Capitulo 4

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—¡Jules!—Gritó Clara.
Corría por el prado con unas pocas flores en su manita.
La contemplaba sentada sobre la hierba, junto con mis padres. Una vieja canción sonaba en el MP3 que mi tatarabuelo nos había heredado.
Thomas perseguía a Clara, gritando y riendo a carcajadas...

Lunes 30 de Enero, 2158.

Abrí mis ojos en la penumbra con lágrimas en ellos. El reloj junto a la mesita de noche daba las 3am. Mi cara y entrepierna ardían, seguía sin poder moverme aunque  estaba agradecida, así no tendría que verlo.

Pero la cama no se sentía sumida del lado derecho, parecía que no había nadie allí. Y así era, el lado derecho estaba vacío, aunque sobre la mesita de noche habían un par de pastillas para dormir. Suspiré de alivio y volví a cerrar mis ojos.

Desperté con el sonido de la voz de Honey.
—¿Jules? Despierta.
Me moví un poco en la cama pero seguí sin abrir mis ojos.
—Jules...Creo que estás en problemas.
Al oír la palabra "problemas" salte de la cama y tome a Honey por los hombros.
—¡¿que dices?!.
Su rostros ahora sí que estaba angustiado.
—Gordon ha dicho que lo golpeaste anoche. Y te castigarán.

¡El viejo había mentido! Anoche... anoche... fue la peor noche de mi vida.

Me ayudó a bañarme y vestirme para bajar. Me tomó de la mano para darme un poco de confianza pero fue totalmente en vano. Nada ni nadie me salvaría hoy.

En vez de llevarme abajo, subimos por un elevador hasta el piso 23. Cerré mis ojos y traté de respirar, tenía miedo.
Llegamos a una oficina grande y ostentosa donde estaban Lola, los guardias y en un gran escritorio, Gordon. Finalmente, admirando la vista del gran ventanal de la oficina, había un hombre de mediana edad, con la piel blanca como la nieve y cabello negro: Jeffrey Walsh.

Abrí mis ojos como platos al ver al Líder del Norte, o como ellos preferían llamarlo, El Presidente. Este se volteó con una sonrisa encantadora hacia mí.
—Julia, ¿no?.—Me quede callada, averiguando que estaría haciendo el ahí. —Mmmh, chica de pocas palabras.
—¡Ya quisiera!—Gordon comenzó a reírse pero Walsh le propició una mirada amenazadora que lo hizo callar al instante.
—Como decía,—Continuó Walsh sonriendo— Tu hermosa mirada no miente, te preguntas qué hace el Presidente en un establecimiento como este. —Se recargó en el escritorio y me contempló.
Tragué saliva dando a entender mi respuesta.
—Oh querida Julia, es que yo soy dueño de este lugar— Confesó. —¿Por que crees que derribe una parte de la Línea? Solo es el comienzo.
Traté de comprender sus palabras pero no les encontraba sentido alguno. Rebusqué en todo lo que sabía pero no encontré algo que me sirviera en esta situación.
Walsh rió al ver mi ignorancia.—Mira, es fácil de entender, mi poder se acaba en unos pocos meses, ¿y que mejor idea para mantenerme multimillonario?.— Pero seguía sin comprender que tenía que ver aquí el echo de derribar la Línea.
El hombre puso los ojos en blanco y se acercó a mi. Levantó mi cabeza con su dedo en la barbilla y me mostró sus perfectos dientes.
—Querida niña, Es que... el Sur es tan atractivo.

Y fue ahí donde al fin pude entender.
Nos esclavizarían de nuevo.

—Y para eso te traje aquí, conoces el Sur, tienes carácter, eres hermosa. Será fácil atrapar chicas contigo.

La rabia y el coraje me inundó de tan solo pensar en la idea.
—¡Eres un bastardo!.— Le grité junto a un buen puñetazo en la barbilla que lo llevó hasta el piso.
El tipo se tocó el labio lleno de sangre y sonrío, acercándose a mi, para después devolverme el golpe justo en el ojo derecho.
Caí sin que nadie me atrapara, golpeando mi cabeza estrepitosamente sobre el suelo. Absorbiendo el dolor de una manera inimaginable.
—Eso... te mantendrá en tu lugar—Dijo arreglándose el saco. —Gordon, ya sabes que hacer.

Salió de la oficina, con Honey y Lola detrás. Nos quedamos los guardias, Gordon y yo.


Quedé tendida en un charco de mi propia sangre. Inmóvil y llena de odio.
Apenas podía respirar, todo dolía horriblemente, escupía sangre cada rato, y había estado sola en la oficina desde hace unas cuantas horas.
Sin escuchar un solo indicio de ayuda.
Mi ojo se comenzaba a hinchar, despojándome de la vista derecha.
De mi antebrazo sobresalía un bulto, por lo que deberían habérmelo fracturado.
Cerré mis ojos por un rato. A lo mejor y podía salir de aquí, no de la manera que me hubiera gustado, pero al menos escapar del dolor. Pensé en Clara, Thomas, papá y mamá. En sus risas de los días de verano, donde íbamos a los campos para ver las flores crecer. Donde la tecnología del siglo XXII no llegaba, donde el trabajo o el tiempo no importaba...

Tiempo después, no sabía cuánto, escuché voces cerca de mi, no las reconocí pero al menos ya no estaría tendida en el piso.
Después escuche sollozos, y un par de lamentos con voz femenina. Debían ser las chicas que habían venido en mi ayuda. Pero luego una voz grave, susurró algo inaudible para mis oídos.
—¡Oh Ian es mi culpa! Yo la incité a complacerlo, y para hacerse la valiente lo golpeó. —Chilló Honey.
—Shh, no es tu culpa, no era por eso que la trajeron aquí.—Respondió la voz grave. —Ahora, ayúdame a llevarla a su habitación.
—¡Pero Gordon irá está noche! —Dijo Berry.
—Por ahora no puedo hacer nada por ella. Les juro que apresuraré el plan.

De repente dejé de escuchar de nuevo.
Y me encontré en la cama.
Apenas podía ver pero pude vislumbrar la sombra que se acercaba a mi para dañarme aún más.

LA LÍNEA [editando] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora