3

3.4K 214 24
                                    

ESCENA 1:

La luz gris de la mañana invadió la habitación a través de una alta rendija que hacía las veces de ventana en el cuarto de esa cabaña. Illumi lleva despierto hace media hora viéndola dormir.

Ella está de costado, cubriendo su desnudez con la pesada frazada debido al frío punzante, y con su bello rostro hacía él. Con su mano libre, acaricia la curva entre su cintura y cadera por debajo del abrigo. "Sigue ardiendo", piensa satisfecho.

Aún en su mente recuerda lo tranquila que había estado la muchacha la noche anterior, mientras metía su miembro entre sus labios... como con su delicada lengua ella había lamido desde la punta hasta abajo.

"Oh diablos", gime en silencio al sentir nuevamente la lanza entre sus piernas.

Es un maldito depravado, lo sabe, pero no puede evitarlo. Se consuela asimismo que está siendo mucho más paciente y "suave" que lo que hubiera sido Hisoka con la muchacha. Aunque rápidamente retira esa idea de su mente porque tan solo pensar que el payaso la tocaba, le causa un gran disgusto.

Illumi se mete debajo de las sábanas, de costado, acercando sus labios nuevamente hacia los pechos de la muchacha y empieza a besarlos. Kiyomi, medio dormida, suelta un gemido mientras que involuntariamente arquea su cuerpo hacia él, algo que el joven no piensa desaprovechar.

Con más confianza empieza a repartir besos entre los pechos y el plano abdomen de la muchacha, hasta que finalmente esta se despierta. Los ojos aguamarina se topan con los azabache, que la miran desde abajo de su cuerpo, como un animal sediento debajo de las sábanas y adherido a su cuerpo.

Siente el jugo nuevamente saliendo de su entrepierna cuando un dedo de Illumi se desliza lentamente hacia esta, sorprendiéndola con sus movimientos en el punto exacto donde ella aveces - en la soledad de su mansión -, también le gustaba explorar.

El muchacho le levanta la torneada y suave pierna hasta dejarla sobre él y así tener más acceso a la entrada de ella.

Todo parece estar ocurriendo rápido y lento al mismo tiempo, como si eso fuera posible. Aparece la lengua de Illumi  sobre su sexo, chupando y lamiendo, repartiendo besos en sus labios inferiores y lanzando suspiros como si tuviera la intención de captarla e impregnarla solo con su respiración.

Es ahí cuando Kiyomi lanza un sonoro gemido, arqueando su cuerpo hacia arriba y plantando las uñas entre la larga y lisa cabellera de Illumi, pegando el rostro del muchacho aún más a su entrada.

-No gimas- dice el pelinegro repartiendo chupetones -. O creeré que te está empezando a gustar.

"Mejor aún", piensa para sus adentros, "Esta vez no pienso parar".

-No, esto no parará - vuelve a decir en voz alta.

 Nunca se le había estado permitido dejarse llevar por sentimientos, emociones o siquiera deseos; sin embargo, tal y como él mismo creía imposible, ha caído en el juego más antiguo de todos.  

Sus manos siguen recorriendo sin control por aquel delicioso cuerpo, a la vez que sus ojos negros van grabando cada gesto en el rostro de Kiyumi y cada reacción involuntaria que él produce en su cuerpo. Es innegable la lujuria y posesión que siente por ella. Los gemidos de ella, que van llegando uno tras otro, se han vuelto una especie de cántico que ha tomado el poco raciocinio y autocontrol que quedaba de él.

El cabello dorado se mantiene extendido sobre la cama y almohada, aunque la pesada frazada ya quedó extendida y olvidada sobre el suelo. El frío punzante del invierno en la Montaña Kukuroo parece haberse evaporado.

El Amor de Illumi ZoldyckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora