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ESCENA 1
Ha pasado un año desde la gran explosión que acabó totalmente con la empresa MatsuHira. Nadie sospechó de un atentado y la justicia tan solo optó por declarar que dado a la total bancarrota y deudas inimaginables de ambos socios, estos habían preferido acabar con el legado y hasta quitarse la vida. Lo único que se prestó a investigación era el cuerpo sin vida hallado de la que sospechaba era la hija, y única heredera del Sr. Hira, Kiyomi Hira. La gente relacionada a ambas familias solo atinaron a declarar que ella había estado desaparecida por mucho tiempo y dado que le habían encontrado cerca del cuerpo calcinado de Matsumoto, hasta se podía creer que él mismo la asesinó o ambos optaron igualmente por suicidarse. Después de todo, el incendio había sido provocado desde la bóveda secreta de la empresa de la que sólo Matsumoto tenía una clave de acceso. Las cámaras de seguridad no habían logrado registrar nada más allá de Matsumoto y sus hombres entrando, aunque la muerte de estos últimos también se culpaba a la explosión. Porque, de cuerpos casi calcinados, no se podían sacar muchas conjeturas.
Hisoka sonríe contemplando a su viejo amigo. Hasta parece burlón, aunque ese gesto en el pelirrojo es algo casi permanente.
Acaban de contemplar una misión en común.
- A dónde irás ahora?- pregunta el payaso.
El pelinegro le devuelve la mirada.
-Dentora- contesta tranquilamente.
-Oh, una pequeña visita a la familia...
El silencio de Illumi hace que se calle. Nunca se había atrevido a mostrarse tan interesado con saber qué fue lo qué pasó con la muchacha Hira. Estaba casi seguro que él había tenido que ver con el atentado en Matsuhira, pero sí le resultó gratamente sorprendente que Illumi, a las finales, hubiera optado por asesinar a la chica. Aunque eso no era una reacción tan extraña en Illumi, el cual siempre exterminaba lo que le estorbaba o le había dejado de ser útil.

ESCENA 2
Kikyo Zoldyck estaba a punto de estallar. Con vendaje en sus ojos, al borde la histeria, atravesaba la gran propiedad de los Zoldyck. Cuando llegó entrar a su habitación, casi se lanzó sobre el pequeño objeto que guardaba en su elegante mesa de noche con bordados de oro. En menos de dos segundo, el Tun Tun de una llamada en espera retumbaba en su oído.
-Illumi!- la voz sale como un chillido.- Killua se ha ido! Escapó!
Silencio por parte de la mujer mientras que sus labios tiemblan.
-Hará el examen de Cazador.- esta vez la voz salió más controlada.- Él nos atacó a Milluki y a mí... Él me cortó el rostro... como ha crecido mi pequeñín
Más silencio. Un murmullo al otro lado de línea se escucha en él habitación.
-Anda con él, hijo. Debes vigilarlo... y no, no es una orden de Silva, es mía.

ESCENA 3
Illumi colgó la llamada con su histérica madre y soltó un suspiro. Su pequeño hermano empezaba a comportarse fuera de lo que se le permitía y eso a la larga iba a afectar su futuro como líder de la familia.
El pelinegro conducía su eterno auto negro a través de las región de Dentora. Si bien iría a ver a su hermano, aún habían cosas que atender.
Pasando al menos unas dos horas, Illumi por fin detuvo el auto en una casa un tanto alejada de La Ciudad principal. Adentro se puede deslumbrar una luz en el segundo piso a través de unas cortinas blancas.
Sin despegar la mirada, Illumi atraviesa el porche de esa casa y abre la puerta sin ninguna dificultad. El ambiente es cálido y de colores rojizos, al pie de las pequeñas escaleras hay una mujer de edad avanzada que se inclina con respeto ante él.
-Illumi-Sama.
El pelinegro la ignora y sigue su camino escaleras arriba. En el segundo piso hay sólo tres habitaciones, pero solo una tiene una puerta crema que permanece entre abierta. Al ingresar, se topa con la visión de una bella muchacha de cabellos dorados, echada sobre una cama, cubriendo su desnudez únicamente con una bata blanca transparente. Illumi la observa, sin gesto aparente en su rostro, pero sus ojos brillan maravillados.
La muchacha pretende estar dormida. Él lo sabe. Se acerca a ella y coloca una de sus manos frías sobre la piel descubierta e hirviente de la pierna de la muchacha, deslizándola hacia arriba hasta llegar a los muslos y finalmente, al pequeño "botoncito" de entre sus piernas.
Es ahí cuando los ojos aguamarina se abren y se topan con los azabaches de él.
Lágrimas de culpabilidad empiezan a llenarse cuando un suspiro se escapa de sus rosados labios ante las indiscretas caricias del pelinegro. Le odiaba, y hace mucho quería matarle,  pero algo extraño se lo impedía...
-Déjame saborearte un poco.
Diciendo esto, la coge de ambos tobillos, la acerca más a él y le abre totalmente las piernas; para enterrar totalmente su rostro en el rosado sexo de la muchacha.
Los gemidos le salen de los labios uno tras otro, un grito le sale después cuando él se monta sobre ella para bajarse las braguetas y sacar su sexo. Un tosido la aturde cuando Illumi le inserta su grueso miembro hasta casi la garganta, y su lengua lame compulsivamente  este invasor bucal.
Insatisfecho de los previos, Illumi abre parcialmente el escote de la bata, dejando al descubierto los suaves y rellenos pechos de la muchacha, con sus manos la levanta de los glúteos pegándola, para luego posicionar estratégicamente ambas piernas de la chica sobre sus hombros.
Ella cierra los ojos, para luego abrirlos casi fuera de sus órbitas a recibir las embestidas que vienen unas tras otra y parecen romperla. Pero ya hace tiempo que Illumi se ha cansado de romperla por un solo lado, por lo que pasados unos minutos ingresa su miembro por el segundo hueco que le queda a la vista y disposición en esa pose. Sin embargo la verdadera satisfacción del muchacho es disfrutar de la calidez de la vagina y de la estrechara del culo de la chica; por lo que cada dos embestidas por adelante, son seguidas por un rápido cambio de agujero y tres embestidas por atrás.
Ella grita, esta "empapadita", sudorosa y llorosa.
Desde que Illumi la había traído ahí hace poco menos de un año, dejándola a cargo de una anciana un tanto extraña, venía a visitarla al menos de dos a tres veces por mes, aunque en esta oportunidad había dejado pasar un mes y medio sin verse. Y según lo que ahora su poco más experimentada mente puede entender, era que extrañaba poder tener a una mujer.
Y esa mujer era ella. Su mujer.
Cuando el cuerpo del pelinegro empieza a estremecerse, ella entiende lo que está a punto de pasar...
-Dónde?- pregunta él con una voz ronca.
Ella no responde nada, solo abre más las piernas y se deja llenar.

ESCENA 4:
Kiyomi retoza sobre el pecho de Illumi, con los ojos puestos sobre el papel tapiz violeta de la habitación. En cambio él, pasea sus dedos en la piel sedosa de la espalda de ella.
-Me iré.- dice él.- Probablemente no vuelva en un tiempo.
Un nudo se le forma en la garganta a la muchacha. Cómo se supone que se lo diría? Qué haría ahora?
El repentino palpitar veloz del corazón de la muchacha llegó hasta el tacto de la piel de Illumi. No sabía que le fuera a importar tanto. Puede que su aguja la hubiera vuelto "más sumisa", pero el sentimiento de odio nunca podrá cambiarlo.
-Hay algo que debo decirte.
Ni siquiera el tono nervioso de la chica logra inmutarlo.
-Estoy... - dice ella pesadamente.- Embarazada.
La mano que paseaba por la espalda de Kiyomi pasa a agarrar sus mechones dorados y jalar su cabeza hacia arriba, hacia él. El ambiente se ha vuelto pesado.
-Estás segura?- pregunta él fríamente.
-Sí.
Él la suelta y se levanta de la cama desnudo. Ella lo mira con rabia.
-Yo tampoco lo quiero.- agrega ella.- Así que si quieres puedes matarnos ahora, o esperar a que nazca y llevártelo o matarlo, no me importa.
Illumi se detiene en la puerta de salida. No se voltea, solo permanece parado ahí, hasta que por fin agrega un: -Como desees.

El Amor de Illumi ZoldyckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora