Capitulo 7

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—¡Jules!.
Me volteé para ver de quién era la voz que me llamaba. Era Honey, es decir, Gigi. Sonreí y di una vuelta para que viera mi nueva ropa.
—¡Vaya! El uniforme te queda bien.
Me acarició la mejilla y luego endureció sus facciones.
—La directora de la SEA te busca.—Tomó mi mano y me jaló—Vamos.
Caminamos por un pasillo estrecho, parecido a un túnel con puertas cada diez metros, custodiada por guardias que pedían identificación, a lo que Gigi respondía con una sonrisa y su tarjeta.
—¿Para que me busca?— Pregunté preocupada.
—Lo sabrás cuando lleguemos. —Respondió seria.

Llegamos a una gran cápsula de vidrio, que mostraba el hermoso cielo azul, en su centro tenía una gran mesa de hologramas, con el mapa de América.
La mujer que lo controlaba era alta, blanca como la nieve y con el cabello más rubio que jamás haya visto, casi blanco. Sus ojos por el contrario eran de un negro tan oscuro como la noche.
Por si no fuera bastante, vestía de blanco .
Al vernos entrar sonrío forzadamente y me tendió su larga y delicada mano.
—Tú debes ser Julia—Estrechó mi mano—Mi nombre es Grace Howard.
—Un placer.—Dije estrechando su mano.
Su acento del Norte me provocaba cierta incomodidad. Su extrema monotonía me hacía sentir perdida.

—Toma asiento, Julia—Me invitó con su mano a una mesa de reuniones.
Con desconfianza me senté frente a ella y crucé mis piernas para controlar mi deseo de correr. No podía dejar de mirar la puerta.
—Tranquila, Julia, estas a salvo aquí—Me "tranquilizó" poniendo una mano sobre la mía, su contacto era inerte, frío, inhumano.
No respondí, solo retiré mi mano de la suya y las puse bajo la mesa.
—Julia...—Comenzó a decir de nuevo mi nombre, lo que me provocaba aburrimiento—Necesito preguntarte algo.
—Dígame entonces—Dije bruscamente, lo que causó que sus ojos solamente se abrieran un poco más, para después volver a la normalidad.
—Bien.—Sacó unos hologramas de la mesa y proyecto el símbolo de la SEA.
—Antes de que te enseñe las imágenes deberás jurar que me dirás la verdad y solamente la verdad.—Agregó.
—Si digo la verdad, ¿Me dejará irme?—Pregunté.
—Eso depende de ti.
—Bien, lo juro.
Hizo una sonrisa torcida y proyecto la primera fotografía.
—¿Quién es este hombre?.
Reconocería a este hombre donde fuera. Sus suaves ojos verdes, su robusta cara, con un poco de barba de días, unas cejas gruesas y negras, una suave piel morena. Era mi padre.
—Es Agustin Torres.—Dije con voz quebrada. Había pasado tanto desde que vi por última vez a mi padre.
—Muy bien. —Apretó un botón y la imagen cambió. El hombre era gordo y con poco cabello grasoso, sus arrugas aumentaban más edad de la que tenía. Lo despreciaba, lo odiaba con todas mis ganas.
—Gordon.
—Okay, siguiente.—Apretó de nuevo el botón. Pero ahora no se proyectaba una persona, era un lugar, los árboles eran altos, las hojas verdes se tornaban doradas y caían por la calle. La casa era blanca, con un gran porche, donde en un columpio descansaban los juguetes de alguna niña.
—Esa es mi casa.
Grace soltó una extraña carcajada.
—Era, mi querida niña, los norteños arrasaron con todo el Estado G. —Pulsó otra vez el botón y en la pantalla se podía ver el disturbio de una población. Personas que lanzaban orbes de fuego a otras, niños escondiéndose detrás de los muros. La gente estaba fuera de sus casillas, se peleaban unos contra otros, como lo habían hecho hacia cien años.

—¿Que es esto? —Murmuré horrorizada.
—Eso es el Estado B del Sur.—Respondió Grace.
—¿Belice?— En mis recuerdos, Belice era un lugar con pocos recursos, pero su gente hacia que rindieran esos pocos recursos, sonreían en la adversidad y ayudaban a quien lo necesitaban.
—Por los cielos—Susurró Gigi detrás de mi.
Grace apretó con esmero el botón, y mostraban mi hogar, El Estado G, lleno de restos de cuerpos, unos carbonizados y otros decapitados.
Me giré hacia Grace y Gigi con una mueca de horror.
—¿Por qué El Norte destruyó nuestra única esperanza?— Sollocé.
—Era necesario— Grace no parecía alterada en lo mínimo. —Pero te recuerdo que no formamos el acuerdo solos.
Su cara tenía cierta serenidad que solo se encontraba en años y años de vida. Pero Grace no parecía pasar de los 30.
—¿Necesario para qué?— Trataba de unir las piezas en mi mente, pero no encajaban en si.
—Verás, después de la Guerra, a cada Continente se le dio un orbe, con al capacidad de fertilizar de nuevo la tierra, de llenar cada arroyo seco; de darnos otra oportunidad. — Proyecto la imagen de una pequeña esfera, extrañamente familiar.  Traté de recordar en donde diablos había visto esa pequeña esfera, no prestaba atención a lo que Grace decía.
—Claro que los demás continente la usaron al instante. Pero América no,  nosotros supimos esperar...— Medio escuché de ella. Antes de que pudiera terminar se me vino a la mente.
—¡Claro!—Grité de la nada, exaltando a Grace y Gigi —¡Es la esfera que Walsh le ofreció a Ian!
La boca de Gigi firmó una pequeña "o" , claramente ninguna esperaba que gritara eso.
—¡Llama a Dornan!.—Gritó Grace, haciendo que Gigi corriese como si no hubiera un mañana. —¡Y tú! .
Me volteé espantada hacia ella.
—¡¿Por qué no lo mencionaste antes?!.
—No sabía lo que era. —Traté de excusarme.

Ian abrió las puertas de la cápsula, mientras que Gigi le pisaba los talones.
Hizo un saludo militar y me miró de reojo.
—¿Me quería ver, directora?.
Grace junto sus manos por detrás y comenzó a caminar alrededor de la mesa de hologramas.
—Dornan, Dornan, usted ha sido uno de mis activos más importantes—Comenzó a decir.
—¿Por que negarías el orbe por una insignificante chica? —Me señaló con la cabeza.
—Señora... puedo explicarlo—Trató de desviar Ian, antes de ser interrumpido por una fría mirada.
Hubo un largo silencio, podía ver (con mi ojo no hinchado), como Ian sudaba nerviosamente.
—Hiciste bien.—Dijo Grace finalmente.
—Pudo haber sido uno de los trucos de Walsh.

Se recargó en la mesa y ni siquiera nos miró.
—Pueden retirarse. —Murmuró— Ah, y antes de que se me olvide, Dornan.
Este se volteó serio.
—Entrena a la chica.

LA LÍNEA [editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora