Capitulo 1

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P.O.V. Ciel Phantomhive.

Han pasado algunos años después de aquel incidente en donde me convirtieron en demonio, que, gracias a ello, por así decirlo, tuve que abandonar mi vida humana, dejando atrás todo, algo que en lo personal no me importaba, aunque, para la desgracia de cierto demonio, tenía que cargar conmigo eternamente, al menos eso es lo que mi mente ingenua creía.

Mientras vivíamos a las afueras de algún país, en una mansión que Sebastián logró encontrar, nos manteníamos ajenos al mundo, sin salir de aquel lugar, al principio todo marchaba bien, nuestro trato de sirviente y amo aún continuaba, pero a medida que el tiempo pasaba, comencé a sentirme impaciente, hasta al punto de enojarme por cualquier insignificante cosa. Sebastián por su parte aguantaba mis desplantes, pero podía percibir que aguantaba el coraje de querer estrangularme, al menos para apaciguar toda esa ira que ha estado acumulando.

Los días transcurrían y perdí el sentido de estar bien vestido, así que optaba en quedarme en camisón.

—Joven amo le traigo el té de la tarde. —Mencionaba Sebastián, mientras comenzaba a servirlo en aquella fina taza de porcelana.

—Déjalo por ahí. —Contesté con desgano mientras aventaba un libro que acaba de terminar de leer, cayendo encima de una pila de otros más que también ya había leído, escuché que suspiro ante mi desastre, al tiempo que se acero para recogerlos y acomodarlos.

—Deberíamos salir a comprar algunos libros, todos los que teníamos ya los ha leído.

—Tal vez, pero hace tiempo que no salgo y no pretendo hacerlo por un libro. —Me coloque de pie para salir de la habitación dejando a Sebastián arreglar mi desastre.

Al caminar por el pasillo pensaba en el temor que me embargaba al salir de la mansión, ya que al ser inmortal, mi cuerpo no sufre ningún cambio, quedándose estancado a una edad de 13 años; me asustaba la idea de que alguien pudiera reconocerme y que se atemorice de mi jovial apariencia, así que con coherencia razonaba que aquellos humanos no debían saber de mi existencia. Aquel último pensamiento me sonaba graciosas, porque alguna vez fui uno, y ahora expresarme así me era divertido.

El tiempo pasaba y en la solemnidad de mi confinamiento, sentía que a cada minuto perdía parte de la poca cordura que me quedaba, hasta al punto de detestar todo lo que me rodeaba por lo que mis disgustos iban en aumento. Un día, mientras Sebastián me preparaba para ir a dormir, le propine un golpe en su rostro.

—Dejemos esta farsa, sabes que no necesito dormir, ya no soy un niño normal. —Alegue con enojo, él se quedó en silencio por unos minutos, para luego colocarse de pie.

—Lo siento joven amo, pensé que le gustaba que lo traté como un humano... o bien como un niño. —Contestó con una sonrisa burlona, algo que me enfureció, así que nuevamente levanté mi mano con la intención de darle otro golpe, pero él, hábilmente me tomó por ambas muñecas aventándome con fuerza a la cama, quedando encima de mí.

—¡Maldita sea! Suel.... —Fui interrumpido por la intromisión de sus labios con los míos.

Al principio forcejee a que me soltara, pero poco a poco fui cediendo ante aquel cálido beso, sentí como mi ser se apaciguaba, sus manos comenzaban a recorrer cada parte de mi cuerpo, esa noche me deje engatusar por las dulces caricias, y besos de aquel demonio. A pesar de que era mi primera vez, sentía como mi cuerpo se acoplaba al suyo, exigiendo cada vez más de ese contacto.

—¿E-Estás... bien?. —Me preguntaba entre jadeos, me limité a asentir para después jalarlo levemente y besarlo

A pesar de lo doloroso que fue al principio, Sebastián trataba de que me concentrará en sus besos, para que me olvidara del dolor, que minutos después se fue convirtiendo en olas de placer.

Después de aquel acto me quedé dormido y en la mañana al despertar, continuamos con la rutina de siempre, pero ahora con un ligero cambio, cada vez que nuestros cuerpos necesitarán aquel contacto, aquel calor, lo hacíamos sin importar el momento, pensé que era una manera de escapar o apaciguar tanta tensión que acumulaba nuestro ser, sin embargo, comenzaba a albergar sentimientos que no comprendía.

Cierto día, nos encontrábamos en algún lugar de la mansión entregándonos a aquella pasión, entre besos y caricias, hasta que me dejé arrastrar por aquel sentimiento, mis labios estaban a punto de expresarlos cuando fueron interrumpidos por un fogoso beso, que duro por un momento, para luego sentir como en medio de nuestra agitación, él me miraba con agudeza, como si intentara decirme que no hablara o que no lo arruinara con sentimentalismo, y así lo hice.

Después de ello, él no volvió a tocarme, lo había arruinado al involucrar sentimientos en algo que solo era meramente carnal.

—Acaso eran tan obvio, que el predijo lo que estaba a punto de decir... —Pensé y me irrite ante aquel pensamiento, que, mientras me servía el té me desquite, aventándoselo en su rostro, él no dijo nada y eso me enfureció más, que termine por encerrarme en mi habitación.

Comencé a caminar de lado a lado, sin detenerme, sumergiéndome en mis pensamientos, no me di cuenta en qué momento cayó la noche hasta que Sebastián toco a mi puerta y antes que le diera permiso para acceder, me senté rápidamente al borde de la cama.

—Adelante. Hable en un tono serio.

Sebastian ingreso en silencio y comenzó a desvestirme para colocarme el camisón, mientras lo hacía comencé a cuestionarlo en mis pensamientos.

—¿Porque no me abandonas a mi suerte? ¿Por qué sigues soportando este calvario?... ¿Acaso tu estética no te lo permite y por eso no lo haces?

—¿Sucede algo joven amo?. —Preguntó interrumpiendo mis cuestiones mentales.

—No, solo pensaba en... —Me interrumpí, al mismo tiempo que se me ocurrió algo.

—Mañana iremos a la ciudad, necesito libros nuevos.

—Me alegro de que se haya animado a visitar la ciudad. —Contestó terminando de colocarme el camisón.

—Solo iremos por unos libros y ya. —Conteste algo molesto, y enseguida me acomode para dormir, él me acomodo el edredón para después salir de mi habitación.

En la mañana, al llegar a la ciudad, lo primero que hicimos fue comprar unos libros para después seguir caminando, mientras lo hacíamos, miraba a todos lados intentando memorizar los caminos, así como también me di cuenta de que las cosas habían cambiado a gran medida, de hecho, había perdido la noción del tiempo, que no sabía en qué año estábamos.

—Joven amo, estamos en el último año del siglo 19. —Mencionaba intuitivamente a mi duda mental.

—Ya veo. Conteste sin importancia

Continuamos caminando por aquella ciudad, sin rumbo fijo y antes que anocheciera regresamos a la mansión, al llegar me encerré en mi habitación y comencé a sentirme intranquilo ante lo que iba hacer, las horas pasaron y Sebastián llegó a prepararme para dormir, uno vez que lo hizo, se retiró; al escuchar que sus pasos se alejaban de mi habitación, me levanté rápidamente, saqué un conjunto del armario y comencé a vestirme como pude, me coloque los zapatos apresuradamente, y cuando termine, abrí la ventana, saltando en la oscuridad de la noche, corrí unos metros lejos de la mansión y antes que estuviera fuera de mi vista, la mire por última vez.

—Él único que tenía que tomar la decisión de abandonar todo, era yo, sin embargo, te arrastre conmigo, y ahora quiero enmendar mi error... así que le pongo fin a esto que yo inicie, como también a mis sentimientos... estoy seguro de que intuías mi huida, y sé, que no harás nada al respecto, porque también deseas tu libertad... Adiós mi amado Sebastián...—Murmuré en el silencio de la noche para después adentrarme en aquel bosque...

Tú Olvido y Mi PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora