Capitulo 3

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Domingo 29 de Enero, 2158.

Desperté al lado de él.

Mis manos y pies seguían encadenados, mi cara, no, mi cuerpo entero se sentía sucio.
Tragué saliva y me moví un poco, mi rostro me dolía, me había golpeado anoche. Tenía moretones en mis piernas.
Lo peor era mi entrepierna, me dolía como mil demonios. Era un dolor extraño, pero de ninguna forma placentero. No podía hacer nada, esa sería mi vida por el resto de mis días, y si quedaba en cinta, me obligarían a abortar. Una y otra vez, para siempre.
Me recosté en las almohadas de plumas y comencé a llorar.

El sonido lo despertó, se movió hacia mi y comenzó a lamerme la cara, estaba a punto de vomitar. Se dio cuenta de mi cara pálida y asquerosa y se alejó de mí con un gesto de disgusto.
—Te veré mañana, cariño—Sonrió.
Me limpié la cara como pude con las sabanas. Tardó un poco hasta que una chica llegó.
—¡Hola!—me saludó como si no hubiera pasado nada. Vio mi cara llena de golpes y su sonrisa se hizo una mueca de lastima. —Oh...Entonces te fue mal.
Llegó a hasta mi y con una pequeña llave que colgaba de su cuello.
—Ven, vamos a ducharte. Te acostumbrarás dentro de muy poco.

Me llevó al gran baño a mi derecha. Tenía velas por toda la bañera y un suave olor a vainilla.
Me baño y con cada cara de dolor que yo hacía, se detenía y se disculpaba.
Después del doloroso baño, me vistió con un vestido rosa tan ligero como una pluma, como los que usaban los griegos hace más de dos mil años. Se ajustaba bien a mi cuerpo sin lastimarme y era fresco.
Me cepilló el cabello alborotado y lo recogió en un suave moño sobre mi cabeza. Después me bajo hasta la segunda planta del edificio para darme de desayunar, frutas y un huevo cocido por solo una parte, el jugo estaba un poco ácido pero aún así me refrescaba la garganta.
Una chica con rostro conocido se sentó frente a mi, era la colombiana.
—¿Con que el jefe se acostó contigo anoche?— Bromeó, pero tan solo con ver los moretones en mi cara, se calló.
Seguí comiendo con delicadeza, me dolían las comisuras de la boca.
–Lo lamento— Susurró, y comenzó a comer. —Soy María Jose. Puedes decirme Majo.

Quien debía ser Honey, la chica que me bañó, no paraba de hablar con las demás chicas. No parecía ser una prostituta, ella se vestía bien, como una chica de 20 años debía vestirse normalmente. Su cabello rosa no estaba echo trizas, tampoco tenía moretones por ningún lado.
Se sentó junto a mi y Majo.Nos tomó de las manos y nos obsequió una sonrisa esperanzadora. Aunque bien sabía yo que era falsa.
Era extraño que en un lugar tan horrible, las chicas te pudieran tratar tan bien. Tal vez lo hacían porque conocían al hombre que me había usado, o tal vez porque se sentían mal por trabajar en un lugar así.

Lola llegó momentos después, estaba contenta y ebria. Sobre su cabeza tenía una pañoleta que ocultaba su cabello, o al menos la poca melena que tenía.
—¡chicas!—canturreó.—¿Cómo les fue anoche? ¿Lo disfrutaron?

Majo y yo nos miramos, ambas teníamos una expresión de dolor y unos cuantos moretones en la cara.
Pero aún así Lola pareció no notarlo y siguió hablando con las demás chicas.

Terminé de comer y Honey me tomó de la mano.
—Juguemos cartas.
Majo sonrío y yo hice una mueca.
Pasamos la tarde jugando cartas y bebiendo un poco del vodka que Lola guardaba para las chicas.
Todas parecían estar bien consigo mismas, ningún remordimiento o siquiera un sentimiento. O tal vez si lo tenían, pero claramente su trabajo impedía que mostraran sus sentimientos, tenían que sobrevivir ante todo.
—Ahora tengo que devolverte a la habitación—Dijo con tristeza después de la Vigésimo tercera ronda.
—No importa, que sea rápido— Respondí en voz baja.

Me llevó a través de los pasillos, que más bien parecían laberintos, llenos de hombres con trajes y maletines en busca de placer, por al menos un rato.
Vi varios rostros de la tele, varios gobernadores del Norte que estaban de acuerdo con la destrucción total de la Línea.

Pero uno de los muchos rostros que vi, no parecía digno de estar en un lugar así. Sus ojos verdes expresaban sus intenciones, no estaba ahí por placer, era algo más. Me miró con curiosidad y luego entró a una habitación cerrando la puerta con el pie.

Apreté los labios y seguí el camino hasta mi prisión. La habitación ahora estaba limpia, la cama de satén morado estaba tendida, el piso estaba limpio y las cortinas abiertas. Había un ligero olor a manzana y canela que daba una sensación de falsa paz.

Honey se abrazó a si misma y me miró.
—Todas las noches Gordon vendrá.— Susurró, su suave y dulce voz disfrazaban las horrendas palabras que salían de su boca.—Por lo que todas las noches tendrás que maquillarte y vestirte para el.

Cerré los ojos para soportar el asco.

—Si lo complaces, dejará de usarte, y se buscará otra.—Prosiguió— Hay muchas chicas que viven bien en California, en el Estado EU gracias a el.
—Honey, eres tan buena conmigo—Acaricié su rosada mejilla. Me recordaba a de Clara. — Pero no haré eso, seguiré luchando. Por mis hermanos.
—Jules, solo te lastimará más...
—No, yo veré cómo salir de aquí.

En su cara podía ver la preocupación que tenía. Y eso me extrañaba ¿Cómo te puedes preocupar por alguien a quien acabas de conocer?

—Honey ¿puedo hacerte una pregunta?.
—Mmh...claro.
—¿Cómo sabes eso de Gordon?
Su expresión se volvió triste y distante luego bajo la mirada.
—Bueno... es que yo.... también estuve con el.
Al instante me arrepentí de preguntarle, no tenía derecho a meterme en su vida.
—Lo lamento, no debí preguntar.
—Oh, está bien. No importa.—Camino hasta la puerta y antes de irse volteo—Será una historia para después. Ahora trata de ser buena y nada te pasará.

Al cerrar la puerta me acosté en la cama, abracé mis rodillas y me eché a llorar.

LA LÍNEA [editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora