LA FUERZA INTERIOR DE KODI

CAPÍTULO 4: 20 de Noviembre del 2004

Casi un mes había pasado desde mi primer día de trabajo, me complace decir que desde aquel día las cosas cambiaron, estaba más feliz e incluso Kodiak no me molestó al igual que mis hermanos. Mis notas en la escuela estuvieron aún más altas. Definitivamente el conseguir aquel trabajo me cambió completamente la vida, ya no tenía que pasar tanto tiempo con mis tontos hermanos y podía conversar tranquilamente con mis nuevos amigos en la cafetería de la oficina al terminar mi turno. Me dirigía a casa para terminar mis deberes escolares y frecuentaba a mis mejores amigos Humphrey, Daniel y Colmillo blanco tres días por semana.

Una mañana después de solo dos horas de clase, me dirigí temprano a la oficina de correo para iniciar mi turno con anticipación. Iba corriendo por los pasillos y tropecé con alguien, no era cualquier perro. Kodiak -mi compañero escolar- estaba frente a mí mirándome con desprecio y levantando sus papeles. Era obvio que no le agradaba mi presencia en ese lugar.

- ¿Qué haces aquí tonto?- no me sorprendió en lo absoluto su reacción pero decidí contestarle de la misma manera, enojado por su presencia y su insulto.

- ¿La pregunta es qué haces tú aquí? Yo trabajo en esta oficina como perro de trineo.

- Yo soy Dueño de esta oficina así que me tienes que respetar.... ¡Tú! ¡¿Trabajando aquí?!

- El señor James me dio la oportunidad.- repliqué rápidamente, sin embargo sus palabras erizaron cada punto de mi pelaje.

- Mi padre siempre contratando lo que se encuentra.- en tono de burla como era de esperarse contestó sin pensarlo.

- ¿Es tu padre? ¡No puede ser posible!- no podía creerlo, si su padre era el señor James mi trabajo estaría arruinado.

Los buenos días que pasé habían pasado a la historia. Llegué a pensar que sería mi último día allí y tendría que buscar alguna otra manera de cumplir mi sueño de ser perro de trineo.

- Si lo es y espero que te comportes porque este lugar también me pertenece lobito.- se alejó sin voltear hacia atrás.

Confundido y obviamente enfurecido me dirigí al trineo

-como de costumbre- para iniciar otra travesía hacia White Mountain, esta vez no fue como las anteriores. Y aunque no mencionó nada sobre despedirme, esa sensación no me dejaba tranquilo.