Capítulo 2

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Tras casi dos horas de vuelo, me encuentro en el aeropuerto de Denver, con muchas personas a mi alrededor. Las vacaciones de víspera de Navidad habían terminado, así que las personas regresaban a sus casas después de pasar las fiestas con su familia, lo cual, mi padre nunca hizo. 

A lo lejos vi a un hombre mirándome fijamente, quedando anonadado mientras me observaba. 

Después de varios segundos caí en la cuenta de que era mi padre. Lo recuerdo plasmado en la puerta principal de la casa mientras subía al auto con mi tía, sin dar importancia a mi partida. 

Su barba había desaparecido, se veía limpio, su corte de cabello lo hacía ver diferente, incluso la edad se reflejaba en aquellos cabellos blancos, y por su rostro pasaban esos 15 años que nos habían separado. 

Me dirigí a él lentamente, esperando alguna reacción.

—¿Papá? —pregunté nerviosa.

Sus brazos me apretaron fuertemente contra su pecho y su sollozar retumbó en mi oído. 

Un vacío se apoderó de mi, tenía muchos sentimientos encontrados. ¿Cómo podía odiar y amar tanto a una persona al mismo tiempo? 

—Alix —susurró. 

—Papá —contesté. 

Nos separamos y me miró mientras con su mano quitaba el cabello que caía por mi rostro. 

—Estás diferente —me dijo con una voz grave, que reflejaba dulzura y arrepentimiento. 

Habían pasado años, claro que estaría diferente, ya no era una niña, dentro de meses cumpliría veinte años, la edad a la que mi madre falleció. Sin embargo no le recordé cuantos años habían pasado, por más decepcionada que estaba de él, no quería que se sintiera mal y culpable, aunque así fuera. 

—¿Nos vamos? —preguntó sacándome de mis pensamientos.

Tomó mis maletas para dirigirnos a la salida, el día estaba nublado y el frío se hacía presente en mi cuerpo. 
Subí al auto que al parecer era de mi padre. Ya en el, emprendió su camino a Fort Collins, una ciudad que se encuentra cerca de Denver, de donde soy originaria. 

El silencio invadió el auto, creo que no era el momento para preguntas o reclamos, solo se escuchaban las llantas pasar por el pavimento mojado, las pequeñas gotas de agua caían sobre las ventanas, y el sonido del limpiaparabrisas se hacía presente como el sonido de un reloj.

Una hora y quince minutos después me encontraba bajando del auto, mientras mi papá sacaba las maletas de éste. 

—Bienvenida a tu nueva casa —habló cuando se dio cuenta de que observaba aquella casa tan hermosa, con una puerta grande, y ventanas con una estructura preciosa.

Nos dispusimos a entrar. Enfrente de la entrada habían unas escaleras con detalles en dorado, al lado izquierdo se encontraba la sala de estar, con unos sofás grandes y elegantes mientras que en el lado derecho se hallaba la cocina, muy elegante también, todo estaba perfectamente diseñado.

—Todos estos años... —pausó—. Trabajé para darte todo lo que te mereces —suspiró—,  y que en su tiempo no te pude dar. 

Todos quieren lo mejor para sus hijos, incluso yo también pienso darles hasta lo imposible a los hijos que en un futuro pienso tener, pero más allá del dinero y los lujos, el tiempo y el cariño es lo que de verdad forman a una persona. No me quejo, pues mi tía me dio todo eso que considero importante, pero si lo hubiera recibido de mi padre sería mejor.

—¿Mi habitación? —pregunté para quitar tensión a la situación.

—Arriba, tiene lo básico, pero si quieres hoy podemos ir a comprar algunas cosas que sean de tu agrado —sonrió.

—¿Puede ser después? Estoy un poco cansada —respondí dirigiéndome a éste.

Subí ambas maletas a la que sería mi habitación, y como dijo mi padre, me encontré lo básico: una cama, un guardarropa, una televisión y otras cosas básicas que forman parte del mobiliario de un dormitorio.

Me puse a acomodar la ropa, y una vez hecho esto me recosté en mi cama. En ese momento mi tía Marie invadió mis pensamientos.

Tomé mi celular para buscarla entre mis contactos y llamarla. Después de varios segundos ella contestó.

—Alix —dijo—, ¿cómo estuvo la bienvenida?

—Fue mejor de lo que pensaba —sonreí—, él... Es diferente

—Claro que lo es, si no fuera así no hubiera dejado que te subieras a ese avión —contestó con tono burlón—. No debes olvidar hacer los trámites para entrar a la universidad, ya llevas un semestre y no me gustaría que lo perdieras.

En los ángeles estaba estudiando administración de empresas, y sí, tenía un semestre terminado, así que este año empezaba con el segundo.

Las personas siempre buscan las mejores universidades, así que ¿por qué venir a Fort Collins si en L.A. las hay mejores? 

Mi tía me dio todo, pero la situación económica no era la mejor, nunca nos faltó de nada, pero las universidades no son algo fácil de pagar, así que venir a estudiar aquí no sería del todo malo.

—Buscaré los papeles para hacer el cambio —contesté volviendo a la llamada—. Te quiero.

—Te quiero —respondió del otro lado de la llamada, para después colgar.

(...)

El ciclo escolar había comenzado, así que después de encontrar la universidad adecuada, tuve que ir a inscribirme y a dejar los papeles correspondientes para iniciar el curso lo antes posible.

—Esto sería todo —contestó una señorita mientras guardaba la información en la computadora—, en un momento te entrego tu horario —concluyó-

—Gracias —sonreí amablemente.

—Daniel Montgomery —dijo la asistente de la directora.

Sin dudarlo dirigí mi vista hacia aquel chico que se encontraba justo en frente del escritorio de la asistente.

Era sólo un poco más alto que yo, piel aperlada, cejas pobladas perfectamente, su cabello era más largo de lo usual, pero con unos rulos no tan definidos, y sus ojos… Cómo olvidar sus ojos cafés, si en ellos pude verme reflejada perfectamente cuando se posaron en mi rostro.

—Pasa —le indicó la señorita, y fue ahí cuando quitó su mirada penetrante de mi para entrar a lo que se supone era la oficina de la directora. 

—Señorita Woods —dijo alguien mientras me sacaba del shock en el que había estado sumida unos segundos—, su horario —continuó mientras me miraba como si llevase tiempo tratando de llamar mi atención. 

—Sí, gracias —sonreí para después salir de las oficinas.

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