Capitulo I

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Ayer tuve un sueño extraño

- ¿Sobre que?

- Era ese tipo de sueños en los que todo es igual, no hay cosas fantásticas ni nada fuera de lo común, pero de pronto te das cuenta que es un sueño, y despiertas.

- Un sueño lucido quizás, justamente la semana pasada leí un artículo sobre eso.

- No lo sé. Quizás sea el estrés, pero realmente fue muy raro.

- Deberías descansar, ¿Qué tal esta noche?, iremos al bar ¿no vienes?

- Prefiero tomar el día para descansar.

Esa tarde, el sudor corría más rápido de lo normal sobre la frente del viejo Mike Paterson, habiendo admitido días ante sentirse un tanto enfermo, me parecía sorprendente que siguiera en pie.

- Un último "clicke" y nos vamos – dije.

- Tal vez dos – Mike me miro y sonrió.

- Eres un adicto, ¿lo sabes?

- Pero mira nada mas quien lo dice – soltó una carcajada y se tragó el ultimo kronos

El kronosip se había vuelto habitual en nuestro barrio, cualquier persona; hombre, mujer incluso niños eran consumidores o vendedores. Se creyó por mucho tiempo que todo se debía a las revueltas del 68, con el nuevo partido nacionalista entrando en poder y una fuerte prohibición en todo el estado, la producción clandestina se abrió camino muy lenta pero progresivamente a través de los vecindarios de todo el este. Una vez colocada en el mercado, la venta se expandió tan rápido que de alguna u otra forma llego hasta nosotros. Gerard, un desgraciado que trabaja en el bar atomx, me comento una vez que la verdadera razón de su éxito se debió más que nada a la potente adicción que puede generar una vez que se ingiere. Y de cierta forma tenía razón.

Mike comenzó a usarla en marzo, y para octubre era todo un adicto. Por mi cuenta, no me considero un loco admirador del kronos pero entiendo que en cualquier momento podría terminar asesinado por algún idiota en busca de diversión gratuita. Mi padre solía decir que a nuestra generación le faltaba clase, nada más cercano a la verdad, porque aun hasta ahora Mike y yo seguíamos "clickenado" después del almuerzo cerca del basurero de la bodega b5.

- ¿entonces no vienes? – Mike insistió nuevamente.

- No, enserio quiero descansar.

- Este bien, de igual manera solo iré a vender un poco quizás no pase de las 9.

Por la noche de camino a casa, el clima se mantenía por debajo de los veinticinco grados, lo cual me obligo a tomar el tren e las nueve. Por lo general suelo evitar viajar en tren, esto debido a los múltiples casos de asesinatos provocados por vagabundos y prostitutas, pero el frio era muy intenso, tanto que incluso caminar se convertía en un martirio.

Entre la estación GreenWood y Rogerds, un extraño anciano apareció entre la multitud, sosteniendo una pancarta con mensajes que vacilaban entre lo ridículo y lo inusual –"Hoy es el día de nuestro señor, alabadlo como nunca, pues entre la tierra y el cielo solo existe un camino" – el viejo gritaba mientras agitaba una molesta campanilla de cobre. Detrás de él, un sujeto yacía recostado en los asientos del vagón, casi moribundo y en el fondo por sobre toda la multitud, la imagen de una chica de no más de 1.60 leyendo una vieja novela rusa, contrastaba con el bizarro paisaje nocturno.

Todo en el ambiente se sentía liviano y sereno, muy fuera de lo normal para los trenes nocturnos. Quizás tenía razón con respecto al estrés, llegue a escuchar de palabras sinceras de mi tía Magda (abreviatura de magdalena, propuesta por mi padre una noche de navidad) la historia de un chico de 13 años que pasaba por un estrés muy fuerte, entre la escuela, problemas familiares y su adolecente odio contra el mundo fueron primicias para un suicidio dos meses después de su cumpleaños. Fuera o no parte del estrés laboral, estaba seguro que el ambiente esa noche era muy extraño, los carteles en las paredes del vagón, los cuales solo anunciaban nuevos diseños para los ordenadores voil, me parecían más interesantes de lo habitual y de la misma forma lo eran los periódicos viejos con los que un hombre se cubría del frio en la esquina derecha del vagón. Justo a su lado, como atrayendo miradas perdidas, una mujer sentada con las piernas entre cruzadas, distrajo mi atención de forma más que misteriosa. La observe por unos minutos de forma disimulada y entre su obvia belleza pude reconocer un par de lágrimas que caían amargamente sobre sus mejillas, en ese instante su mirada se voltio hacia mí, pero no pude dejar de verla. Tan injusto como sorpresivo el vibrar de mi teléfono interrumpió el momento.

KronosipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora