Capitulo IV

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Lo sabía, ese paquete era de lo más extraño, a pesar de su irrelevante envoltorio color amarillo y un típico olor a paquetería, algo en él presagiaba un destino sinuoso y malacológico. Sentado en el último vagón de tren, con las manos fragantes al perfume de jazmín que se me impregno esa mañana al saludar a Helen, combinado con el humo de cigarrillos de los ancianos moribundos, intente retirar la cinta adhesiva de las orillas, pero mis manos heladas no me lo permitieron, el dolor en las yemas de mis dedos era tal, que incluso las astillas no parecían ser una molestia. Pero en ese momento entendí, no eran mis manos, tampoco el dolor, simplemente era yo mismo. De verdad me atemorizaba lo que pudiera encontrar dentro.

Llegue a casa sin darme cuenta, quizás, durante el camino mi mente revoloteo tanto alrededor de los misterios que rodeaban el extraño paquete que atravesé caminando cuatro condados en tan solo un segundo, o eso imaginaba. Dentro, soledad y nada más, por alguna razón mi madre no se encontraba mirando el televisor, ni las paredes mohecidas, ni los cuadros en la pared; ella solía estar en casa a esas horas y más aún cuando esos terribles cambios de horario. Me senté en la sala, tumbado justo al lado de la figura del obeso cuerpo de mi madre marcada en la esquina del sillón. Encendí un cigarrillo como ritual iniciático para lo que pudiera encontrar y entonces lo hice, abrí el desdichado paquete.

Sorpresivamente y pese a la estúpida idea de no saber nada en absoluto, el paquete no contenía nada especial, o al menos eso fue lo que pensé.

El terror comenzó cuando encontré dos fotografías instantáneas, ambas tomadas de forma sigilosa como un asesino asechando a su presa, una de ellas había sido tomada desde una especie de arbustos, y los conocía bien pues eran parte del jardín que se hallaba en el bar de Stan antes de las primeras remodelaciones. Quien haya sido el fotógrafo seguramente conocía a la perfección el bar, puesto que todos los alcohólicos y drogadictos que usaban el lugar como paradero para despejar el aburrimiento, sabían de antemano que esos pequeños matorrales eran casi invisibles desde la terraza, nadie... nuca, a menos de que buscase algún objeto perdido en sus alrededores, giraban la mirada hacia ese punto ciego... nadie. Se trataba de un profesional desde luego, pues con sutileza capto un momento de mi pasado, se trataba de aquel día cuando nos reunimos para conmemorar la muerte de Mike, pero algo misterioso se plasmaba en la fotografía, una silueta humanoide se podía distinguir entre la puerta corrediza y la barra, desde luego que apenas si se le lograba dar forma pero no cabía duda en absoluto, se trataba de Mike, bebiendo un burbon en el lugar de siempre.

La otra fotografía era aún más extraña que la anterior, y para esta, el encargado de la toma debió esconderse como gato nocturno, pues a pesar de la oscuridad que envuelve el Atomx, los letreros de neón y los láseres siempre dejaban entre ver los amargos rostros de los malditos geekboys, todos sin dejar ni uno fuera eran perceptibles desde cualquier lugar, pero el maldito asechador de alguna forma había logrado fundirse entre las paredes o quizás el suelo, pues en ningún momento de aquella noche, cuando todos pasamos a conmemorar los viejos tiempos con Mike, el misterioso fotógrafo fue visto. La imagen, la cual dejaba entre ver una toma casi perfecta hacia centro de la pista de baile, sinceramente no la recordaba, imaginé que quizás, esto se debía a la borrachera y sus típicas lagunas mentales, pues en todo ese embrollo, y después de todo el alcohol combinado con los clickes no recordaba los detalles, a pesar de esto, había algo de lo que si estaba seguro y no me quedaba duda alguna, aquella noche, en ningún momento hable con la chica del tren. Pero las prueba estaban allí, si en algún instante entre la una y tres de la madrugada había besado a esa mujer, era algo que se escapaba de las manos. No tenía razón para dudarlo, aunque no lo recordara, esa fotografía no mentía.

Mi confusión al momento fue extremadamente explosiva, incluso tuve ganas de vomitar. Me senté en el suelo y pase mis manos por encima de mi cabeza, para ese momento el cigarrillo se había consumido por si solo así que encendí otro. Alcabor de unos minutos y una vez relajado continúe hurgando dentro del paquete. No sin antes haber dado un par de clickes para calmar los nervios.

KronosipDonde viven las historias. Descúbrelo ahora