Podría jurar que nunca le dije a Adam donde vivía, él se veía tan seguro, tan convencido de que así fuese, pero no. Yo sabía que él estaba mintiendo.
—¿Y bien? —crucé los brazos sobre la mesa donde nos encontrábamos—, ¿cómo va tu día?
—Digamos que lo mejoraste —no pude evitar sonrojarme por el cumplido que había recibido de su parte—, ¿cómo va el tuyo?
—Soy voluntaria para recaudar fondos.
—¿Es broma? A nadie le gusta estar en esas actividades —soltó una pequeña risa.
—Lo noté —dije al recordar que nadie se había ofrecido a ayudar a Verónica—, lo hice porque Verónica parece buena chica.
—Lo es. Tuve un par de clases con ella, es linda —contestó indiferente en sus últimas palabras.
En realidad sí que lo era, su pelo rojizo le hacían resaltar entre las muchas chicas que había en el instituto, pero su belleza iba más allá de su físico, transmitía ternura y confianza, algo que pocas personas logran transmitir.
Quería decirle que Daniel también nos ayudaría a Verónica y a mí con la actividad que íbamos a realizar, pero me negaba a tocar ese tema con Adam, no quería que nuestra amistad se basara en el.
—Tengo que terminar algunas tareas —tomó su mochila y se acerco a mí, depositó un tierno beso en mi mejilla para después marcharse a sus respectivas clases.
Debía admitir que me agradaba la universidad, aquí la mayoría trataba de sentar la cabeza, mientras que en la preparatoria estabas obligado a querer encajar con las personas, y más aún si vivías en una ciudad tan lujosa como en Los Ángeles, donde todo eran lujos y moda, en cambio aquí, en esta ciudad al pie de las montañas era todo lo contrario.
Al finalizar las clases mi padre me esperaba en el estacionamiento de la escuela, cada lunes era su día de descanso así que tendría tiempo para mí. En el camino a casa platicamos de cómo fue nuestro día, algo que agradecía porque demostraba lo mucho que le importaba.
Le comenté que me había ofrecido de voluntaria para el aniversario de la ciudad, lo cual admiró debido a que él pensaba que era un buen gesto y que pocos se atrevían a hacerlo. Al hablar de ésto el recuerdo de Daniel se postró en mi memoria.
—¿Conoces a Daniel Montgomery? —pregunté pues en esta ciudad no me sorprendería que se conocieran. No sé si fue mi imaginación, pero pude notar que se puso un poco tenso.
—Un poco —contestó fijando su vista directamente en el camino—. No me parece bien que te involucres con él.
—No lo hago —lo miré—, pero ¿por qué no debería?
—Solamente no creo que él sea una buena persona, las apariencias engañan —me dedicó una mirada.
Y no, tal vez no lo era. Pero yo sabía que Daniel era así por un motivo, que algo lo orilló a ser como era, algo que lo afligía y que no podía dejar en el pasado.
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Desde Hoy
Genç KurguAlix Woods, vivío 15 años en los ángeles California junto con su tía Marie, pues los problemas alcohólicos de su padre después de la muerte de su mamá no eran lo mejor para una niña de solo 4 años de edad, después de todos esos años lejos de su padr...