El Amor de Illumi Zoldyck

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ESCENA 1:

Hisoka observa a la inconsciente muchacha sobre la cama mientras juega con una de sus cartas. Illumi permanece detrás de él, apoyado en una de las paredes laterales de la habitación.

-Te dije que no la tocaras- sentenció Hisoka -. Podría matarte ahora mismo...

-Pero no lo harás- el tono del pelinegro se mantiene inmune a la peligrosa aura que desprende su compañero -. No sería una buena idea.

-Eres muy confiado, Zoldyck.

-Y tú no eres idiota.

El pelirrojo suelta una sonora risa que incluso logra hacer que Kiyomi soltará un quejido. Las sábanas blancas cubrían su desnudez aunque los restos de su vestido ya habían desaparecido.

-Bueno, ya se echó a perder...

Se decide por una de las cartas de corazones y empieza a acercarse a la muchacha. -Confirmaron la orden de matarla.

-Dámela a mí- la declaración de Illumi hizo que Hisoka se parara en seco -. Te daré los 500 más 500 más.

-¿Tan burdo me consideras como para ofrecerme dinero?

-E información del paradero de Machi...

Un silencio sepulcral invade la habitación. El Zoldyck sonríe, ha encontrado algo valioso con que apaciguar a Hisoka.

-Esa información la pude conseguir yo mismo.

-Pero aún así hasta ahora no pudiste, ¿cierto?- continúa Illumi -. Pero depende de ti.

La carta de 4 de corazones es guardada. El payaso se voltea hacia su viejo compañero con una mirada penetrante que le advierte que esa sería la primera y la útlima ofensa que consentiría de su parte.

-Hecho, Illumi.

ESCENA 2:

Kiyomi se despierta de golpe cuando Illumi le retira la aguja. Una persona normal hubiera quedado liciada, pero los cálculos de Illumi no fallaron: ella no era una personal normal.

Cuando los ojos aguamarina se topan con los fijos ojos negros, la muchacha suelta un grito que es rápidamente sofocado con la delgada y fría mano del pelinegro. Las lágrimas empiezan a juntarse en sus ojos, "¿Por qué sigo viva?"

-No haré nada- lo dice con una sonrisa tranquila que luce macabra.

Ella no responde, desborda repudio en su mirada y sus manos aferradas en las sábanas blancas que cubren su cuerpo, solo demuestra más su impotencia.

- ¿Creíste que amanecerías muerta?

Illumi la observa detenidamente como se la ha pasado haciendo durante las horas de su inconscencia. No es de los humanos que sentirían pena, pero aún así pudo comprender la peculiar situación: su belleza es hipnotizante y parece haberse convertido en una pesada maldición de la cual ella misma es consciente.

Él está al lado de ella, sentado en la cama y aún con su mano sobre sus rosados labios cuya alta temperatura sigue maravillándolo.

Con la otra mano acaricia la piel de la clavícula de la muchacha sintiendo la delgadez de sus huesos. Pero cumple su promesa, y esta vez no hace nada.

Se levanta de la cama en silencio seguido por los temorosos ojos aguamarina, los cuales observan como desde la silla que permanecía en un rincón, el hombre recoge un conjunto de ropa doblada.

Cuando le tira las prendas en la cama, las lágrimas nuevamente nublan su vista.

Ella la capta. Quiere que se vista delante de él.