cuatro - alien, probablemente

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Tres meses antes ⋄

Las luces de la calle se apagaban a medida que avanzaba, como si me estuvieran retando a una carrera. Mis pies chocaban contra el pavimento, cada paso más dificultoso que el anterior. Hacía rato que había perdido a los que me perseguían—pero el miedo aún estaba allí, arrastrándose sobre la piel fría de mí espalda. Me había metido en un buen lío, yendo contra aquella pandilla de tráfico humano. No se me había ocurrido que en un lugar tan cargado de seguridad como Londres, ellos tendrían muchos ases bajo la manga. Y había cometido el error de depender de mis habilidades.

Me detuve en una esquina, haciendo el intento de comprender en dónde estaba, o cuánto había avanzado. Era la mitad de la madrugada, en un barrio notoriamente diferente al que había estado antes. Me había subido al primer tren que vi, viajando hasta una estación lo suficiente lejos de allí, y luego había comenzado a correr. No tenía idea de cuánto tiempo había transcurrido. Mi brazo y mi espalda escocían debajo de la chaqueta que ocultaba las heridas que tenía allí—heridas que no estaban sanando tan rápido como deberían. Mis poderes se negaban a causar más que una chispa, drenados gracias a la sangre que había perdido, más todo el cansancio que tenía de las últimas noches.

Y parecía que sería la cuarta consecutiva en la que no podría dormir, aunque, para variar, era un alivio que no fuera gracias a las pesadillas.

Tomé una respiración profunda, apoyándome sobre el poste de luz más cercano. Éste parpadeó unas cuantas veces, pero fue el único que se negó a apagarse. No me atreví a echar un vistazo a las calles que había recorrido, que estaban cubiertas en gruesas sombras, invocadas gracias a mi precaria habilidad de mantener a raya lo que podía hacer. Si continuaba así, no haría más que llamar la atención... y eso estaba bajo la lista de Todo lo que Faye no tiene permitido hacer.

Caminé dos cuadras más, hasta que encontré una avenida donde gracias al cielo, había unos cuántos negocios abiertos las veinticuatro horas. Compré con el poco dinero que llevaba encima una botella con agua, e ignoré la mirada confusa y preocupada del joven que trabajaba allí. Estaba segura de que mi aspecto demostraba que un camión había intentado arrollarme, o un tornado decidió hacerme su única víctima. Mi pelo se veía enredado, eso era seguro, y las medias que cubrían mis piernas estaban hechas jirones. Una tira de mi vestido se había roto, haciéndome difícil el disimular que todo iba bien. Al menos la ropa negra tapaba la sangre que estaba segura que cubría mi espalda entera. La cual, ahora notaba, goteaba por el dorso de mi mano izquierda.

Tomé el agua fría a sorbos, pensando en qué demonios haría. Mi celular se había estrellado contra el suelo cuando uno de aquellos malditos me había golpeado, y no podía hacer que encendiera. No tenía más que unos pocos billetes encima, que no me servirían ni para pagar una noche en el peor de los hoteles. No tenía tarjeta de crédito, tampoco. Así que, resumiendo, todo era un desastre.

a fateless curse ⋄ wanda maximoffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora