soy chiquita, él me maniobra como un maestro.
Ojo Negro es mi amante para toda la vida. Lo miro con ferocidad y tiene una erección. Me mira con esa negrura y ronroneo como un gato. Me puede y lo puedo, y nada más. Si quiero horas de sexo duro, las tengo con Ojo Negro, y cuando juego a la nena buena, me susurra cosas bonitas al oído. Es in profesional. Y lo mejor de todo esto, es que cuando siento nostalgia de su peso activo encima de mi cuerpo, como si fuéramos telépatas, aparece. Y como no podia ser de otra manera, le abro las puertas de mis ganas, constantes, con Ojo Negro.
Soy una chica de suerte. Tuve la fortuna de cruzarme con mi doble y no asustarme ante la conjetura de lo siniestro. Es mas, es algo que recomiendo ampliamente. Ahora, hay que atreverse.
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BABY TRASH confesiones de una chica deliciosamente cruel
DiversosBABY TRASH es periodista, nació en Buenos Aires y tiene 35 años. Circulo por varias redacciones y hoy escribe la última página de la revista "7 dias". Viajó por todo el mundo recopilando experiencias. Este es su primer libro.