Capitulo 8

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Salimos de la cápsula boquiabiertos. Ninguno esperaba la reacción de Grace.
—Me delataste.—Dijo entre dientes Ian.
Mi boca formó una mueca de angustia.
—Lo lamento, no era mi intención el que te llamarán la atención. —Me disculpe en voz baja.
No respondió, se limitó a mirarme de manera acusadora.

Gigi se acercó a nosotros y puso una mano en el hombro de cada uno.
—Oh vamos, no fue tan malo—Nos animó.— En la cafetería están dando spaghetti.
Ian miró a ambas y finalmente sonrío.
—Está bien, necesito un buen plato de spaghetti. —Exclamó y nos abrazo a ambas por los hombros.

La cafetería era un lugar amplio, más bien parecía un salón de fiestas, las mesas estaban alrededor, dejando en medio un espacio, y en la parte de atrás un gran árbol se alzaba frente a nosotros. Me preguntaba como un areodeslizador podía contener un árbol de tal magnitud. A los costados estaban las barras de comida.

Caminamos hacia ellas, tomando una pequeña bandeja de metal. En ella , la cocinera me sirvió un gran plato de spaghetti, verduras al vapor y puré de papas. La boca se me hacía agua, hacía días que no probaba bocado alguno. Tome una pequeña burbuja de agua y me giré hacia Ian.
—Ven, vamos con Bella. —Me jaló hacia una mesa llena de agentes.
Bella resultaba ser una joven de por lo menos 18 años, con la piel clara, y el cabello negro más bonito que jamás había visto. Lo tenía recogido en un moño alto, perfectamente apretado. Sus ojos eran color azul, los resaltaban unas cejas pobladas del mismo color de su cabello. Tenía labios carnosos y rosados. Toda una supermodelo.
Al percatarse de nuestra presencia saltó de su banca hacia Ian.
—¡Volviste! —Gritó, para luego plantarle un beso en los labios. A lo que el le correspondió poniendo sus manos en su cintura, apasionadamente.
Mis ojos se abrieron como platos. Era más que claro que eran pareja.
Al separase de sus labios, Ian sonrío mostrando sus perfectos dientes blancos.
—Bella, te quiero presentar a Jules.—Dijo jalándome del antebrazo para acercarme.
La chica sonrío y me dio un beso en cada mejilla.
—Encantada de conocerte.
Me quedé pegada al piso. Gigi me dio un codazo en la costilla que me costaría un moretón. Reaccioné e hice una sonrisa torcida.
—Igualmente.
Tomó las puntas de mi melena pelirroja y lo acarició con esmero.
—¡Vaya me encanta tu cabello!—Exclamó—¿es natural?.
Era demasiado bonita y perfecta como para preguntar por mi feo cabello.
—Ahh...si...tengo ascendencia irlandesa de parte de mi madre.—Murmuré en voz baja.
Pero al parecer no me escuchó y se dio la vuelta para hablar con Ian y Gigi. Estos se sentaron en la mesa redonda y comenzaron a devorar su comida. No quise quedarme parada para verlos, así que los imite en silencio. Hablaban con esmero sobre sus misiones y lo que hacían hecho de comer durante la semana.
Pensé en Majo y sus ojos verdes, la forma en la que hablaba. Y me perdí en los recuerdos.
—¿Y tú qué piensas, Jules?—Me pregunto Bell con mirada divertida.
Parpadee unas cuantas veces para deshacerme de los recuerdos.
—¿Sobre qué?—Pregunté avergonzada.
Todos en la mesa comenzaron a reírse.
—Por lo que pareces ya estás cansada—Intervino Gigi— Déjame mostrarte tu catre, será temporal. Hasta que lleguemos a la base.
Se levantó de la mesa y dejó su bandeja en la barra de comida.
—Ven —Hizo un ademán sonriente.
—Permiso—Me levante de la mesa igual que ella, deje mi bandeja y corrí detrás de ella.
Cuando la alcance Gigi hizo una risita nerviosa.
—Bella puede ser un tanto abrumadora, ¿no es así?.
Asentí a su comentario, no sabía que decir en estas situaciones. En el Estado G, solía ser algo reservada, puesto que era educada en casa. La gente se ponía un tanto agresiva en los centros escolares.
La habitación de catres era inmensa, albergaría a todos los agentes por la noche. Había por lo menos cien literas bien alineadas, todas con un número de identificación y un pequeño baúl para las pertenencias.
Gigi recorrió todas ella en busca de mi número.
—sesenta y dos... sesenta y tres... ¡sesenta y cuatro! —Gritó alegre.—Está es tu litera y ese es tu baúl—Los señaló y yo le sonreí en modo de respuesta.
Me abrazo tiernamente y me retiro un mechón de la cara.
—Me alegra que estés aquí.
—A mi también. —Susurré.
Se despidió con la mano y antes de salir me miró.
—Duerme bien que mañana comienza la acción.

Al cerrar la gran puerta me giré hacia mi baúl. Era de metal y pequeño, con una pequeña combinación que debía ingresar.
Al abrirlo me encontré con un pequeño espejo, un portátil, cosas de neceser, un cepillo y finalmente un bonito vestido rojo, que probablemente me quedaría inmenso en ese momento.

Tome el portátil y me recosté en la pequeña cama. Al ser nuevo el portátil escaneo mi cara y mis huellas dactilares . Había red en el aereodeslizador, así que rápidamente entré al mapa para buscar mi hogar en tiempo real. Quería creer que lo que Grace me había dicho era una vil mentira, seguramente mi familia estaba sana y salva.

El mapa mostraba solo ruinas, cadaveres y restos de incendios.

Mi corazón cayó en mil pedazos, todo lo que tenía se había ido. Las lágrimas rodaban lentamente sobre mi mejilla, no sabía que iba a hacer ahora, ¿qué sentido tendría colaborar aquí si no podía regresar?

Así que cerré mis ojos y deje que la soledad me inundara hasta lo más profundo de mi corazón.

Si ya no tenía por quien pelear, pelearía por mi misma.

LA LÍNEA [editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora