Capítulo 4

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Después de un largo día en la universidad, hablando de los temas y proyectos que tendríamos que entregar en el semestre, llegó la hora de ir a casa


Antes de partir, fui a mi casillero a dejar unos libros que no ocuparía esa tarde, y aproveché para sacar la bufanda que había dejado en el cambio de clase, pues adentro de la escuela no hacía frío.


Salí por la puerta principal mientras los demás alumnos salían, unos se subían a sus coches mientras otros esperaban el bus, yo opté por ir caminando pues mi papá tenía que trabajar está tarde en el hospital, el cual quedaba a unas calles de la universidad, quedamos de vernos allí pues nuestra casa estaba casi a las afueras de ciudad. 


Caminé por aproximadamente veinte minutos mientras el frío quemaba mi cara y entumecía mi cuerpo, después de ese tiempo logré visualizar a lo lejos unas letras en plateado con el nombre de Poudre Valley Hospital, donde trabajaba mi padre. 


Aquellas puertas de cristal se abrieron para dejarme pasar, vi personas muy enfocadas en sus labores, busqué con la mirada a mi papá entre toda la multitud, y cuando al fin lo encontré vaya sorpresa la mía al ver a Adam platicando con él.


Pasó sus manos por su rostro reflejando irritación, traté de acercarme lo más que pude sin tratar de llamar la atención, pues lo más probable es que ellos dejaran de hablar al verme. 


—¿Por qué diablos nunca me lo dijeron? —preguntó Adam posando sus manos sobre su cadera, su voz se escuchaba entre cortada 


—Ella nunca lo supo —contestó mi papá. 


—¿Saber qué? ¿Y quién? —pregunté ya estando a unos centímetros de ellos, la duda me estaba matando ¿Qué hacía el aquí? ¿Con mi padre? Hablando de cosas que al parecer no tienen sentido


—Alix —contestó Adam—. ¿Qué haces aquí? 


—Me pregunto lo mismo —hablé. 


—Alix —dijo mi padre—, lo siento pero son asuntos de trabajo. 


Al parecer estaba equivocada y esas cosas de las que hablaban tenían sentido, pues era un hospital y mi papá un doctor, el cual tenía asuntos con sus pacientes. 


—Ya veo, te espero afuera —dije mientras apuntaba con el dedo pulgar la salida que estaba detrás de mí, y al mismo tiempo le dedicaba una sonrisa a Adam esperando no haberlo incomodado.


Salí de ahí y me recargué en la pared mientras esperaba que mi papá saliera para poder ir a casa a descansar.


—¿Nos vamos? —preguntó mi padre quien se dirigía al estacionamiento después de varios minutos que estuve esperándolo. 


Ambos subíamos al auto con dirección a la casa, en el camino ambos platicamos sobre cómo nos había ido en nuestros días, traté de evitar el tema de Adam pues me quedó claro que eran asuntos laborales en los cuales yo no tenía que involucrarme.


Habían pasado ya varios días, logré adaptarme fácilmente a la escuela, mis compañeros e incluso los maestros se habían portado muy bien conmigo.


Estaba en clases de marketing cuando un tremendo sueño se empezó a apoderar de mí, era tanto que tuve que pedir permiso para ir al baño y así poder despejar mi mente para poder concentrarme. 


Una vez salí del salón caminé directamente al baño, los pasillos estaban solos pues eran las ocho de la mañana y si los alumnos no estaban en clase era porque sus clases empezaban más tarde.


Antes de entrar al baño vi que Daniel entraba a las oficinas justo como aquella vez que lo vi por primera vez, caminé hasta la puerta y sin pensarlo dos veces entré. Él se encontraba enfrente del escritorio de la asistente y al oír cerrar la puerta miró por encima de su hombro y segundos después regresó la vista a la señorita que le indicaba que la directora lo atendería pronto.


—¿Se le ofrece algo? –preguntó una de las secretarias. 


En ese momento Daniel giró su vista directamente a mí, no sé qué tenía su mirada que no podía apartar mi vista de él. 


—Eh... sí –titubeé mientras lo miraba directamente a los ojos—. Papel, busco papel –dije por fin apartando la vista de Daniel—. No hay papel en el baño –concluí. 


—En un momento mandamos al intendente para que lo ponga. 


—Gracias –caminé hacia la puerta sin antes dirigir mi mirada a Daniel, quien ya se encontraba entrando a la oficina de la directora. 


No parecía un chico de los que suelen meterse en problemas para que los lleven a la dirección, no vestía de negro, no tenía piercings o tatuajes, y sé que estoy equivocada al juzgar a las personas que visten así, pero Daniel no tenía ni una pizca de ser rebelde; pero a veces las personas no son lo que aparentan.


Con todas mis dudas respecto a Daniel se me había ido el sueño, así que caminé nuevamente al salón para retomar mi clase. 


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