El frío que postergaba cada vez que usaba mis habilidades no tardó en aparecer.
Me hallaba sentada en la parte trasera de un pequeño jet, jugando con las correas del arnés de seguridad. Lo había atado y desatado tantas veces que terminé dejándolo suelto a mis lados. Decir que el lugar estaba abarrotado era un eufemismo.
No estaba muy segura de cómo se las había arreglado Steve para conseguir un viaje de vuelta en tan poco tiempo. Hubiera preferido esperar un día entero con tal de no tener que compartir un espacio tan reducido con la compañía de nada más y nada menos que los prisioneros glorificados. También conocidos como los Maximoffs.
Sin embargo, allí estaba. No había mucha luz allí dentro, y agradecía la falta de ventanas, pero era fácil notar la palidez de mi piel, cubierta de una capa de sudor frío. No podía detener los escalofríos, y la única solución que encontraba a la ansiedad que había decidido hacerse presente en mi cuerpo, era caminar de aquí para allá. Tres de mis dedos habían comenzado a sangrar de tanto que había mordisqueado la piel junto a mis uñas.
—¿Quieres parar de una vez?
Me detuve en seco. Le lancé una mirada envenenada a la chica, quien estaba a menos de dos metros de distancia. Tenía sus brazos cruzados y ni siquiera me observaba, apoyada contra su hermano.
—Oh, ¿La estoy molestando, princesa?
Mi antiguo acento ruso fue tan evidente que me sorprendí a mí misma. Sólo sucedía cuando estaba nerviosa, pero en aquél momento, el enfado estaba ganando por kilómetros.
—De hecho, sí. Me estás molestando. Han pasado dos horas—
—¿Te piensas que me importa un demonio?
Su hermano hizo un gesto que apenas me inmutó. Podría estar pintado allí por todo lo que su presencia me interesaba. Ella echó su rostro hacia atrás, acomodándose sobre el bajo asiento, y me observó con una ceja alzada.
—Si te tranquilizaras, quizá no—
Uno de mis rayos cruzó desde el techo hasta el suelo del jet, entre ella y yo. El avión dio una leve sacudida, donde estuve a punto de perder el equilibrio. Antes de que cualquiera reaccionara por mi choque de furia, las puertas de la cabina se abrieron.
Steve dio un solo paso hacia donde estábamos. Su rostro tan serio como la muerte me recordó al momento que me había atrapado cuando me escapé de la torre de los Vengadores. Sabía exactamente qué había ocurrido, porque solo me enfrentó a mí.
—Faye, lo dijiste tú misma —el mero poder en su voz hizo que diera un paso hacia atrás instintivamente—. No eres una niña. Así que deja de comportarte como tal.
Volvió a desaparecer tras las puertas sin esperar que dijera nada.
En vez de sentir culpa o remordimiento, porque bien sabía que tenía razón, volví a observar a la Maximoff. Escupí en ruso el insulto más creativo que se me ocurrió, que incluía, entre otras cosas, mi puño, su rostro, y los kilómetros entre el suelo y el jet.
Los arneses que la aseguraban al asiento se desataron por sí solos. En medio de un segundo estaba frente a mí. Su mirada encendida de rojo no me intimidó en lo más mínimo, y esbocé una sonrisa afilada.
—Okey, okey, deténganse —su hermano puso un brazo en el poco espacio que nos separaba, empujándonos para terminar en el medio—. Por muy entretenido que esto sea, ya basta.
Ella apenas se movió de su lugar. —Yo no soy la que está siendo una...
Las comisuras de mi boca se alzaron aún más. —¿Una qué?
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a fateless curse ⋄ wanda maximoff
FanfictionEl destino es una perra, y Faye Sakhnovsky ciertamente lo sabe. Lo que también sabe, es cómo luchar contra él. Siendo un experimento fallido -o que salió demasiado bien, dependiendo del modo en que se lo mire- logró escapar de las telarañas que comp...