CAPÍTULO 1: Quince años antes

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Me sorprende estar contando esta historia. Ésta quizá puede ser mi vida miserable, sin embargo, no lo es ni lo fue solo que aún con tanto tiempo de experiencia no encuentro una palabra que la pueda describir más que la mencionada anteriormente. Un padre amoroso, los tres mejores amigos del mundo, una gran inteligencia, un don o maldición que hasta ahora no logro percatar cómo calificarlo.

Después del triunfo de Balto -mi padre-, y su reconocimiento. Se casó con Jena, quién ahora es mi madre. Con el paso del tiempo siete lindos cachorros nacieron entre ellos yo. Un indefenso Husky rojo con rasgos que cualquiera desearía tener.

-Tienes unos cachorros hermosos- Dijo a papá cuándo me vio por primera vez Nava, un lobo sabio y consejero que conoció Papá hace tiempo.

-Pero Balto te advierto una cosa, uno de tus cachorros tendrá un Don, el cual lo transformará en una brutal bestia al cumplir los 16 años, su furia será incontrolable. - Mencionó con énfasis sin señalar quien era el cachorro, papá no le tomó mucha importancia.

Pero la predicción de Nava pronto entré a Prescolar comenzó a hacerse realidad.


El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos. Aprendí a hablar, a caminar y sobre todo a como ser valiente ante mis desastrosos hermanos, quienes desde muy pequeño me molestan por ser ¨Peculiar¨ a su parecer. Una tarde en el prescolar comía una rica galleta, y me complazco en mencionar que es una de las mejores que he comido, sin embargo, como era de costumbre mi hermano mayor Dingo se abalanzó sobre mí quitándome mi única galleta.

-Devuélveme mi galleta, tonto. - le grité en un tono agudo con mi voz de cachorro, y comencé a enfurecerme viéndole directamente a sus ojos azules como un lago congelado en plena luz de luna.

- Quítamela si puedes. - respondió en tono de burla y haciendo caras extrañas imitándome.

Mi furia llegó a su límite y con mis pequeños colmillos,

-que apenas comenzaban a salir- me abalancé sobre mi hermano y comencé a morderle la oreja, él luchaba contra mí, pero eran en vano sus esfuerzos ya que la fuerza era mayor en mí, aunque fuera más pequeño que Dingo. El profesor rápidamente se acercó a nosotros y con dificultad logró separarnos, me cargó y aún no podía controlarme, seguía luchando contra sus patas para abalanzarme de nuevo contra mi hermano, pero logró devolverme la galleta y pude guardar la calma.

Dingo tenía una mirada de asombro y por supuesto


tenía miedo de acercarse, corrió lejos hacia enfermería para curar esa mordedura en su oreja.

Fue esa la primera vez que mi furia se hacía presente en mi pequeño cuerpo con tan solo cuatro años de edad, Papá llegó al poco tiempo debido a que nuestro profesor le llamó para comentarle acerca de lo ocurrido y nos llevó a Casa antes de la hora de salida habitual.

Mis hermanos regresaron a su cuarto, pero antes de colgar mi pequeño chaleco papá me invitó a la sala principal de nuestro hogar, era hora de una plática llena de consejos y quizá castigos, pero no tenía otra opción, me cargó con sus grandes patas y con esa linda sonrisa que nunca se borraba de su rostro -por más tensa que fuese la situación- me sentó en un sofá, a mi lado y tranquilamente me dijo con su tranquila voz.

- Pequeño ¿solo por una galleta?, contrólate y prométeme que no lo volverás a hacer, hablaré con Dingo al respecto. Ambos sabemos que estuvo mal que te quitara tu comida de repente, pero hay maneras de solucionar y afrontar los problemas. Nada bueno viene jamás de la violencia.

Molesto aún por el acto y sin mirarle a los ojos solamente asentí con mi cabeza y respondí –Sí papá- dirigiéndome hacia mi habitación en el primer piso sin saber en qué pensar ni que hacer el resto de aquel frío día.


Durante mi niñez tuve más acontecimientos similares, me enfurecía tanto que en una ocasión que mi hermano Dakota cambió mi programa de televisión favorito, hice un gran coraje, a pesar de mi pelaje rojizo heredado de mi madre, mi cuerpo se tornó más rojo de lo que era y me desmayé. Ahora me percato que aquella bestia era algo viviendo dentro de mí, tenía sensación de salir cada vez que me enfurecía, sin embargo, por mi corta edad no era posible, solo se manifestaba por medio de mi furia y en verdad desgastaba toda mi energía. Con el paso del tiempo fui creciendo, lindas experiencias y malas como en la vida de cualquiera pasaron frente a la mía. Conocí a un lobo canadiense llamado Humphrey, al poco tiempo conocí a otros dos amigos extranjeros, Colmillo blanco otro lobo ruso -quien es mi mejor amigo-, y finalmente a Daniel, un amigo francés interesado en la cultura del estado de Alaska, por lo que decidió continuar sus estudios en mi ciudad natal. Mi hermano Dingo llegó a la universidad junto con mi otro hermano mayor Dakota. Rodrigo quien tiene la misma edad que yo, mis hermanas y el más pequeño de la familia- Ángel- cursábamos la secundaria y con un poco más de esas tristes y felices experiencias se llegó el periodo en que tuve quince años. Papá me ayudo a conseguir empleo y es aquí donde comienza la cuenta regresiva, un día en el cual mi vida daría un gran giro y cambiaría la perspectiva de todos sobre mí, llegaría muy pronto y a pesar de mi ignorancia en aquella época podía sentir esa sensación de incomodidad dentro de mí. Como si el futuro estuviese a la vuelta de la esquina.

LA FUERZA INTERIOR DE KODIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora