33. De Castigos y Castigados

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Mérida se encontraba casi sin aliento luego de haber corrido durante un rato mientras era perseguida por aquel trío de pendencieros. Muchos podrían considerar que aquellas amenazas que le gritaban eran pura palabrería, pero ella no se arriesgaría a que la atraparan y averiguar si solo eran unos habladores.

Sin embargo, la sangre le hervía por el hecho de estar huyendo y no hacerles frente, pero sabía que estaba expuesta y lo mejor era buscar un sitio que le diera cierta ventaja, pero cuando quiso darse cuenta se encontraba en un callejón sin salida. Sabía que no quedaba de otra, más que presentar batalla, y ante aquello una sonrisa se instaló en su rostro, así que sin pensarlo agarró su arco y tomó posición. Si ellos iban a atacarla, pues ella iba a herirlos, aunque fuera un poco, ya que sus flechas eran deportivas.

—Juega con nosotros, te prometo que vas a divertirte —Dijo uno de ellos de manera burlona.

—¡Diversión, diversión, tendremos mucha diversión! —Canturreaba de manera psicótica aquel que había escuchado que llamaban Ed.

—No la maltraten tanto, ya saben que me gusta dar el golpe final —Indicó de manera siniestra la única chica de aquel grupo.

Ella se mantuvo en silencio mientras se concentraba en sus blancos, por lo que una vez entraron en su rango de acción ella soltó la primera flecha, la cual, gracias al grito que resonó, supo que le dio a uno de los chicos en la pierna. Ellos, al darse cuenta de que la chica no se encontraba indefensa del todo, comenzaron a avanzar con más agresividad, por lo que Mérida siguió lanzando flechas sin detenerse, algunas dieron en el blanco, pero otras se perdieron en aquel callejón.

Hasta que ocurrió lo que más había temido.

Se había quedado sin flechas.

—Shenzi, ya estoy aburrido de este jueguecito —Soltó uno de los chicos de manera fría.

—Estoy de acuerdo contigo, Banzai —Agregó la chica, sin ocultar su irritación.

—¡Yo voy, yo voy, quiero jugar!...—Soltó el otro de manera excitada y sin esperar más corrió hacia la pelirroja, la cual adopto una pose de lucha y esquivó el golpe.

—Ni crean que me voy a quedar quieta mientras ustedes me atacan —Dijo Mérida casi sin aliento.

Ella pudo mantener el buen ritmo mientras solo la atacaba Ed, pero cuando los otros dos también se unieron, ella se vio rodeada y supo que solo era cuestión de poco tiempo para que quedara indefensa y a merced de esos tres. El golpe de la chica fue el primero que impacto en su rostro, y luego una lluvia de golpes comenzó a caer sobre ella, mientras hacía todo lo posible por protegerse con sus brazos.

—Esto ya no es tan divertido —Dijo una voz ronca salida de la nada que hizo que aquel trio dejaran de golpearla y dirigieran la mirada hacia un extremo de aquel callejón, desde donde una figura comenzó a emerger desde las sombras. De piel tostada, ojos oscuros, cabello azabache y una cicatriz en su pómulo izquierdo que le bordeaba el ojo, aquel ser se veía letal y exudaba peligro con aquella mirada de querer matar a alguien.

Mérida notó entonces como sus atacantes se quedaban estáticos al ver a aquel sujeto que se acercaba a paso lento, pero letal hacia ellos.

—Nunca estoy en contra de una buena pelea —Continuó el recién llegado, quien lanzó al suelo la colilla del cigarrillo que hasta ese momento se encontraba fumando— ¿Pero no creen que es una clara desventaja tres contra una niñita?

Cuando Banzai estaba a punto de abrir la boca para decirle a aquel sujeto que no se entrometiera en sus asuntos, sintió como un puño impacto sobre su rostro tirándolo al suelo.

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