- ¿Estás seguro de eso?– Preguntó Brand.
- Realmente no lo sé, pero si no hago esto ahora, presiento que acabara volviéndome loco.
Termine el chat más que molesto y con la cabeza en completo desorden, a pesar de que Brand odiaba que lo dejase colgado de esa manera sabia dentro de mí que el entendería todo, o al menos eso quería creer.
Habían pasado ya algunas semanas desde los acontecimientos en el café Le nuit, y pudo decir con seguridad que desde eso insólito momento mis noches se transformaban en un mezcla de pesadillas y viajes interminables al balcón para fumar un par de cigarrillos. Quizás unos años antes, habría adorado vivir de esta manera, pero mis madrugadas parecían haber decidió permanecer en un circo inquietante de misterio y frustración, que simplemente se repetían en cada ocasión donde mis psicodélicas pesadillas se manifestaban en mi mente durante unas cuantas horas nocturnas e inquietantes. No sé a ciencia cierta cuando es que comencé con el alcoholismo, aunque por esos días tomando un par de tragos en el bar de Stan la iluminación llegó a mí de repente, y los pensamientos negativos comenzaron a fluir llevándome a un éxtasis casi clérigo concluyendo que sería mejor dejarme viajar por mi locura.
De forma contraria, en mi hogar, todo transmutaba de formas literalmente contrarias, mi casa se había convertido en un maldito lugar aséptico libre de cualquier rastro bacteriano. Mi madre, que había enfermado apenas unos días después de la visita con la Dr. Susan, era la razón de ese novedoso cambio. Algo menciono el medico James acerca de un extraño parasito encontrado en diferentes casos de la población de Northcity, supuestamente un virus que había mutado atacando directamente al sedentarismo, pamplinas capitalistas para mantener los gastos de gimnasios y barras nutritivas. Dentro de todo este embrollo de mentiras y verdades a medias, me madre había sucumbido a este mal, se encontraba muy enferma y las recomendaciones tan lógicas como ridículas, simplemente eran mantener limpieza extrema tanto en el hogar como en el afectado. Convencí a mi madre de comprar un televisor que instalamos en el baño, solo de esta manera logre que tomara sus 4 baños diarios, así mismo me encamine hacia unas semanas de limpieza profunda en toda la casa, inclusive borre las manchas de vomito detrás del fregadero, una tarea ardua pero más que necesaria. Sabía que esto valía la pena por el simple hecho de seguir mirando a mi madre sentada en su sofá embotándose la cabeza con programas de concursos y mal nutriéndose con pollo frito de los establecimientos cercanos, una verdadera sensación de felicidad.
Con todo esto, inconscientemente genere en mí una especie de manía por mantener el orden dentro de toda la casa, que seguía más limpia que los hospitales del centro, a donde entras por una gripe y sales con más de cuatro infecciones y malestares. Mi hogar, ahora parecía un verdadero campo extraviado de suciedad, y esto me parecía increíble, nunca había visto la casa tan blanca y en paz desde la muerte de mi padre. Mi habitación era lo mismo, había transmutado en un verdadero nido de blancura y perfección, incluso mis sabanas que hasta ese día nunca habían conocido la blancura, me reconciliaban en esas noches en que mis pensamientos se interponían en mis descansos, los mismos pensamientos que habían comenzado meses atrás.
Un día como cualquiera, de esos en que tu pie izquierdo es lo primer en tocar la realidad, no encuentras el dentífrico y los cigarrillos parecen jugar a las escondidillas, baje las escaleras solo para encontrarme en ausencia total, mi madre había cogido fuerzas para mover su trasero del sillón, quizás simplemente "había corrido por mas salsa tártara", eso pensé aquel momento, como siempre prepare un par de algas cocidas para el almuerzo y con el tiempo más que por encima salí corriendo hacia mi trabajo.
Ese día paso muy rápido, durante la mañana en el trabajo, ideas vagas recorrían mi mente a montones, mi madre siempre estaba en casa por las mañanas, puesto que a tempranas horas uno de sus programas favoritos comenzaba, ese donde el tipo gordo con traje azul regalaba cupones para los supermercados. Pero, no lograba asimilar que no hubiera ningún rastro de ella en casa, solo la vi pararse del sillón una sola vez, cuando mi padre aún vivía. Era extraño, pero de cierta forma eso mantuvo mi mente ocupada, lo cual por alguna razón provoco que los clickes matutinos no hicieran su cotidiana aparición.
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Kronosip
General FictionUna novela cyberpunk donde se mezclan conceptos filosoficos dentro de un ambiente futurista plagado de misterios y simbolismo que aluden a las ideas de eternidad y tiempo.