Montaraz

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Celeste despertó rodeada de rostros igual de confundidos que ella.
Hombres y mujeres se miraban preguntándose que diablos había pasado,cuando el sol ya se alzaba.

Le dolía todo el cuerpo, especialmente la cara por el golpe que recibió al llegar a la cima.

Con dificultad y un poco desorientada, Celeste se puso de pie.

Un enorme estandarte hondeada en el edificio más alto de la ciudadela. Y su emblema era lo más hermoso que Celeste había visto en aquel lugar.

Los líderes de cuadrilla esperaban pacientes a que los nuevos reclutas se ubicarán en la enorme explanada donde los habían aglomerado.

Un silbatazo sonó, acelerando el proceso.

Todos los aspirantes a montaraz se fueron acercando a la línea que formaban los líderes de cuadrilla. Uno de estos líderes les hacía señas para que se acercaran más rápido, era un hombre joven,musculoso y de piel morena con unos penetrantes ojos cafés y cierta rigidez en sus palabras.

- Ésta es su última oportunidad para dar marcha atrás. Mí nombre es Fish, y soy su líder de cuadrilla - dijo - Sí pensaban que unirse a la hermandad montaraz iba a ser sencillo,se equivocaron. Éste es un trabajo, por así decirlo,de por vida, desertar no está permitido,una vez eres montaraz lo serás por el resto de tu vida. Así qué sí alguno quiere renunciar ahora ésta en todo su derecho,más tarde no habrá marcha atrás.

A Celeste le pareció muy motivador aquel discurso y un verdadero desatino. Sí lo que querían era ganar adeptos, con aquellas palabras no lo estaban logrando. Si no todo lo contrario.

- No les voy a mentir. El entrenamiento es duro y requiere de mucha disciplina, y algunos no van a sobrevivir - hizo una pausa y miró a Celeste muy fijamente - Entrenaremos sus cuerpos al punto de convertirlos en una arma,saturaremos sus mentes de conocimiento que en ocasiones sentirán que no quedá espacio para aprender nada más. Los haremos llorar y sangrar sin descanso. Aprenderán a ser invisibles,a hacer un arma de objetos cotidianos,a cruzar puertas sin abrirlas,en otras palabras no es un trabajo para todos,les enseñaremos a ser letales. ¿Hay alguno de ustedes que quiera irse? La góndola parte en quince.

Un silencio ominoso recorrió las filas de los veinte reclutas, ninguno se animaba a rendirse frente a sus compañeros.

— ¿No? ¿Nadie? ¿Están seguros? — nadie se movió ni un ápice — Cómo quieran,son sus vidas — la sonrisa malvada que se dibujo en los labios del líder le produjo escalofríos a Celeste por toda la espalda,casi al punto de desear querer salir corriendo.

Otro de los líderes se acercó a Fish y le habló al oído. El moreno asintió y acto seguido señaló la entrada al edificio.

— Bueno,ya que están convencidos será  mejor que pasemos a desayunar,no podemos comenzar su entrenamiento con el estómago vacío.

Todos los demás siguieron en procesión detrás de él.

Los hombres y mujeres que atendían el comedor comunitario eran igual de intimidantes que el resto de los montaraz.

Celeste tomó su plato de comida y buscó un lugar donde sentarse, todas las mesas ya estaban abarrotadas,bueno, casi todas.

Se fue acercando lentamente mientras sentía la mirada de alguien clavada en su espalda. Por instinto buscó la causa de sus escalofríos encontrándose con un recluta igual de joven que ella.

Era un muchacho escuálido, de cabello oscuro y ojos risueños, parecía cualquier otra cosa menos un montaraz. Y no dejaba de mirarle,ni de sonreirle descaradamente.

Para cuándo Celeste por fin a la mesa,otro de los reclutas se le adelantó y ocupó su lugar.

De repente todo quedó en silencio,la mesa que habían elegido para sentarse era la de los líderes, en cuánto el muchacho dejo su plato sobre ella,uno de los montaraz lo arrojó al suelo vaciando casi por completo su contenido.

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