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Illumi la ha llevado a una especie de hostal no muy lejos de las tierras de su familia. Es uno de mala muerte, sin duda alguna, pero es el único lugar donde ella puede estar sin despertar más sospechas de lo debido.
Por el contrario, Kiyomi observa atentamente como el muchacho recibe tranquilamente la comida traída por una de las mucamas y la deja sobre la pequeña y destartalada mesa de la habitación.
La rubia sigue después, envuelta entre las sábanas, sucia por el sexo y lodo, además de tener una facha casi destruida.
Se pone a pensar en lo enfermo que Illumi debe estar y lo enferma que ella en realidad seguro siempre ha estado como para estar aceptando tan tranquilamente todos los últimos acontecimientos.
Aunque el nombre de Matsumoto esté rondando por su cabeza, recordándole la deuda pendiente que debe cobrarle, también tiene al frente al principal ejecutor de su progenitor.
La muchacha recibe la comida sumisamente.
-No dudaste en matarlo?- pregunta ella.
Illumi la queda mirando, ningún solo gesto en su rostro.
-Por qué dudaría en hacer mi trabajo?
-No dudaste porque era mi padre?
El pelinegro volvió a quedarse en silencio. Le resulta un tanto fastidioso que la muchacha empezara a hacer tantas preguntas a las cuales él ni siquiera está en capacidad de formular respuesta alguna.
Kiyomi, por el contrario, está poco a poco alejándose de la cordura, buscando procesar todos los acontecimientos en su vida durante las últimas cuatro semanas. Aún no puede entender el porqué el flamante prometido que su padre le había conseguido, había terminado siendo el que ordenó la muerte de su padre.
Y de repente, otra vez vuelve a su cabeza que al frente de ella tenia al ejecutor.
Illumi se levanta para caminar y pararse al costado de ella.
-Deberías darte un baño.- comenta pausadamente.- Hay agua caliente.
Con sus manos desliza delicadamente la sábana del cuerpo de Kiyomi, que pertenece aparentemente serena ante ese gesto.
La bella muchacha deja apreciar su estilizado cuerpo de color porcelana, aunque este presentaba manchas de tierra en algunas partes. Él examina las amplias caderas perfectamente complementadas con un protuberante trasero cuyo tacto es viciosamente suave.
Ella se queda parada a mitad de la habitación esperando que él pase por delante de ella rumbo a la puerta de madera que lleva hacia el baño.
Con sus finos dedos, los desliza silenciosamente hacia el plato de comida semi vacío que yace sobre la mesita, logrando alcanzar un cuchillo.
Ingresa detrás del pelinegro que la espera de espaldas mientras activa la regadera, llenando de un vapor hirviente toda la pequeña estancia.
Sin embargo, él no gira hacia ella. Su rostro esboza una sonrisa justo cuando siente el movimiento muscular de empuñar el cuchillo por parte de la muchacha, calculando perfectamente los segundos que tomaría llegar hasta él.
Pero al no sentir el hincón en el tiempo estimado, entendió que sus predicciones no son correctas esta vez, el cuchillo no es para él, es para ella.
Logra voltearse justo antes que ella se lo plantara.
Ambos se miran fijamente, él sujetándola de la muñeca que empuña el cuchillo; intercambian miradas que se fulminan.
El Zoldyck la desarma sin ningún proclama.
-Qué se supone que estás pensando?- interroga el muchacho.
Kiyomi hace un gesto con los ojos del cuchillo que descansa en la mano de Illumi.
-Te dije que no te había dado permiso.- contesta Illumi.
-Matsumoto- el nombre lo deja petrificada mientras que los ojos aguamarina adquieren una mirada dureza.- . Ayúdame a matar a Matsumoto.
La petición parece sacada de una película.
Ve irá en sus ojos y le gusta.
-Y qué me darás a cambio?
Ella acorta la distancia que existe entre ellos, inclinándose hacia él y acercando sus labios a los de él hasta casi rozarse.
-De la misma forma que acabo de pagar por información.

El Amor de Illumi ZoldyckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora